Ghana ha decretado una semana de duelo nacional por la muerte de uno de sus más ilustres hijos: Kofi Annan, pero el dolor trasciende las fronteras.
Nació en Kumasi, el 8 de abril de 1938. Se casó y tuvo tres hijos. Estudió ciencia y tecnología en la universidad de su país. Completó la formación académica en Estados Unidos y en Suiza. Trabajó en la Organización Mundial de la Salud, y ese fue el primer paso hacia una vida consagrada a la diplomacia y al multilateralismo.
Entre enero del 1997 y diciembre del 2006 se desempeñó como secretario general de Naciones Unidas (Onu), organismo donde antes había ocupado las oficinas de recursos humanos, de presupuesto y la de operaciones para el mantenimiento de la paz. En este último cargo le correspondió vivir dos de los mayores horrores de la época moderna: el genocidio ruandés y la guerra en Bosnia.
En 2001, justo a la mitad de su doble mandato, fue galardonado con el premio Nobel de la Paz: “He intentado situar al ser humano en el centro de todo lo que emprendemos: de la prevención de los conflictos al desarrollo, pasando por los derechos humanos”, dijo al aceptar el lauro en Oslo.
Dos años más tarde (2003) enfadó a Washington al calificar de “ilegal” la invasión de Irak. Desde entonces dejó de ser el preferido del imperio y lo verificó en el 2012, cuando se vio obligado a renunciar a la intermediación en el conflicto en Siria “por falta del apoyo internacional que la misión merecía”, comentó.
No obstante, y como parte principalísima de su legado, está la contribución que hiciera al concepto de diplomacia preventiva, medular para Naciones Unidas. Durante su mandato presentó tres informes sobre el tema y apeló a él para resolver, en 2006, el conflicto fronterizo entre el Camerún y Nigeria por la península Bakassi.
Annan creó una Fundación que lleva su nombre cuya sede está en Suiza. Al morir presidía además la organización no gubernamental ideada por Nelson Mandela, The Elders, cuya misión es defender la paz e impulsar el desarrollo y los derechos humanos en el mundo apelando a los casi mil años de experiencia vividos por los ancianos que la integran, entre los cuales destacan Ban Ki-moon, Jimmy Carter y otros “sabios” que han sido (o son) referentes mundiales.
Annan en Cuba
Más de una vez Kofi Annan pisó suelo cubano. El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en el mensaje de condolencia enviado este sábado al secretario general de la Onu, António Guterres, recordó “su participación en la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en La Habana, en septiembre de 2006”.
Antes, en abril del 2000, estuvo entre los dignatarios y jefes de Estado que acudieron a la primera cumbre del Grupo de los 77, celebrada en La Habana, ocasión en la que fue recibido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
En los días finales de febrero del 2015 sostuvo un encuentro con el entonces presidente Raúl Castro Ruz. La visita de esa ocasión tuvo como propósito apoyar las conversaciones de paz para Colombia que tenían lugar en Cuba: “Una adecuada educación cívica daría a conocer las causas de la guerra y los beneficios de la paz”, dijo a la prensa, e invitó a que en ese empeño participaran por igual las fuerzas insurgentes (Farc-EP), el gobierno colombiano y los medios de comunicaciones.
Presencia imperecedera
“Siempre fue valiente, directo al hablar, pero nunca descortés… nos inspiró siendo un líder carismático y dinámico en su calidad de secretario general de la Onu. Sobre todo fue un amigo y un consejero, para mí como para muchas personas”, expresó Zeid Raad Al Hussein, alto comisionado de Derechos Humanos, al conocer la noticia de la muerte.
Declaraciones de respeto como esa abundan hoy en las redes sociales y en los medios de comunicación del mundo, así como citas a algunas de las frases que harán perdurable su pensamiento.
En una de ellas Annan afirmó que “La educación es el gasto para la defensa más efectivo que existe”. Admirable concepto, sobre todo porque proviene de quien, en diferentes etapas de su vida, supo del manejo de presupuestos y condujo las operaciones de paz en la guerra en Bosnia Herzegovina.
“Para que la globalización sea positiva —aseveró en otra ocasión— ha de serlo para pobres y ricos por igual. Tiene que aportar el mismo grado de derechos que de riquezas”. También alertó: “Mientras que uno de cada cinco habitantes de nuestro planeta viva en la pobreza absoluta, no puede haber estabilidad verdadera en el mundo”.