Quince años, tiempo más que suficiente

Quince años, tiempo más que suficiente

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Con el cursar de los años, el proceso natural de acumulación de experiencias puede colocar a cualquier persona en una perspectiva quizás privilegiada para controlar emociones y comprender con mayor claridad el desarrollo presente y futuro de los acontecimientos. Pero aun así, por novedosos o esperados que estos sean, no siempre podemos evitar la conmoción o la sorpresa, como la que experimenté al escuchar la exhortación de René.

Nunca antes presencié tanto respeto y sensibilidad desbordada. Nunca antes vi a un Héroe pedir excusas al pueblo que él mismo protegió de la muerte a riesgo de su propia vida, para en breves minutos convidarnos —con humildad infinita— a portar una cinta amarilla este 12 de septiembre, cuando se cumplan 15 años de los arrestos de los Cinco antiterroristas cubanos, sometidos a cruel castigo por la “necedad de vivir sin tener precio”.

Mucha razón tiene René González al decir que “quince años en la vida de un ser humano es mucho tiempo”. Lapso que tiende casi a duplicarse si transcurre en cautiverio, y se recrudece aún más si el internamiento es injusto y el escenario donde se cumple la condena devela la naturaleza hostil que encarna el sistema penitenciario de Estados Unidos, utilizado como arma de aniquilamiento, según relatos de las víctimas.

Quince años es tiempo más que suficiente para poner fin a sistemáticas violaciones de los derechos humanos, de las leyes norteamericanas y del Derecho Internacional; al silencio mediático, a torturas físicas y psicológicas, a confinamientos en solitario, a la dilación en el otorgamiento de las visas a los familiares, a la negativa de permiso para que Adriana visite a Gerardo.

Quince años es tiempo más que suficiente para poner fin a experiencias traumáticas que calan hondo en el seno de estas familias, en hijos e hijas —hoy jóvenes y adolescentes—, que padecen desde la niñez la ausencia del ser amado.

Quince años es tiempo más que suficiente para no olvidar jamás a Carmen Nordelo, la madre queridísima de Gerardo, a quien conocí, y nunca pude entrevistar por el avanzado estado de su enfermedad; al viejo Cándido, la mejor herencia de René. Aunque le mortificaba no haber compartido junto a su hijo en prisión un Día de los Padres, le fortalecía mostrar una hermosa frase que este le escribiera una vez para felicitarlo: “… llegue un beso al hombre que más he querido siempre imitar, y cuyo ejemplo ha inspirado cada uno de los pasos que en mi vida más me enorgullecen».

Una y otra vez, repetía satisfecho: «Ese es mi hijo».

Quince años es tiempo más que suficiente para no olvidar a Roberto, abogado y héroe anónimo de una batalla pública. Siempre lamentó que sus hijos no hubieran pasado más tiempo junto a su hermano, “con René mis hijos fueran mejores”, sentenció.

Quince años es tiempo más que suficiente para desterrar lágrimas y sanar corazones. Ojalá que estas familias no tengan que lamentar más pérdidas de seres muy queridos en circunstancias tan difíciles.

Quince años es tiempo más que suficiente para que el pueblo estadounidense conozca la verdad sobre este caso. Es hora de que liberen definitivamente a Gerardo, a Ramón, a Antonio y a Fernando sin condicionamiento alguno. Basta con solo una firma.

Hoy René nos da una nueva clarinada y pone en nuestras manos una singular iniciativa necesitada de la acción conjunta de todas las fuerzas de la solidaridad dentro y fuera de Cuba. Pero hemos de estar convencidos de que millones de cintas amarillas no serán suficientes para esperarlos, porque lo que urge hoy es traerlos.

Quizás muchos de nosotros no tengamos la oportunidad de atar la cinta amarilla a un viejo roble como cuenta la historia norteamericana, pero las ataremos fuertemente a nuestras palmas reales en señal inequívoca de cubanía.

El hecho de que los cubanos asumamos este 12 de septiembre una práctica de amor acendrada en la cultura estadounidense, evidencia que la idea de las cintas amarillas merece trascender las fronteras nacionales, de manera que la opinión pública internacional sea sacudida por un movimiento telúrico global que la gran prensa no pueda silenciar. Recordemos que la solidaridad fue clave en el proceso de resentencia de los antiterroristas cubanos.

René cumplió íntegramente su sentencia. Tenemos que impedir suceda lo mismo con sus hermanos. Gerardo no puede morir en prisión. En esta batalla no nos asiste el derecho a esperar. Luchemos sin descanso para que esta sea una jornada especial, la última jornada.

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