Por: Leydis Luisa Hernández Mitjans
Teresita de Jesús Menéndez Cervera se encontraba esta mañana, como cada año, en la Necrópolis de Cristóbal Colón. En este lugar, donde la historia de Cuba se puede rozar, al menos con el recuerdo, fue a rendir tributo al padre que no pudo disfrutar.
Apenas cuatro meses tenía ella cuando al líder azucarero le arrebataron la vida por la espalda, con un tiro que pretendió, además, condenarlo al olvido. Sucedió un 22 de enero, hace ya 70 años. En la estación de trenes de Manzanillo le quitaron al pueblo le Cuba un líder excepcional; pero le entregaron un mártir a seguir por siempre.
El secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, Ulises Guilarte de Nacimiento, junto a otros dirigentes, acompañó a los familiares de Jesús Menéndez a rendir homenaje a ese hombre imprescindible del movimiento sindical cubano.
“Este es una oportunidad para reafirmar la vigencia de sus ideas; sus luchas no pueden morir y estoy convencido que las nuevas generaciones pondrá como bandera el ejemplo que él nos dejó”; afirmó Guilarte de Nacimiento a los familiares del general de las cañas.
Mejoras en las condiciones laborales, aumentos de salario y garantías para la jubilación fueron algunas de los derechos que obtuvieron los trabajadores azucareros gracias a las luchas de Menéndez, cuyo temple hizo temblar a la oligarquía azucarera; que solo encontró en el asesinato, la vía para detener su influencia.
La historia cuenta que la muerte no lo tomó del todo desprevenido, pues conocía que a su vida le habían puesto un precio. Sin embargo, ni siquiera la sombra de una partida demasiado temprana y definitiva lo condujo a cambiar la manera en la que se comportaba y se dirigía a los obreros.
Desde niño cortó cañas, desde niño trabajo como un hombre, desde niño amó los campos, y entendió que pocas luchas hay más justas que las que se realizan por los obreros cañeros, con los que Cuba tendrá siempre una deuda; porque de este país no se puede hablar sin mencionar la azúcar.