Profesionales de notable prestigio nacional e internacional y con una labor destacada en la docencia y la innovación merecieron el Premio Vida y Obra de ingeniería, que este año llega a su vigésima edición como el más alto reconocimiento que entrega la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC).
Hasta el momento, 178 afiliados a la organización habían recibido tal estímulo, que cada año se entrega el 11 de enero, instituido desde 1946 como Día del ingeniero cubano, para honrar la memoria del célebre Francisco de Albear y Fernández de Lara, cuya obra más conocida es el acueducto homónimo, que, por gravedad, abastece a casi el 20 % de la población en la capital de este archipiélago.
De un total de 16 nominados de ocho provincias pertenecientes a las cuatro sociedades de ingeniería de la UNAICC, cada una eligió a un premio como establecen los reglamentos, luego de un intenso y prolongado análisis, precisaron quienes estuvieron al frente de los jurados, integrados todos por Premios Vida y Obra.
La arquitecta Mercedes Elesther, presidenta de la Junta Nacional de la organización, subrayó que hay una cantera de profesionales de mucha valía y que también los nominados tendrán su reconocimiento, aunque el primero es haber transitado por las diversas fases que conlleva llegar a ser analizado al más alto nivel, pues antes tuvieron que ser seleccionados en sus secciones de base, provincia y sociedad.
Premiados
En ingeniería civil ganó el Premio Vida y Obra el Doctor en Ciencias Sergio Betancourt Rodríguez (Villa Clara), con una labor docente e investigativa extraordinaria, según resaltó el Doctor en Ciencias Hugo Wainstock Rivas, presidente del jurado, que analizó cuatro propuestas.
Al referirse a la obra del que todavía funge como profesor en la Universidad Central de Las Villas, destacó su participación como asesor técnico en países de América Latina, Asia y África, la prolija publicación de artículos en revistas especializadas y los numerosos reconocimientos recibidos en el sector de educación.
Por ingeniería hidráulica el lauro correspondió a Antonio Silvestre Martínez Suárez (Villa Clara), graduado de la CUJAE en 1976 y que ha participado en la construcción de 59 obras hidráulicas.
Aunque en su trayectoria inciden las responsabilidades administrativas, nunca ha dejado a un lado su labor como especialista, resaltó el máster Orlando Laíz Averoff, presidente del tribunal que evaluó los tres expedientes.
En cuanto a la Sociedad de las ingenierías Mecánica, Eléctrica e Industrial, entre los tres nominados resultó seleccionado Alfredo Correa Álvarez (Guantánamo).
Su quehacer está plagado de aportes en el área de la electricidad, si bien sus primeros pasos fueron en la esfera de los instrumentos médicos, lo cual le permitió en la década de los años 80, durante la epidemia de dengue, sobresalir en la instalación de la línea de gases industriales imprescindibles para el funcionamiento de la terapia intensiva del hospital provincial.
Posteriormente y hasta la actualidad se desarrolla en la energía y dentro de ella las renovables y la recuperación de centrales mini hidroeléctricas en su provincia, donde solo funcionaban dos de esas instalaciones cuando asumió la dirección de la delegación del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) y llevó la cifra hasta 60, destacó doctora Osmara Ortiz Núñez, presidenta del jurado.
Por último, en la sociedad de las ingenierías de las Geociencias, que reúne a profesionales de unas 30 especialidades, el Premio Vida y Obra lo mereció Clara Beatriz Bello Robaina (Matanzas), entre seis propuestos.
Graduada de geología en Rumania, en 1980, tuvo una labor sobresaliente en la delegación del INRH en territorio yumurino, resultados que mantuvo en la consultoría Conas y su actual desempeño en la Oficina Nacional de Normalización.
La entrega de los premios acontecerá el venidero jueves en la sala Granma del Ministerio de la Construcción.