Jorge Luis Álvarez González, o mejor dicho, Veintiséis, es un hombre que ha alcanzado casi todo lo que se ha propuesto. Labora como operario de máquinas en la Resecadora de Tabaco Rubio La Salud, en el poblado mayabequense del mismo nombre. Siempre creyó que su fábrica debía tener un Héroe y este año se cumplió su premonición: el General de Ejército Raúl Castro Ruz, puso sobre su pecho la Estrella que lo acredita como Héroe del Trabajo de la República de Cuba
Pareciera que alguien descubrió a tiempo que llamarse Jorge Luis Álvarez González sería algo así como una suma de nombres comunes que nada dirían a familiares, amigos y conocidos; de ahí que un buen día comenzaron a llamarlo Veintiséis…¡y hasta hoy!
Sorpresa grande la mía, pues cuando pregunté por él, por Jorge Luis, en la Resecadora de Tabaco Rubio La Salud, en Mayabeque, su centro laboral desde hace más de 46 años, nadie sabía de ese nombre. Entre risas, finalmente me explicaron: “Aquí le decimos Veintiséis o el Héroe”.
“Cuando yo estaba en el Servicio Militar —aclara mi entrevistado— nos llamaban por el número —hoy es por el apellido— y a mí me tocaba el 26. Pero en mi caso hay algo extraño, porque he tenido tres nombres: en Angola me decían Armamento, pues yo era jefe de armamento en mi unidad. A fin de cuentas, el nombre puede ser cualquiera, pero el primer apellido debía ser el que es segundo, es decir, el primero de la madre, pero lamentablemente no es así”.
Su cuerpo fibroso, curtido por el esfuerzo diario, me indicaba más edad, pero tiene 70 años. Nació en la finca Las Delicias, muy cercana a la ciudad de Sancti Spíritus. “Tuve que trabajar muy duro desde los 8 años —recuerda—. Tras el triunfo de la Revolución fui a trabajar a una cooperativa. Me movilizaron al estallar la Crisis de Octubre y luego pasé a laborar en un centro llamado Mártires de la Chorrera, donde procesábamos los desperdicios de los mataderos.
“Mi madre falleció cuando yo aún era un niño. Papá nos atendía, pero éramos ocho hermanos y poco podía hacer. Estábamos desperdigados por la familia y era una vida difícil; incluso a dos hermanitas mías las sacaron del país. Papá murió en 1979”.
No obstante las tantas posibilidades de estudio que se abrían para todos, Jorge Luis fue esquivo a la escuela. “El tercer grado lo cogí siendo guardia y el sexto lo alcancé ya en esta empresa resecadora de tabaco. Pero siempre tuve el deseo de superarme”, refiere.
Se casó y se divorció joven, allá en Sancti Spíritus. Vino para La Habana en abril de 1965, ya como recluta del Servicio Militar Obligatorio. En 1967 “reenganchó” en el Ejército y se volvió a casar un año después en el poblado mayabequense de La Salud, que, a su decir, lo aceptó como un hijo y donde vive desde entonces.
En 1971 se acogió a una desmovilización y a partir de ese momento entró a la Resecadora —del sector agropecuario y tabacalero— donde comenzó a fraguar su encumbrada historia, la misma que lo ha hecho ganar los más altos méritos a que puede aspirar un trabajador en Cuba, aunque no olvida que su primer diploma de Destacado lo obtuvo como soldado. “Debe andar por algún lugar de la casa”, asegura.
Luego vinieron los 17 pergaminos de Vanguardia Nacional, las órdenes Lázaro Peña de Primero, Segundo y Tercer Grado, y un sinnúmero de condecoraciones diversas. Tanto se ha esforzado que en mayo pasado le llegó lo que bien puede catalogarse como su momento cumbre: el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
“Ese fue un momento muy difícil para mí. Yo estaba muy tenso y, no sé por qué, pero fue Raúl quien me impuso la Estrella de Héroe. Me dijo que aún me mantenía fuerte. Y casi no pude responderle, pues no me salían las palabras. Claro, me parece que en esas circunstancias no se puede hablar mucho. Mire usted, estaba tan nervioso que más de una hora después ni hambre tenía, a pesar de lo vistosa de la mesa sueca que allí había”, dice sonriente.
Es modesto Veintiséis. Lo demuestra en cada gesto, en cada palabra, incluso al hablar de lamentos y deseos insatisfechos.
Por cinco veces participó en ceremonias de condecoración en El Laguito, en La Habana. “Más allá de la alegría que siempre sentí, del orgullo que experimenté, hay algo que no pude cumplir y que mucho me duele: no pude estar con el Comandante en Jefe. Quizás llegué tarde a ser Héroe”.
Cuando llega la hoja aquí está Veintiséis
“La planta se fundó en 1958 y cuando yo llegué todo se hacía en forma manual. He sido carpintero-aparatero, el encargado de los envases; trabajé en la descarga del tabaco, en la prensa. Volví al Ejército en 1977 y regresé en el 80. Fui administrador del comedor y estuve por más de dos años en Angola como combatiente. En 1985 voy a Italia a pasar un curso de adiestramiento para toda esta maquinaria que aún está aquí. Desde entonces soy jefe de la brigada de desvenado”, subraya.
La Resecadora, única del país, destaca por sus grandes dimensiones. De ese lugar, y hacia la tabaquería sale la hoja fragmentada al tamaño que pide el cliente, pero la vena que va quedando hoy se pierde; los campesinos la recogen para abonar y evitar que los bichos le entren al cultivo de plátano.
“Pero nosotros como empresa no la utilizamos, de ahí que está previsto que para el 2018 montemos una planta que la aprovechará. La venderemos para su empleo en la fabricación de cigarro. Son bastantes los clientes interesados”.
El corazón de la Resecadora
Podría decirse que este hombre es el corazón de la Resecadora. Tiene que ver con cada detalle, aunque su trabajo debería concluir con el desvenado de las hojas. “Es verdad que ya no puedo estibar, dice con un dejo de tristeza, mas no me afecta tanto, porque cada vez que llega el tabaco a la fábrica aquí está Ventiséis, ya sea sábado o domingo, a cualquier hora. Y no es que haya trabajado por méritos y condecoraciones.
“Siempre me dije que mi fábrica tenía que tener un héroe. Trabajábamos mucho y hoy puedo decir que ese Título lo llevo en representación de mi colectivo de trabajo, incluso de mis compañeros ya jubilados.
“Estoy convencido de que un hombre solo no llega a nada. Soy muy ágil en el trabajo, pero no lo puedo hacer todo, me tengo que valer de los demás. También está la familia. Nadie llega a Héroe si no tiene una familia que lo apoye y ayude, en especial la esposa. ¿Cuántas cosas no ha pasado sola mi esposa mientras yo estaba en la fábrica, o en la zafra, y ella enfrascada con los tres hijos que tenemos. Es más, creo que somos zánganos al lado de una mujer. Estas no paran”, subraya.
¿Se jubila Veintiséis?
Parece un filósofo cuando habla de cómo debe ser un héroe. “Para ser Héroe hay que sacrificarse mucho, pero hay un Talón de Aquiles: yo he sido muy fuerte y no me enfermo nunca, lo cual me favorece. Además, influye la gestión de la organización. Hay compañeros que son excelentes trabajadores y no tienen el título, pues el sindicato no siguió adecuadamente su vida laboral. Hay gente que ‘han largado el pellejo’ y no son héroes, porque no les hicieron el expediente en el instante preciso.
“Tendrá que llegar el momento en que me jubile, pero ni en eso quiero pensar. Mire, todos los días llego a la fábrica a las siete de la mañana y estoy aquí hasta que haga falta, sin vacaciones, y si me retiro, entonces todo cambiará. Para eso hay que prepararse”.
Siempre veintiséis, para cuba siempre es 26 de Julio. Viva Fidel. Comandante ordene estamos bien y todos somos Fidel