Aquella tarde de verano, mientras su amada América Domitro escogía un mínimo ajuar para la boda clandestina que ella y su novio Frank País García (1934-1957) deseaban realizar con apremio, un torrente de balas acribillaba el cuerpo del maestro normalista en el llamado Callejón del Muro, en Santiago de Cuba. Era 30 de julio y él solo contaba 22 años.
Siendo muy niño perdió al padre Francisco País Pesqueira, reverendo de la Iglesia Bautista, por lo que su madre, Doña Rosario García Calviño, se encargó de la formación de sus tres hijos en un ambiente de honradez, disciplina y exigencia.
Eso, seguramente, influyó en la posterior trayectoria del muchacho, quien desde la época de los estudios primarios se destacó por su inteligencia y resultados académicos. Ya en el bachillerato se preparó de manera rigurosa para los exámenes de ingreso a la Escuela Normal; lo cual materializó en el curso de 1949-1950, cuando obtuvo el primer lugar entre cientos de aspirantes.
Allí resultó elegido delegado por sus compañeros del segundo año, así como vicesecretario de cultura de la Asociación de Alumnos de la Escuela Normal; en tanto en el período lectivo de 1952-1953, el estudiantado lo proclamó mediante el voto mayoritario presidente de la Asociación de Alumnos Normalistas frente a su opositor Pepito Tey, a quien llamó a compartir la dirigencia estudiantil, como una alta expresión de compañerismo.
Frank terminó los estudios de magisterio en este último año y comenzó a trabajar en el colegio El Salvador de la Iglesia Bautista del reparto Sueño, donde labora hasta que la lucha revolucionaria lo absorbe por completo.
Testimonios de algunos de sus compañeros dan fe del patriotismo e inspiración martiana que caracterizaron su quehacer magisterial, unido a su sensibilidad artística, pues dominaba varios instrumentos musicales y le apasionaban otras manifestaciones del arte como el dibujo, la pintura, la literatura y el canto coral.
Conmovido por la crítica situación política, económica y social de la época, y muy identificado con las ideas progresistas y revolucionarias, entre los meses de agosto y octubre de 1956 viajó a México donde se entrevistó con Fidel Castro Ruz para coordinar los planes a desarrollar en el futuro. Así fue nombrado como jefe de Acción en el país.
Se convirtió en el promotor y organizador principal de todas las acciones del levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, en estrecha colaboración con algunos compañeros, y en febrero de 1957 en otro encuentro con Fidel en la Sierra Maestra estableció la coordinación necesaria de la guerrilla en las montañas con la lucha clandestina en el llano.
La brillante trayectoria como normalista, el ímpetu revolucionario, la dedicación y amor profundo por el magisterio convirtieron por derecho propio a Frank País en el mártir del Sindicato de los educadores cubanos. De ahí también surgió la inspiradora idea de convocar cada año a un concurso sobre su vida y obra.
Maestros y profesores asumen hoy las enseñanzas y, principalmente, el ejemplo limpio y honesto que lo caracterizó hasta el final de sus días. Una muerte que solo logró regarlo por la Isla/ convertirlo en escuelas/ repartirlo en la risa de los niños/ que andan tocándole el corazón caliente todavía/ La muerte nos lo puso más cerca, más adentro/ según recoge el poema Por Frank, del escritor Waldo Leyva.
Un reciente reporte periodístico, a propósito de celebrarse el Día del Educador en Santiago de Cuba, recogía las palabras de Mireya Ochoa, quien fuera su compañera en la antigua Escuela Normal para Maestros de Oriente.
Ella recordó el paso del joven por ese centro y explicó: “Cómo desde el Club Martiano al que pertenecía, Frank inculcaba las ideas del Apóstol de la independencia, siempre con su vocación de maestro, humanista y justo”.
Para Vilma Espín “Frank abrazó la lucha revolucionaria hasta la última consecuencia”. Fidel aseguró: “No sospecha siquiera el pueblo de Cuba (…), lo que había en él de grande y prometedor”. Armando Hart sentenció: “Demasiado caro está pagando Cuba por derrocar esta banda de carniceros (…). Ojalá que el destino nos permita a todos sus amigos conjuntamente suplir un poco su gran ausencia”.
Y así fue, “un hombre superior” como lo catalogó el Che, quien lo vio una sola vez, y descubrió en él “al hombre poseído por una causa”. Hoy Frank permanece no solo en cada escuela o institución de cualquier nivel de enseñanza, sino en el corazón del pueblo, ese que lo lloró profundamente —sin consuelo alguno— aquella tarde de verano en las calles de su Santiago natal.