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Fue la primera. Y como primogénita cargó en sus hombros la misión de ser buena, de ser grande. Cuba había vivido alrededor de 15 años sin que le naciera otra, y esperaba con ansias.
Pero no fue hasta aquel 6 de noviembre de 1967, cuando se abrió la carrera de Agronomía (siete días más tarde lo haría la de Pedagogía), que se alzó la Universidad de Camagüey, la primera fundada luego del triunfo de la Revolución.
Los pasos iniciales tuvieron por escenario la Finca San Isidro, a las afueras de la ciudad. No sería hasta 1974 en que se mudarían hacia la actual sede, que se comenzaba a construir.
Desde aquellos años la universidad no quiso quedarse en sus aulas, sino que salió a las calles a implicarse con su gente en cada una de las batallas socieconómicas que libraba la provincia. Porque toda universidad, como dijera el doctor Juan Vela Valdés, su primer rector en una entrevista, “tiene como reto mayor coadyuvar decididamente a alcanzar un desarrollo humano sostenible, como única forma de salvar a la especie humana y al planeta”.
Alrededor de 2010 adopta el nombre de Ignacio Agramonte Loynaz, el patriota insigne de Camagüey, para luego trascender como un nuevo centro integrado con las hasta entonces universidades pedagógica y de la Cultura Física.
Hoy la “Ignacio Agramonte” agrupa 42 carreras, y sobresale como una de las más importantes de la Isla, avalada por convenios científicos con numerosas Casas de Altos Estudios de otros países, entre los que se cuenta el que desde hace años desarrolla junto a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en México. Además, muchos de sus profesores participan en programas del Alba y brindan servicios en diversas naciones de América y África.
