Desde el triunfo de la Revolución de la República Islámica de Irán, el 11 de febrero de 1979, la nación persa es un objetivo permanente de la política injerencista, subversiva y belicista del Gobierno de Estados Unidos, que pretende revertir la historia y retrotraerla a la época anterior, a la derrocada tiranía del Sha Mohamed Reza Pahlevi, entonces su aliado y obediente servidor en la región del Golfo Pérsico.
Esto ha sido un fallido propósito de las sucesivas Administraciones norteamericanas, desde la presidencia de James W. Carter hasta la actual de Donald Trump.
Para lograr su cometido, los planes subversivos, las sanciones y demás medidas punitivas de Estados Unidos, sus aliados de la Unión Europea y de Israel, se centraron en tratar de impedir el indetenible avance científico-técnico iraní y en poner fin a su programa del uso pacífico de la energía nuclear, atribuyendo infundadas argumentaciones a Teherán la intención de dotarse del arma atómica.
Tras el fracaso de décadas de hostilidad, hostigamiento, sanciones económicas y políticas, y ante la transparencia del Gobierno de Teherán en la cuestión nuclear, en el año 2015 fue suscrito entre la República Islámica de Irán y el denominado Grupo 5+1 (Estados Unidos, Reino Unido , Francia, Rusia, China, todos miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y Alemania) el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC), que representó el obligado reconocimiento de las potencias Occidentales al carácter pacífico del programa de desarrollo nuclear iraní.
El acuerdo, acogido mundialmente con gran beneplácito por su contribución a la distensión internacional y a la solución de los conflictos mediante el diálogo, despertó la ira del Gobierno del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que lo impugnó y se pronunció por su disolución, actitud que enquistó sus relaciones con la Administración del entonces presidente Barack Obama.
Esta actitud, estableció otro punto de coincidencia de Netanyahu con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, quien ha expresado abiertamente su intención de retirarse de ese tratado.
Al respecto, Trump, que lo califica como uno de los peores acuerdos jamás firmados y negociados por EE.UU. se ha negado a certificar el acatamiento de la República Islámica al pacto nuclear, ignorando que ha cumplido con todas sus obligaciones y, alegando que “Teherán lo ha violado en múltiples ocasiones y no ha respetado el “espíritu” del mismo.
Al anunciar esta determinación, el presidente norteamericano manifestó que en el caso de que su Administración no pueda llegar a una solución con el Congreso de EE.UU. y sus aliados sobre el PIAC, “entonces el acuerdo se dará por terminado”. No descartó que su Gobierno decida, de manera unilateral, romperlo “en cualquier momento”.
Seguidamente anunció que su Administración dará “una serie de pasos más importantes para hacer frente a las acciones” de la República Islámica de Irán, para “asegurar”, según sus palabras, que este país “nunca obtenga un arma nuclear, a la par que le acusa de ser “el principal patrocinador del terrorismo en el mundo”.
Las acusaciones de Trump fueron duramente refutadas por el presidente de Irán, Hasan Rohani, quien reiteró el derecho de Teherán a desarrollar su programa de misiles con fines defensivos, y recordó, en cuanto al terrorismo, el largo historial de Washington en perpetrar actos hostiles contra Irán.
Las alegaciones del nuevo inquilino de la Casa Blanca se contradicen con las de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que ha confirmado que Teherán cumple los compromisos del acuerdo, lo cual ha comprobado durante ocho inspecciones sucesivas a sus instalaciones nucleares.
Las posibles consecuencias de la escalada retórica y amenazadora de Trump han concitado una gran inquietud en la ya convulsionada comunidad internacional, que aumenta sus críticas por los intentos unilaterales del mandatario de enmendar el pacto, mientras entre los Estados miembros de la Unión Europea existe el consenso de mantenerlo vigente, decisión hecha explícita por la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, al reiterar su compromiso con el acuerdo nuclear firmado entre Irán y el Grupo 5+1.
A su vez, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha afirmado que, en su opinión, “es absolutamente esencial, preservar este acuerdo para la paz y la estabilidad”.
Lo establecido por Trump enrarece más aún el clima de incertidumbres y expectativas internacionales creadas a partir de sus controvertidas decisiones en política exterior, entre ellas, la determinación de aumentar las tropas estadounidenses en Afganistán, la continuada injerencia de Washington en el Irak y el conflicto kurdo-iraquí, la participación de esa potencia en la agresión terrorista contra Siria, la amenaza de destruir totalmente a la República Democrática de Corea, el deterioro de las relaciones bilaterales con Rusia y Cuba, la retirada del Acuerdo de París sobre el medio ambiente y de la Unesco.
Sin duda, Trump tiene ya un abultado expediente de desaciertos políticos en apenas nueve meses de presidencia.