El desplome de la casa de circulación de agua de mar fue el principal daño, pero pudo no ser el de más envergadura. Un inventario de trágicas averías era perfectamente posible en la matancera central termoeléctrica (CT) Antonio Guiteras cuando entre el 9 y la madrugada del 10 de septiembre Irma le cortó casi todas sus fuentes de energía.
Quedarse a oscuras por unas horas hubiera sido consecuencia lógica de ese momento, excepto por los graves inconvenientes que ello suele provocar en una planta como esta, exactamente en su turbogenerador, y a la vulnerabilidad a la que se expone el eje o rotor de la turbina debido a las altas temperaturas.
El eje, explican especialistas, debe mantenerse girando hasta quedar en la posición definitiva y lograr su enfriamiento, proceso que dura varios días. Si la pieza para de golpe, sin lubricación, puede dañarse.
Es tal la relevancia del rotor que en el 2004 se flexó solo 1,9 milímetros, imperceptible a simple vista, pero suficiente para que la planta estuviera unos seis meses fuera del sistema electroenergético nacional (SEN). “Ahora eso no podía suceder, no podíamos permitirlo”, asegura Pablo Piedra Díaz, jefe de turno de la guardia número dos de producción, que prestaba servicio en aquellas jornadas.
“Al fallar casi todas las alternativas de alimentación de energía eléctrica, solo nos quedamos con el banco de baterías, nos pusimos a vigilar atentamente los puntos de apoyo del eje. Al cabo de ocho horas los eléctricos echaron a andar uno de los grupos electrógenos y fue cuando, auxiliados por una palanca, comenzamos a mover manualmente el eje”.
Durante cinco horas realizaron la operación hasta que, una vez restablecidas las fuentes de energía, el rotor volvió a moverse según el sistema establecido. “Lo preservamos. No hay nada que lamentar”, se ufana Piedra Díaz.
La conservación del turbogenerador estuvo precedida de arriesgados episodios. “En medio de la oscuridad, de cines volando y tremenda ventolera, algunos operadores como Gerardo Luis Aragón, Yeriel Piedra y Leandro Rivero salieron del área protegida, saltaron un muro y cargaron el diesel para echar a andar el grupo electrógeno”, narra un hombre con más 35 años de labor en la Guiteras.
Un poco antes, al filo de las 6 de la tarde del propio 9 de septiembre, con el agua casi a nivel de la cintura, Rubén Campos, el director, Asel Medina, eléctrico, y el operador Yasmanys Hernández, evacuaron hacia la atmósfera el hidrógeno, maniobra arriesgada por la mezcla explosiva que pudo formarse con el impacto del aire. “Pudo ocurrir cualquier desastre”, dice acariciándose las canas.
Lo que a grandes rasgos he contado, muy bien lo resumió Alfredo López Valdés, ministro de Energía y Minas, durante el chequeó de emulación que la CTC en Matanzas organizó para premiar desempeños como estos y otros que hoy se gestan en la CT.
“Esto hubiera sido una catástrofe si hubiéramos perdido el turbogenerador… Gracias a los que laboraron ese día, y a su director, se logró salvar la planta. Los compañeros que estaban aquí ese día pusieron el interés por la planta delante de sus vidas”.
Dicen que es muy bueno el turno dirigido por Pablo Piedra, un hombre de 64 años rodeado por jóvenes que no alcanzan los 30 años, a los que, al principio, algunos miraron con desconfianza. “Pensaron que no aguantaríamos, que no daríamos la talla”, recuerda Yoandry Flores.
“A pesar de la corta edad, asombran en ellos el sentido de pertenencia, la responsabilidad, cualidades recibidas de personas expertas, que han sabido dirigirlos”, reconoció Arbelio Páez Rodríguez, director de seguridad y protección.
Las casi 20 horas laboradas por el turno de Pablo Piedra figuran ya entre los momentos históricos de la CT Guiteras. Para este hombre, fundador por demás, será otro de sus días de guardia con un ciclón de por medio. “Nunca he escapo de uno. Nuca vi uno tan despiadado . Irma ha sido el peor”.