El desafío es la sombra bajo la que todavía se cobija este hombre que nos recibe de manera afable como si nos conociese de siempre, que habla con añoranzas y la misma firmeza que lo llevaron a alzarse en la Sierra Maestra y a cumplir cuanta misión le deparó la vida militar, sinónimo de encomiendas de Fidel y Raúl.
Hace una década que el general de Cuerpo de Ejército ® Rigoberto García Fernández ha podido desarrollar a sus anchas un afán que solo superó el servicio a la Revolución, el amor a su esposa Mirna, hijos y nietos.
Hoy, en su retiro, rememora los años de entrega al frente del EJT, que por historia y cometido no deja de ser mentado a diario por la población, como fiel continuador de las tradiciones productivas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), heredadas del Ejército Rebelde.
¿Cómo valora la creación del EJT?
El 3 de agosto de 1973 nació el EJT, durante un acto en Camagüey presidido por el entonces ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro Ruz. Considero que fue una idea genial, algo prácticamente inédito por la doble función que cumple, en lo militar y lo civil. Cuatro años después me dieron la misión de dirigir esa fuerza, que vino a suplir la falta de mano de obra en varios territorios, principalmente en la región agramontina, en Ciego de Ávila y Las Tunas.
¿Cómo sin tener conocimientos técnicos pudo asumir la dirección de este ejército y llevarlo por un camino empedrado a los éxitos que atesora hoy?
Mandar es una asignatura muy difícil. Jamás pensé que iba a hacer este tipo de trabajo, me sorprendió y satisfizo a la vez. Bueno, tampoco imaginé ser militar.
Mi base académica eran los estudios de bachillerato que dejé en cuarto año. Luego del triunfo de la Revolución la preparación fue en academias militares. Así que con las nuevas funciones tuve que aprender lo fundamental de los sectores donde nos daban tareas, sobre todo en la agricultura. Hoy cualquiera en el EJT te habla de temas económicos, pero la instrucción del mando transcurrió sobre la marcha, a base de esfuerzos, equivocaciones, enmiendas e incomprensiones, pues no anduvimos sobre un lecho de rosas.
Para empezar, ni los padres querían que sus hijos llamados al Servicio Militar Activo lo hicieran en el EJT y eso que cobraban un salario y podían aportar a la economía familiar.
Nuestra razón de ser siempre estuvo en la producción, luego de cumplir un ciclo de preparación militar. En sus inicios fuimos una fuerza de apoyo, sin responsabilidad económica, aunque sí de lo que no salía bien, lo cual resultaba desmotivante e injusto.
Por suerte aquello cambió y asumimos el control total de las labores encomendadas. No se hablaba como ahora de cadenas productivas, si bien esa era la esencia, tener el ciclo completo, desde el campo hasta la comercialización. Así administramos centrales azucareros y empresas de cítricos, de café y de cultivos varios. Finalmente nos dejaron solo con el sector agrícola.
No pocas empresas las asumimos en la quiebra. Les asignábamos los soldados necesarios, porque los indicadores económicos eran importantes. Trabajando duro se duplicaban y hasta triplicaban los rendimientos y producciones. Después nos íbamos, porque el fin era enseñar cómo hacer las cosas bien, no era eterna la ubicación.
Desde entonces se ganó también en una máxima que hoy permanece, la preparación de los combatientes para su vida futura en oficios básicos y como operadores de máquinas pesadas y hasta de combinadas cañeras.
¿Podemos decir que el EJT constituye brazo económico, ideológico y armado de la Revolución?
Sin descuidar un instante su papel de primera reserva, su carácter de cuarto ejército, el EJT ha realizado en estos 44 años múltiples tareas productivas y cuantas misiones imperiosas de la economía le confiaran el Gobierno y las FAR: en la agricultura, el ferrocarril, la construcción… Solo en esta última los valores creados superan los 300 millones de pesos en 250 obras, como centros educacionales y científicos; instalaciones turísticas, edificaciones para la defensa y más de 2 mil 242 viviendas.
En coordinación con el Ministerio de la Industria Básica intervinimos en la colocación de líneas eléctricas como el montaje de 70 kilómetros de alta tensión entre Moa y Baracoa. Las primeras luces del malecón habanero fueron puestas por nuestras fuerzas.
Se menciona poco, pero no es cosa de juego que ya excedan las 177,1 millones de toneladas de caña cortadas, equivalentes a más de 20 millones de toneladas de azúcar. Por eso cumplió o sobrepasó su plan en 39 de las 46 zafras en que ha participado.
Cuando hizo falta recuperar la producción cafetalera en las montañas, contribuir a la permanencia de los campesinos, aportarles en lo social y lo cultural; allí estuvo el EJT, que al decir del General de Ejército Raúl Castro Ruz, tiene un lugar destacado en la historia laboral del país.
La obra también es ideológica, de ahí la admiración, confianza y respeto del pueblo. Entre los cerca de 320 mil jóvenes que han integrado las filas del EJT─unos13 mil por año─, casi el 17 por ciento recibió entre nosotros la condición de militante de la UJC o del Partido y miles pudieron acogerse a la Orden 18 del Ministro de las FAR y hoy son médicos, ingenieros, maestros. Otros llegaron a puestos de dirección en empresas o ganaron grados militares y permanecieron en este ejército conformando el 80 % de su jefatura.
De sus filas salieron soldados para pelear en Angola, construir los aeropuertos a fin de facilitar en el Sur las maniobras y superioridad de nuestra fuerza aérea y proteger la ofensiva terrestre cubana. También edificaron importantes obras para el desarrollo económico y social de esa nación africana.
La historia más reciente del EJT está marcada por su impulso al mercado agropecuario de nuevo tipo
A partir de 1991, nos asignan la responsabilidad de administrar y dirigir granjas estatales de manera integral y asumimos la dirección económico-productiva de nuestras unidades. Íbamos a los lugares donde vendían más caro y éramos la contraparte.
Nos creamos enemigos, gente hablando en contra de eso y no hicimos caso. Como nuestra obra no distaba de lo que pensaban Fidel y Raúl seguimos adelante, lo importante era beneficiar al consumidor. Bajo esa premisa fueron abiertos 26 mercados agropecuarios en el país, con ventas anuales por más de 300 millones de pesos, a precios que si bien aún distan de los deseados, todavía son los más bajos en ese campo.
En la población causaron muy buena impresión y repercusión. Raúl me dio mucha autoridad. El MINFAR nos apoyó, también el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque; Esteban Lazo Hernández, quien dirigía el Partido en la entonces Ciudad de La Habana, y Lázaro Expósito, que estaba en la provincia de Granma.
Esta historia contada a grandes rasgos y de la que fue protagonista le valieron ser condecorado como Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Cierto, pero no trabajé para eso. Primaron mis convicciones y quienes tenían que hacerlo confiaron en mí. Si volviera a nacer y se repitiera la misma causa, haría lo mismo.
El EJT parece llamado a no desaparecer, aunque cambien las estructuras y misiones. ¿Qué mensaje enviaría a sus actuales y futuros miembros?
Que sigan honrando a este ejército, sin importar la complejidad y el lugar de la misión. Esa será su sierra, su Girón, su Angola. Una historia para llevar con orgullo mientras se construye un futuro mejor, sobre innegociables principios de libertad e independencia.
*Esta entrevista fue publicada originalmente en la revista Verde Olivo