La historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, desde sus inicios, ha estado marcada por el conflicto entre los afanes dominantes del poderoso vecino y la nación cubana. Nuestro pueblo ha afirmado su identidad, su sentido de cubanía, su voluntad de alcanzar la plena soberanía y defenderla frente a poderes externos, como fue el dominio colonial español primero y luego la imposición neocolonial del imperialismo estadounidense, de manera que este devenir secular ha acendrado la capacidad de lucha en la Perla de las Antillas.
En días pasados el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, mostró ante el mundo la peor de las caras de ese imperio al referirse a la política hacia Cuba. Barack Obama había hablado de cambios, a partir del criterio de que la política diseñada desde hace más cincuenta años había demostrado su fracaso, por lo que se hacía necesario encontrar nuevas formas que permitieran alcanzar los propósitos históricos frente a la Revolución Cubana; ahora el actual mandatario decidió revertir en buena medida esas modificaciones con un lenguaje que revive los peores momentos de la guerra fría.
No solo Trump declaró esa intención agresiva en su más burda manera, sino que ofendió al pueblo cubano de palabra y al rodearse de asesinos y terroristas cuyas acciones han costado la vida a muchos hijos de esta tierra. Todas las pérdidas que provocaron son muy sensibles y quizás pueden simbolizarse en una de ellas: el asesinato de Frank País, aquel joven de 22 años que había alcanzado estatura de gigante en la lucha contra la tiranía encabezada por Batista. Saber que uno de los que cometieron ese vil asesinato, junto a otros de similar condición, se recordaba dentro del grupo entusiasta de Trump esa noche en Miami resume el agravio a los cubanos dignos, que somos la gran mayoría.
Ante tales ofensas, ante el regreso a lo peor de la guerra fría en el Ejecutivo norteamericano, los historiadores cubanos condenamos las declaraciones realizadas por el Presidente norteño. Desde nuestro saber, tenemos la posibilidad de analizar esta situación a partir de la perspectiva histórica, a la vez que nos comprometemos a continuar la labor extensionista que permita llevar a cada sitio de Cuba, el conocimiento de la historia patria.
La Unión de Historiadores de Cuba expresa, por tanto, la voluntad de sus asociados de continuar su trabajo en pro de la defensa de la nación, de la soberanía, del derecho a decidir con plena independencia nuestro presente y futuro, asumiendo la rica herencia histórica que poseemos; al tiempo que afirmamos nuestra disposición al intercambio respetuoso con nuestros colegas de todo el mundo. Como dijo Bonifacio Byrne, en versos muy representativos del sentimiento cubano, en nuestra bandera, “que no ha sido jamás mercenaria”, resplandece una estrella “con más luz, cuanto más solitaria”.