Si fuera necesario definirte, solo una palabra bastaría: amor.
Estás, con la naturalidad de tu ternura, en cada instante de la obra humana de este tiempo de gloria, repartida en sacrificios, entregas y vigilias. Tus manos se han hecho dueñas del acero y el martillo; te asomas a los microscopios, hiendes la azada en la maleza, regalas en las aulas luz al pensamiento y curas con tu paciencia de algodón y beso junto al lecho de los hospitales.
Como si fuera poco, haces tuyo el encanto de la danza y la sublimidad de la acuarela; eres soldado, salvaguarda de nuestras calles y guardián en la frontera. No te son ajenos los rangos mayores de la política y el gobierno, sin que por ello olvides un instante tu misión insustituible en el hogar y la familia. Para el hombre, eres báculo y rumbo; solo contigo la vida es completa.