Raúl Escalona Abella, estudiante de Periodismo
Amargos fueron los días para los partidarios del independentismo luego de que el gobierno estadounidense incautara las embarcaciones del denominado ‘Plan de la Fernandina’. Tres navíos pertrechados y preparados para invadir con simultaneidad a Cuba por las tres regiones: Occidente, Centro y Oriente. “El movimiento independentista estaba acabado”, coreaban triunfales los enemigos de la Patria; pero Martí lo había dejado bien claro en aquel memorable discurso del 10 de octubre de 1890: “(…)un pueblo que entra en revolución no sale de ella hasta que se extingue o la corona (…)” [1]. La línea estaba definida: o tocamos con las manos callosas de la opresión el delicado rostro de la libertad o nos entregamos a la inmolación de un pueblo entero.
Producto de la voluntad y el tesón, el 29 de enero de 1895 José Martí como delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC), Enrique Collazo tal apoderado de los mambises de Cuba y José María (Mayía) Rodríguez en representación del General en Jefe Máximo Gómez firmaban la Orden de Alzamiento que fijaba el comienzo de la contienda para la segunda quincena de febrero. Días después, los revolucionarios en Cuba determinaron la fecha: 24, día de carnaval.
Fusil al hombro …
La patria alzó el machete, le sacó brillo al fusil y se lo colgó al hombro, para con la canana, el yarey en la cabeza y el alma colmada de pasiones, alzar la vista y mirar el monte redentor y salir, con decisión titánica, a buscar su libertad.
Lamentablemente lo organizado con detenimiento no transcurrió el día del alzamiento. La simultaneidad necesaria para asestar un golpe sorpresivo a los colonialistas no sucedió, no obstante, los cubanos subieron a las indomables grupas de la guerra justa para sangrar su libertad.
En La Habana, lo insólito cobró vida cuando los españoles sorprendieron el mismo día 24 a Julio Sanguily quien permanecía en su casa inexplicablemente. Este lamentable suceso frustró las posibilidades de un levantamiento en la capital.
Matanzas encendió la llama libertaria en La Ignacia, cerca de Ibarra, donde Juan Gualberto Gómez, Antonio López Coloma y un reducido grupo de combatientes alzó la comarca, pero intensamente perseguidos y sin recursos, se vieron forzados a entregarse a España. Igual suerte corrió Martín Marrero y sus hombres, puestos en pie de lucha en La Yuca, Jagüey Grande. En Aguada de Pasajeros, Joaquín Pedroso clamó a Cuba Libre, pero similar a los anteriores no logró sostener el movimiento.
Oriente, hervidero natural de las revoluciones cubanas, esta vez no fue la excepción: el venerable Guillermo Moncada, sumamente enfermo plantó grandeza en La Lombriz y demostró que las penurias de nuestro cuerpo constituyen males secundarios ante los padecimientos de la nación. Bartolomé Masó y sus hombres iniciaban la lucha en Colmenar de Bayate, mientras en San Luis se sumaba Quintín Bandera, en El Caney Victoriano Garzón y en El Cobre Alfonso Goulet. La osadía la colmó el buen Saturnino Lora que en pleno Baire invocó la libertad patria y llamó a la lucha contra el poder colonial.
Guantánamo se sumaba al “remedio único y definitivo”, como definía Martí a la guerra, y lo hacía en el machete alzado de Pedro (Periquito) Pérez.
A 122 años del hecho trascendente nuestros rostros descienden, los ojos observan la tierra, esa que tantos nombres guarda y que con terquedad de señorona orgullosa no nos los quiere revelar. El homenaje a los héroes que ofrendaron su vida y el silencio eterno del espíritu para aquellos que, a lo mejor sin querer, encuentran grabado su nombre, no en tarjas ni monumentos sino en el nicho de altas palmas que la Patria posee para venerar a sus más sublimes hijos.
[1] Cuadernos Martianos III Preuniversitario pp. 95.Bibliografía:
Bosch Gaviño, Juan (2005) De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe frontera imperial, Ciencias Sociales, La Habana.
Miró Argenter, José (1970) Crónicas de la guerra, Editorial Huracán, La Habana.
Torres Cuevas, Eduardo; Loyola, Oscar (2001) Historia de Cuba 1492-1898 Surgimiento y formación de la nación La Habana.