“Tocar la fibra de la nación”

“Tocar la fibra de la nación”

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Por Raúl Escalona Abella (estudiante de periodismo)

Pocas almas jóvenes albergan como Yusuam Palacios Ortega el amor patriótico que inmediatamente transmite con sencillez. Foto: Heriberto González Brito
Pocas almas jóvenes albergan como Yusuam Palacios Ortega el amor patriótico que inmediatamente transmite con sencillez. Foto: Heriberto González Brito

 

Los hombres prolíficos siempre son rodeados por ese hálito de misterio y constancia que levanta a los pueblos y proclama la independencia del espíritu. Yusuam Palacios Ortega constituye uno de estos seres. Su dedicación plena lo convierte en el arcano joven martiano y fidelista que, con el verbo encendido, cautiva a cuanto peregrino se le aproxime ávido de saber y respuestas. Para él, el ánima apostólica está presente en cada porción de la geografía cubana. Digno pupilo de un maestro de todos, ha sabido consagrar su vida a una pasión casi quimérica que le envuelve y hace vibrar hasta la más recóndita fibra, su profunda esencia y sencilla figura.

Licenciado en Derecho por la Universidad de La Habana desde el  2011, desempeña el cargo de director del Museo Fragua Martiana y el de presidente del Movimiento Juvenil Martiano, trincheras de un combate absoluto para convertir al más universal de los cubanos en paradigma constante de la vida diaria de nuestro pueblo y del mundo. Hasta las antiguas Canteras de San Lázaro se acerca Trabajadores para conversar de Martí, de Cuba y de esos enlaces continuos que van tejiendo el alma de la patria.

Su profunda fe martiana hace pensar a muchos que usted está encantado por el ideal del Maestro, ¿dónde tuvo inicio este acercamiento a sus palabras?

Comencé a conocer a Martí desde niño bajo la significativa influencia de mi familia. El hecho de que mi abuela materna ejercía el magisterio incentivó el acercamiento a personalidades históricas como Maceo, Camilo, el propio Héroe Nacional, entre otros patriotas. Luego, al iniciar en primer grado mi maestra me enseñó a leer promoviendo los textos de Martí. Siento hoy, ya conscientemente, que esta educadora logró estimular en mí esa necesidad de acercarme al Maestro y empecé a estudiarlo sin la guía de ninguna institución martiana ni influencia de organismo alguno, lo hacía por el ansia de conocer su obra, de sentir y comportarme como él.

Asumí su idea como una filosofía de vida. Digo esto ya a la luz de muchos años, con otro pensamiento, desde una conciencia formada, pero el origen es ese: mi infancia. Nada extraordinario, sencillamente como creo que debe ser con cada educando cubano: la influencia en el hogar y más tarde el calzo del maestro en la escuela.

Entonces, ¿usted define que la martianidad debe llegar a cada persona por esos dos afluentes: la familia y la escuela?

Sí, esa martianidad tiene que confluir en el individuo para lograr formar a un ciudadano cubano entero, y como Martí nos enseña, eso hay que ensayarlo en la niñez. Etapa donde vamos formando nuestra manera de ser, de comportarnos; y los dos pilares que tú mencionabas integran la fórmula, pero desde una conciencia como la que tenemos hoy, a la labor desempeñada por el hogar y el colegio tenemos que sumarle el papel de la sociedad en su conjunto: las instituciones culturales, políticas, de masas y muy especialmente a las estudiantiles que acompañan al joven en las etapas de su formación intelectual, la Organización de Pioneros José Martí, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media y la Federación Estudiantil Universitaria.

En un sentido metafórico, ¿ve a Martí andando por las calles de la Cuba actual?

Creo que sí y por eso es tan contemporáneo. Así muchos no lo conozcan de verdad, y este constituye el reto máxime de todos porque conocer a Martí no es saber el día en que nació o murió, advertirlo significa descubrir la martianidad, leerlo profundamente. Para los cubanos él transita por los caminos de nuestro país, está conectado con cada uno de nosotros en un sentido místico. “Es un misterio que nos acompaña” –como dijo Lezama Lima– y aunque muchas veces no somos capaces de ir a él; ahí está, a la espera del acercamiento a sus esencias para transitar, desde y con su pensamiento, las vías de la nación.

En ese paso, Martí observa lo bueno y lo malo que estamos haciendo en Cuba. Y cuando conocemos que algo no salió bien y despertamos el espíritu autocrítico por ello, acuden el ejemplo y los juicios de este cubano ejemplar para guiar la acción de rectificación de cada error desde su origen. En este tránsito con el Apóstol debemos ser radicales, que es ir a la raíz y no a los extremos.

¿Cree que la juventud cubana encarna la idea martiana en profundidad?

No podemos decir que a Martí se le conozca profundamente por todos los jóvenes. Pese a no tener un libro relacionado con él todo el tiempo en las manos, muchos lo reconocen e imitan. Quizás hay una serie de enlaces invisibles, que no podemos palpar, pero podemos sentir. Es como un linaje. Con él se nace queramos o no. Va con nosotros y determina una adhesión a Cuba, nosotros pertenecemos a Martí, somos martianos por nacimiento.

Sin llegar a absolutizar digo que la juventud dadivosa, amante de la patria, que sale a luchar por mejorar el país, a cambiar lo que tenga que ser cambiado, estimulada a obrar y deseosa de conquistar el mundo, vive martiana, aunque no lo conozca en su integridad. Todo joven cubano de este tiempo es hijo de los próceres que lo antecedieron en obra pero que lo acompañan en espíritu.

¿Cuál es la tarea a realizar? Tenemos que conquistar a esa parte del universo juvenil que no comparte estos valores, que dista mucho de ser patriota. Esa constituye la porción a la que no hemos llegado nosotros con los estandartes del Maestro. Aquellos que ya poseen una formación cercana al pensamiento del más universal de los cubanos deben atraer para sí a los que no militan en estas ideas.

Los actuales procesos sociales lamentablemente propician la proliferación del segundo grupo de jóvenes a los que usted se refería. ¿Cree que en algún punto las ideas del Maestro pudieran quedar como reserva de una élite intelectual y abandonen a las capas más sencillas del pueblo?

No pienso que pueda suceder algo así porque, aun en tiempos donde se desconocía a Martí en Cuba y su divulgación era incipiente, existió un Mella que llamó a sus contemporáneos y convidó a acabar con tanto “asco intelectual” y a presentar al héroe verdadero y completo. Apoyo a que el verdadero intelectual revolucionario ayude a no volver al “asco intelectual” nunca más.

Los investigadores e historiadores de la vida y obra apostólica deben promover al personaje auténtico y cuidar que la existencia y el pensamiento martianos no se queden en una zona ignota para las personas, que abandone el bronce y habite en las mentes.

A veces damos como un hecho que el Apóstol se ha detenido en la cita fría y descontextualizada. ¿Cómo lucha el Movimiento Juvenil Martiano (MJM) contra este estancamiento del paradigma?

El citarlo no es malo, estamos plenamente de acuerdo con que se diga: “Como dijo Martí…”, pero mencionar sus ideas tiene que hacerse correctamente, respetando el contexto en que se dijo la frase, la significación y no forzar jamás el sentido porque eso sería antimartiano.

En ocasiones expresamos un texto atribuido al Maestro y lo decimos mal o con una significación errónea y esto daña al paradigma. Escuchamos decir al docto: “La patria es ara y no pedestal, se la sirve, pero no se le toma para servirse de ella”. Está muy bien y es verdad que el magno héroe lo dice, aunque falta algo que al omitirlo estamos violando el propósito de la sentencia. Afirma: “La patria necesita sacrificios, es ara…” Por lo tanto, al obviar ese fragmento estamos despreciando la importancia que le concede Martí a la oblación patriótica. Existe la inmolación, máxima prueba de la adhesión a una causa, pero el sacrificio diario y constante traerá al país el empuje que necesita para avanzar, ahí radica la esencia de la cláusula.

Consciente está el MJM de todas estas desviaciones, por lo que siempre insistimos en que se profundice en el estudio de los textos y en la trayectoria para comprender los momentos en que dice cada línea.

¿Hemos perdido el sentido del sacrificio para lograr una nación mejor? 

En una buena medida nos ha vencido el inmovilismo, no porque este pueblo carezca de la capacidad de resistencia requerida para lanzarse a la austeridad, sino que las complejidades del momento actual hacen al cubano un ser atacado en muchos frentes: económico, político y espiritual.

El tejido subjetivo de la nacionalidad está muy dañado, las agresiones constantes del imperialismo, la profunda crisis afrontada en los años noventa del pasado siglo hicieron mella profunda en él. En medio de esta encrucijada tenemos que asirnos al Apóstol para conservar esa cultura de la firmeza y no destruir, con su olvido, el lienzo de la cubanía.

De golpe le pregunto si no se ha cansado nunca de hablar del Maestro. La rapidez de su respuesta demuestra cuán claro lo tiene: “No, ni me voy a cansar”. Por un momento inclina la cabeza y examina el bolígrafo que sostiene su mano. Levanta su mirada clara y con una sonrisa tan amplia que casi le desaparece el rostro, sentencia: “Porque creo que una de las formas para mantenerlo vivo es hablar constantemente de él. Conversar sobre su vida y obra contribuye a divulgar su fructífero paso por la tierra. Somos una suerte de maestros ambulantes que van por ahí dialogando sobre Cuba, el Apóstol y nuestra historia. La mejor forma de darle vida a ese pensamiento resulta su propagación y aunque sea una labor de a poquitos, hay que hacerla”.

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