Por Raiza Arango Medina y Ana Margarita González
La edad no pone límites a la vida útil. A algunos hombres se les ve trabajando aun cuando pareciera que deberían tomarse un tiempo para el descanso y el regodeo de sus hermosas espiritualidades. Bendecido es este que a los 96 años tiene lucidez y voluntad para asistir a su consulta y atender a cuanto paciente asiste a ella.
El nombre del doctor Alberto Fernando Hernández Cañero saltó a la palestra en los primeros días de noviembre último, cuando en acto solemne en el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, le fue impuesto el Título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Ha dicho José Ramón Machado Ventura, Segundo Secretario del Comité Central del Partido, que el doctor Alberto siempre ha mostrado una extraordinaria disciplina; es la clase de hombre que en el momento de expresar su criterio, lo hace con entera claridad, con realismo. “Y es también el científico, el revolucionario, el humanista que se ha ganado el reconocimiento de todo un pueblo por sus méritos”.
Ni siquiera así, con ese premio, culminaría su etapa laboral. Pocos días después nos recibió en su consulta, ataviado con la larga bata blanca, su estetoscopio colgando del cuello, y varios minutos de retraso, pues antes que a los periodistas, atendió a un amigo que le pidió le escribiera el prólogo de un libro y a una paciente que exigió un examen del galeno. Sonríe, saluda con caballerosidad y se dispone al diálogo.
Llega a los 96 años con lucidez para atender a sus pacientes…
Es una bondad que ha tenido la naturaleza conmigo, y aunque en mi familia no hay longevos, he podido llegar a este punto sin nada de qué arrepentirme. Los hábitos de vida y alimentarios influyen también, porque si uno no come correctamente aparecen los problemas. Soy diabético, estoy controlado y como ¡de todo!, pero tomo una medicina que me resulta muy útil.
¿Ha hecho ejercicios alguna vez en su vida?
Lo mío siempre ha sido trabajar. Ahora es que hago ejercicios, para que las articulaciones se me mantengan en buen estado.
¿Cómo comenzó su vida profesional, por vocación o porque la familia lo indujo a ser médico?
Antes de 1962, cardiología no se estudiaba como una carrera, más bien éramos empíricos; trabajaba en el antiguo hospital Reina Mercedes y allí había un cardiólogo que me ofreció su consulta y con el tiempo me fui especializando. Después del triunfo de la Revolución se crearon las diferentes modalidades de la medicina.
¿Cuántos años llevaba usted ya de médico en 1962?
Bueno, vamos más atrás. Yo nací en Güines, en 1920, e hice mi enseñanza primaria en el pueblo de San Cristóbal. A los 12 años vine para La Habana, para la casa de mi abuela materna; me preparé para entrar en el Instituto de la Segunda Enseñanza y terminé mi carrera de Medicina en 1944 como médico general. Junto con los estudios me incorporé a la sala Yarini, del hospital Calixto García; primero fui médico asociado y después profesor instructor. Luego trabajé en la Fundación Castellano como segundo jefe de investigaciones y me mantuve en la docencia. Cuando triunfó la Revolución me nombraron Profesor Interino; en 1962 ya era Profesor Titular y así fui progresando.
¿Cómo lo traen del Calixto García a este instituto para ser director fundador?
Hace 71 años que soy médico; durante 31 me desempeñé como director del instituto y desde hace 12 ocupo un cargo que fue creado especialmente para mí: el de director fundador, porque el anterior ya era una responsabilidad muy grande para mí. Tengo una oficina donde hago mis consultas; vengo tres días a la semana y las doy de 10:00 a.m. a 2:00 p.m.
En el año 1960 me nombraron jefe de todos los hospitales docentes, que en ese momento solo eran tres: Calixto García, Fructuoso Rodríguez y Manuel Fajardo; en este último se crearon los institutos de investigación del Ministerio de Salud Pública.
Nuestro grupo fue denominado como Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, en 1973; ya en esa época ejercía como cardiólogo y me nombraron su director.
El instituto tuvo un acelerado desarrollo y rápidamente se introdujeron, ampliaron y promovieron las tecnologías diagnósticas y terapéuticas más avanzadas, de manera que pronto se convirtió en un Centro Cardioquirúrgico de un alto nivel científico comparable a los de los países desarrollados.
¿Cuándo no está trabajando qué hace?
Descanso en mi casa con mi señora, quien tiene la misma edad que yo. Llevamos 61 años de casados. Tengo dos bisnietos, dos hijas hembras; y un varón que falleció hace muchos años a causa de un accidente.
¿Lo más difícil de su carrera?
Hay cosas que me han costado mucho, como obtener este Título de Héroe del Trabajo; al final me convino que me la dieran fuera de la fecha del Primero de Mayo, porque me conoció todo el país.
¿Tiene idea de cuántos pacientes ha atendido en su vida?
Eso es muy difícil. Hasta hace muy poco tiempo yo mantenía la historia clínica de todos mis pacientes, pero decirle una cifra es imposible.
Doctor, ¿casos que más lo hayan impactado?
Han sido demasiados; porque la enfermedad que atiendo provoca muchas muertes súbitas, una dolencia que hace que el corazón fibrile (interrumpe los latidos) y fallezca la persona al instante. Algunos dicen que soy el padre de la cardiología, yo no tengo conciencia de eso. La vejez es implacable, y no puedo quejarme de haber supervivido tantos años la esperanza de vida de los cubanos”.
¿Qué lo hace más feliz?
Todas las cosas que hago, aunque me haría mucho más feliz poder realizar todos los sueños que aún me quedan. Actualmente tengo dos libros para publicar; uno sobre la historia de la cardiología en Cuba y el otro de vivencias y anécdotas de la creación del instituto, y trabajo en un tercero que se llamará Cronología del desarrollo de la cardiología y cirugía cardiovascular en Cuba.
¿Cuál es su filosofía de la vida?
No suelo ser muy filósofo. La única filosofía que conozco es la marxista porque soy comunista desde muy joven. Yo tenía en casa de mi abuela tíos varones que eran comunistas utópicos, con buenas intenciones. Mi familia era de emigrantes españoles. A los 15 años ya era simpatizante de los comunistas y cuando entré a la Universidad me hice militante del Partido Comunista.
¿Tuvo alguna participación en actividades políticas?
En todas las que se hicieron antes de la Revolución estando en la Universidad de La Habana; porque pertenecí al Partido Socialista Popular de Blas Roca, de quien fui médico.
¿Conoció a Fidel personalmente?
Sí, incluso lo atendí una vez como ayudante del doctor Gilberto Díaz que era su médico personal. Lo gracioso es que la fibrilación por la cual empecé a verlo se le desapareció un buen día, de la nada. No creo que haya dos hombres en el mundo como él, hizo todo lo que pensó, y murió cuando quiso el destino. De Raúl también fui médico bastante tiempo. No tenía ninguna enfermedad, sino que pertenecía al equipo que lo atendía.
¿Prefiere más la docencia o las consultas?
Disfruto las dos, pero siendo sincero me gusta más la práctica médica, el cara a cara con los enfermos.
¿Qué les recomienda a las personas de su edad?
Hacer ejercicio, una dieta sana. No quedarse sedentario y tener mucha fuerza de voluntad.
¿Qué le falta por hacer?
Mis metas no acaban nunca.