Por Rodny Alcolea Olivares y Ramón Barreras Ferrán
Una muchacha sentada / sobre una piedra, llorando, / descalza y sola, buscando / algo suyo entre la nada. / Eres la Ciudad Primada, / Baracoa, mon amour. / Sigues teniendo el glamour / de las ciudades remotas / pese a tus columnas rotas, / pese a tu dolido albur.*
El huracán Matthew puso un punto y seguido en la vida de quienes residen en Baracoa. Después del 4 de octubre comenzó allí una etapa compleja y llena de inconvenientes, pero también caracterizada por un espíritu emprendedor, típico de los cubanos y especialmente de los orientales, siempre aguerridos, jamás vencidos.
A miles de baracoenses el endemoniado Matthew les llevó todo o casi todo lo que tenían. Pero la vida sigue con su ajetreo cotidiano, con su andar apresurado; más difícil que antes, eso sí, pero llena de proezas cotidianas y de la esperanza de que Baracoa, la bella Baracoa, tendrá más temprano que tarde sus elegantes galas de siempre para levantarse en el tiempo y ratificarle al mundo: ¡Yo fui, soy y seré la Primada de Cuba!
¿Ciudad maldecida?
En el libro Baracoa más allá de La Farola, el periodista y escritor Ariel Soler Costafreda, afirmó con sobradas razones que esa región está caracterizada por tener encantos exclusivos en sus 974,3 km2, entre los que hay 55 mil 468 hectáreas de patrimonio forestal, 82 kilómetros de costas, y 14 playas y 29 ríos de corriente superficial.
Pero sus habitantes aseguran también que sobre la región “pesa una maldición”, y le han puesto nombre: “la de El Pelú”.
Sobre el tan mencionado vagabundo, cuenta Soler Costafreda en su obra: “Se dice que en una ocasión desafió las crecidas aguas del Toa, atravesó su furia como patente de una voluntad que no doblegaría nunca la indefensión y la miseria.
“Por casa tenía la calle y por techo y abrigo un periódico arrebatado al viento. Desandaba ante la indiferencia de los pudientes, amparado por la gracia de los piadosos y convertido en blanco de las burlas de enajenados y hasta de pedradas de chiquillos malcriados, como las que un día de 1897 le impactaron en la cabeza. Fue entonces que, mientras le corría la sangre, profirió las terribles palabras: ‘La maldición que le echo a este pueblo es que tenga grandes iniciativas y ninguna llegue a la realidad’”.
A esa condenación culpan en Baracoa los estragos que hicieron las inundaciones provocadas por el huracán Hilda en septiembre de 1955, sobre todo en la zona de Quiviján; al mar de leva ocurrido el 19 de marzo del 2008, con las penetraciones marinas más grandes recordadas en 50 años que dañaron toda la zona del malecón y otras cercanas, y afectó total o parcialmente a más de 220 viviendas y diversas instalaciones comerciales, educacionales y de recreación, y ahora, al paso destructor de Matthew.
Inolvidable resultará la noche del 15 de agosto del 2011 en la que se efectuó la gala en homenaje a los 500 años de haber sido fundada la villa. Al anochecer el cielo estaba totalmente despejado, pero poco después se nubló con rapidez y al comenzar el espectáculo apareció una torrencial e interminable lluvia que puso en peligro la presentación y nos empapó a todos los presentes. Los baracoenses, ni cortos ni perezosos, determinaron de inmediato la razón de lo ocurrido: “¡Es por la maldición!”
Más allá de la leyenda
Pero los residentes en Baracoa siempre han sabido afrontar las adversidades y recuperarse. En esta ocasión no es diferente. ¿Qué opinan ahora sus hijos?
Onel Navarro Guilarte, secretario general de la CTC en ese municipio: “Al pasar a la fase recuperativa, de manera inmediata los trabajadores se dieron a la tarea de botar escombros, apoyar a las brigadas que llegaron de otros territorios, reanimar los centros y darles vitalidad… La actitud ha sido digna. Muchos que perdieron el techo o toda la vivienda se incorporaron enseguida en las funciones laborales que les corresponden y se mantienen en ellas. Queda mucho por hacer aún, porque los daños fueron enormes, pero saldremos victoriosos una vez más”.
Alejandro Hartman Matos, historiador de Baracoa y reconocida personalidad vinculada a la historia, la espeleología y la literatura, expresó que su alma, al ver la ciudad devastada por el viento, la lluvia y la furia del mar, anda adolorida. “Pero estoy convencido de que nuestros moradores, que la llevan en sus corazones, junto al apoyo desde la más alta dirección del país hasta el delegado, representantes en cada circunscripción, la restauraremos más bella”, aseveró.
En declaraciones suyas publicadas en Internet expresó: “Con su techumbre caída, Baracoa mantiene el corazón alegre”.
Ahora añade: “A todos los que hemos pasado por momentos difíciles por el estrago del huracán Matthew, nos cabe la dicha y la confianza de vivir en un país donde el desamparo no existe. Por eso le sonreímos a la congoja”.
Apreciamos que muchos sitios patrimoniales vuelven a techarse con tejas españolas y francesas. ¿Es para conservar la originalidad?
“Se trata de que la tipicidad distintiva de nuestro patrimonio edificado quede para las generaciones venideras. No tenemos la riqueza de una torre Iznaga, como la de Trinidad, o de las valiosas viviendas coloniales de esa villa; no poseemos las pilastras truncadas y los arcos carpaneles que singularizan a Camagüey; no somos la ciudad de los Puentes o la Atenas de Cuba; no podemos compararnos con la Perla del Sur, ni con la Ciudad Maravilla, pero la Ciudad Primada tiene una arquitectura vernácula, que nos identifica.
“Y es a ella a la que le dedicamos el esfuerzo de todos para protegerla. El rojizo de nuestra techumbre ha vuelto a renacer”.
¿Sueña con una Baracoa otra vez resplandeciente?
“Ya no sueño, porque día a día, desde el 4 de octubre, la Primada retoña en cada instante, mano a mano, corazón a corazón”.
Ciudad Primada de Cuba, / por ti se oyen (¡qué conquista!) / rezos del panteón marxista, / himnos del panteón yoruba. / ¡Que suba el ánimo! (¡Suba!) / Que el dolor no te corroa. / Tú volverás, Baracoa, / a ser mítico lugar, / paisaje espectacular / vestigio de indio y canoa.*
*Del poema en décimas de Alexis Díaz Pimienta publicado en el sitio web Cuba Ala Décima.