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¡Trujillo se doctoró otra vez!

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Raúl Trujillo no teme ser un hombre natural. Su obra es am­pliamente conocida y triunfante, pero su legado humano y pedagó­gico está por encima del depor­tivo, aunque suene a blasfemia para los que abrazan y aplauden las conquistas de la lucha greco cubana.

Él se doctoró hace algún tiem­po. Las coronas olímpicas de Mijaín López, Luis Orta e Ismael Borrero, entre otras muchas gestas, lo han ca­tapultado a un espacio privilegiado de nuestra historia. Sin embargo, hace algunas jornadas recibió un tí­tulo magnífico: el de Doctor Honoris Causa en Ciencias de la Cultura Fí­sica y el Deporte.

¿Cómo interiorizó tan significa­tivo momento? ¿Lo equipara con sus mejores instantes a un costado del colchón? Que lo diga él mismo.

“Es un reconocimiento, único, muy relevante. Es un honor que ja­más olvidaré, se lo debo a mi país, a mi pueblo y al sistema que me formó. Creo que trabajar para la obtención de medallas y recibir este galardón se vinculan. Es el resultado de mu­cho estudio, dedicación, preparación y éxitos”.

Aclara el profe que el reconoci­miento, no obstante estar a su nom­bre es de toda la pirámide formadora de la lucha, que también se esfuerza en el afán de que los triunfos no de­jen de suceder.

“Estamos unidos. Somos como una familia. Solo así hemos podido alcanzar metas que nos enorgulle­cen y quedarán para siempre.

“Ahora mismo recuerdo a mis entrenadores soviéticos y a otros que me formaron. No olvido a Alcides Sagarra y a Eugenio George. Dos de los grandes que ha dado este país”, aseveró.

Mientras conversamos, den­tro del teatro de la Universidad de las Ciencias de la Cultura Fí­sica y el Deporte Manuel Fajardo, varias personas buscaron hacerse una foto junto a él, otras simple­mente quieren estrechar su mano y desearle lo mejor de la vida, ¡sin duda se lo ha ganado!

“La noticia del premio me sor­prendió. No lo esperaba. Es verdad que mi profesión me regaló lin­dos momentos, sin embargo, esto es como el premio Óscar”, apuntó mientras compartió un selfi con un admirador.

“Uno se imagina muchas cosas cuando le anuncian que recibirá una distinción o un premio, pero cuando vives el momento y lo que lo acom­paña sientes un montón de cosas in­creíbles”.

Trujillo desborda modestia. No se cansa de repetir que las conquis­tas tienen un poco de todos. Sin esa unión sería más complicado.

“Sueño con que la lucha man­tenga sus grandes resultados. Tene­mos dificultades a la hora de entre­nar. Ahora casi todos los muchachos del equipo nacional están preparán­dose fuera del país y yo estoy aquí. Aun así, seguimos y nos adaptamos a nuestro programa. Es un gran reto y lo asumimos”.

Ya casi tenemos que despe­dirnos. Resultó un milagro poder retenerlo casi por cuatro minutos, pues la fama y el prestigio que le escoltan son pesos que carga con sencillez.

“El amor que te brinda la gen­te de pueblo es único. Eso no tiene precio, lo juro”, sentenció, mientras un grupo de personas lo “secuestró” para fotografiarse con él.

Raúl Trujillo ha encumbrado a Cuba. Sus huellas, búsquedas y conquistas abrazan más fuerte la rica historia de nuestro deporte, que los elogios más elevados. ¡Fe­licidades, profesor, usted se doc­toró otra vez! Pueden preguntar­les al pueblo y a la vida. Incluso a la eternidad.

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