La tranquilidad de la noche acerca el reloj a las 12 de la noche. Se acerca el día en que nadie pierde la oportunidad de felicitar al amigo (a), al amor de su vida y a La Colmenita por sus 35 años. Es la oportunidad de oro para vencer todos los conflictos, todas las tristezas, todos los sinsabores, todo lo desconocido. Ya lo dicen los colmeneros: «aquí estamos por pasión, por amor y sentimientos».

Muchos prefieren dejar para estos 86 400 segundos las historias que estremecen las almas, la magia del primer encuentro, el poema leído a la sombra del mar, la primera confesión que provocó una unión irresistible de los labios, el desfile de antojos e ilusiones que siempre dejan las estrellas de una noche fría. ¿Será que el amor es más que la ocasión de los primeros momentos, de los primeros sueños?
No faltan quienes ponderan más en estas 24 horas la amistad nacida desde la niñez o desde un acontecimiento compartido que luce eterno en el tiempo. El valor de un amigo (a) va siempre en la incondicionalidad por encima de lo material; en los sentimientos verdaderos frente a la mentira o lo efímero; en sentirse parte del otro por encima de distancias físicas o geográficas. ¿Será posible encerrar la amistad en un diccionario o dejarla libre para ser mejores seres humanos?
Y por supuesto, de amores y amigos, de sueños y libertades está lleno el proyecto infantil La Colmenita, creada por Carlos Alberto Cremata (Tim para todos) un 14 de febrero de 1990. Muchas veces lo he escuchado decir que no forma artistas, ni cantantes, ni actores ni bailarines. Que solo intenta formar mejores personas para la vida, a través del juego, del conocimiento de Martí, y de valores que no andan perdidos, sino extraviados por algunos.
Nada puede resumir mejor el Día del Amor y la Amistad que el espíritu de Tim y sus colmeneros. Quizás por eso no fuera casual haber nacido este día. Hace solo unos días, Cremata contó un secreto que le regaló su madre cuando él le dijo que iba a dedicar su vida al trabajo con los niños: «lo primero que tienes que hacer es quitarte los ojos y ponértelos en las rodillas para estar a la altura de ellos».
Cada quien debería asumir ese secreto. Solo así tendríamos un mundo adulto menos egoísta y más comprensible que el de hoy. Y seríamos mejores amigos, tendríamos más amor para repartir y por tanto un «gran corazón» como el de todos los colmeneros. ¡Felicidades!