Me duele pensar que usted al leer estas líneas le lleguen a su cabeza las imágenes de algún amigo perdido por culpa de este mal. De ese vecino que pasó de ser amable y tranquilo a robar a su propia madre, de quienes vendieron todo a causa de la adicción o de otros negros escenarios más duros de relatar.
Los operativos de la Policía Nacional Revolucionaria tratan de sacar de las calles esta droga que, aunque no se conoce su composición exacta por la variedad de ingredientes usados en su fabricación, ha demostrado en muchos individuos la fuerte adicción que provoca.
No solo en manos de las autoridades está la posibilidad de frenar esta problemática. Los jóvenes somos también capaces de contribuir a poner fin a esta plaga que se extiende como ave rapaz, aportando en nuestros barrios información sobre los efectos adversos que produce el “químico” y los centros que ofrecen ayuda. Está en todos la misión de construir una Cuba mejor, pues aún cuando la diversidad de sueños y metas sea infinita, deseamos vivir en un país más seguro y próspero.
No se engañen los que comercializan el “químico” desde cualquier esquina al pensar que enfermando y destruyendo personas lograrán enriquecerse, pues lo cierto es que la prisión se asoma como un destino más próximo que el éxito, mientras quienes los surten de este veneno se recuestan en casa a vivir a costa hasta de su libertad. Ojalá y un día este infierno no se desate en sus hogares y acabe devorando, como en muchos lugares, su familia entera.
Estamos a tiempo de ponerle freno a esta cruel realidad; este 2025 recién comienza, es ahora el momento de aunar fuerzas para incinerar esta droga que mata la vida y arrebata ilusiones y valores. Seamos amigos y manos de ayuda para quienes lo necesitan y no sepultureros.