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Santiago Ramón y Cajal, de médico en Cuba a premio Nobel

La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), coherente con una de sus pasiones que es hacer visibles los nexos que nos definen y conectan con lo mejor del mundo, ha honrado una vez más al polímata español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934).

Busto de Santiago Ramón y Cajal que se exhibe en la Casa Humboldt como parte de la exposición “Cajal en Cuba 150 aniversario”. Foto: Yimel Díaz

El legado del aragonés, presente desde el pasado siglo en la comunidad científica cubana, también en museos, parques e instituciones de salud, se recuerda ahora a propósito de los 150 años de su estancia en Cuba, donde se desempeñó como médico del Ejército español durante la Guerra de los Diez Años, etapa que marcó el cuerpo y el espíritu del erudito.

La exposición “Cuba con Cajal 150 aniversario” fue inaugurada el pasado 5 de febrero y permanecerá hasta mayo del presente en el Casa Museo de Alejandro de Humboldt, institución del Centro Histórico habanero que promueve la ciencia y acogió, en el 2006, las celebraciones por el centenario del otorgamiento del Premio Nobel en Fisiología y Medicina al científico español.

La muestra de hoy permite conocer a Cajal, su trayectoria como investigador y también sus intereses humanos. Exhibe algunos de aquellos dibujos en los que dejó constancia de la “belleza” que el microscopio revelaba ante sus ojos, así como fotografías tomadas por él a lo largo de su vida.

 

 

El montaje contó con el auspicio de la OHCH y el Instituto Cajal, entidad que ha compartido copias facsimilares de valiosos documentos que forman parte del Legado Cajal, inscrito, desde octubre de 2017, en la Memoria del Mundo de la UNESCO, y considerado, desde abril de 2024, Bien de Interés Cultural (BIC) por el Gobierno de España.

La muestra concitó la cooperación de numerosas personas e instituciones. Entre ellas los españoles Juan A. de Carlos (comisario) y Juanjo Rubio (coordinador); así como los cubanos Ernesto Peralta Castro (a cargo del diseño) y Grisel Terrón Quintero y Alaina Solernou Ferrer, directora y especialista la Dirección de Patrimonio Documental de la OHCH, respectivamente.

La iniciativa se inserta en una propuesta mayor: la creación, durante el 2025, del Museo Cajal, en Madrid.

“Desde hace unos tres años en España se han estado organizando actividades en homenaje a Cajal, potenciando la difusión de su obra, que no es solo científica”, explicó a Trabajadores Juanjo Rubio, coordinador de la exposición “Cuba con Cajal 150 aniversario”.

 

Juanjo Rubio, coordinador de la exposición “Cuba con Cajal 150 aniversario”. Foto: Ernesto Mastrascusa

“En ese contexto, y aprovechando que coincide con que hace 150 años que vivió en Cuba, organizamos esta muestra, aunque en realidad no es preciso un año Cajal para difundir su figura y legado, sobre todo para atraer a nuevas generaciones y divulgar entre ellas valores de justicia, cooperación e interés por la ciencia para el bien común”, precisó.

A la apertura asistieron directivos de la OHCH, entre ellos su directora adjunta Perla Rosales; así como miembros de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC), institución que se enorgullece de tener a Santiago Ramón y Cajal como Académico de Mérito, título concedido en 1908 por la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, predecesora de la ACC.

 

Foto: Ernesto Mastrascusa

 Fecundo tributo

El tributo al eminente científico español ha sido permanente entre la comunidad científica y cultural cubana. En 1998, por ejemplo, el Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Spengler inauguró en la Habana Vieja, en inmueble anexo a la Casa Humboldt, el Centro de Rehabilitación Geriátrica Santiago Ramón y Cajal, parte indisoluble del Programa Social de Atención al Adulto Mayor en el Centro Histórico. Allí se colocó una placa conmemorativa y un busto que honra la memoria del insigne científico.

Tiempo después, el 10 de diciembre del 2011, se fundó la Cátedra Honorífica y Multidisciplinaria Santiago Ramón y Cajal en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, auspiciada por la Sociedad Cubana de Ciencias Morfológicas, el Departamento de Histología de la Facultad Victoria de Girón y la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana. Ello explica la presencia, en la tarde inaugural, de profesores y estudiantes de Medicina.

 

De izquierda a derecha, las doctoras María Robinson Agramonte (neuroinmunologa) y Barbara Estupiñan Díaz (patóloga). Ambas laboran en el Centro de Internacional de Restauración Neurológica (Ciren) y son parte de la Cátedra Honorífica y Multidisciplinaria Santiago Ramón y Cajal, de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Foto: Yimel Díaz

Entre las múltiples materias investigadas por Cajal sobresale la transmisión del impulso nervioso, la neuroplasticidad y la degeneración y regeneración del sistema nervioso, asuntos en los que realizó aportes significativos y por los que recibió los premios y distinciones más importantes de su época, como el Premio Internacional Moscú (1900), la Medalla de Oro de Helmholtz (1905) y el Premio Nobel de Fisiología y Medicina (1906).

Tales estudios lo han convertido en referente para investigadores, médicos y especialistas del mundo. También para la Sociedad Cubana de Neurología y Neurocirugía, el Centro de Neurociencias de Cuba y el Centro de Internacional de Restauración Neurológica (Ciren).

En el contexto de la celebración por los 150 años de la presencia de Cajal en Cuba, algunas de esas instituciones se sumaron al homenaje y organizaron dos jornadas científicas, una dedicada al simposio Avances en Enfermedades Neurodegenerativas y otra para ahondar en aspectos de la vida del polímata.

En ese contexto la ACC entregó la condición de Académico Correspondiente a uno de los que ha dado continuidad a la obra científica de Cajal, el doctor José A. Obeso Inchausti, quien nació en Cuba y hoy dirige el Centro Integral de Neurociencias del hospital Puerta del Sur, en Móstoles, España.

¿Quién fue Santiago Ramón y Cajal?

Nació el 1 de mayo de1852 en Petilla de Aragón, Navarra. Estudió licenciatura en Medicina en la Universidad Literaria de Zaragoza y tras un paso relativamente breve por el Ejército, recibió “licencia absoluta” del cuerpo de Sanidad Militar. A partir de entonces se entregó a la investigación, gracias a lo cual hoy se le identifica como fundador de la Neurociencia moderna.

Dos de los dibujos del eminente científico que forman parte del Legado Cajal y que son exhibidos en La Habana.

Quien visite la exposición “Cajal en Cuba 150 aniversario” aprenderá, entre otras materias, que fue Cajal quien definió que el sistema nervioso, incluido el cerebro, está compuesto por entidades celulares individuales, más tarde llamadas neuronas. Además, “estableció la doctrina de la polarización dinámica que propone que la información se transmite en forma de señales eléctricas que viajan desde las dendritas hasta el cuerpo celular”.

Cajal experimentó con la fotografía y la fonografía, y realizó importantes aportes en ambos espacios. Fue naturalista, químico, microbiólogo, epidemiólogo, filósofo, historiador, ajedrecista, boxeador, inventor…

A lo largo de su vida recibió múltiples reconocimientos. Destacan el doctorado honoris causa por las universidades de Cambridge (1894), Clark y Boston (1899); el Premio Nacional de Moscú (1900); la Gran Cruz de Isabel la Católica (1901); la Medalla de Oro Helmholz (1905); y el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1906, concedido a propuesta del Comité del Real Instituto Karolinska de Estocolmo. Este lauro fue compartido con el italiano Camillo Golgi (1843-1926).

Tras el Nobel se sucederían muchas más distinciones: Comandante de la Legión de Honor francesa (1914); Gran Cruz de la Orden del Mérito de Alemania (1915); Medalla Echegaray, con motivo de su jubilación como catedrático (1922); Doctor honoris causa por la Universidad de la Sorbona (1924); y Banda de la Orden de la República (1933), entre otros muchos.

Santiago Ramón y Cajal

A la par, se mantuvo vinculado a la vida política y gubernamental de su país. Fue consejero de Instrucción Pública (1902) y senador vitalicio desde 1910. En el 1906 declinó la oferta de hacerse cargo del Ministerio de Instrucción Pública. Antes, en el 1901, había sido nombrado director del Instituto Nacional de Higiene Alfonso XIII y al año siguiente fundó el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, el cual mantuvo a su cargo hasta 1933.

En 1920 el Gobierno español creó el Instituto Cajal, que llegaría a ser uno de los centros de investigación neurobiológica más importante de la Europa de la época.

El 17 de octubre de 1934, a los 82 años, falleció en su casa madrileña.

¿Por qué vino a Cuba?

“Me devora la sed insaciable de libertad y de emociones novísimas. Mi ideal es América, y singularmente la América tropical, ¡esa tierra de maravillas, tan celebrada por novelistas y poetas! … Sólo allí alcanza la vida su plena expansión y florecimiento… Orgía suntuosa de formas y colores, la fauna de los trópicos parece imaginada por un artista genial, preocupado en superarse a sí mismo. ¡Cuánto daría yo por abandonar este desierto y sumergirme en la manigua inextricable!”. Así describía el joven Santiago la pasión por la aventura que le animaba entonces. Sus deseos pronto se hicieron realidad.

El dibujo fue una de las vocaciones de Cajal. Entre su papelería se conserva Cuaderno de la Trocha, álbum realizado durante su estancia en Cuba, Contiene 11 obras (dibujos y acuarelas) que recrean paisajes, escenas y personajes de la isla, con énfasis en la desbordante naturaleza y en la actividad cotidiana en los fortines de las trochas.

Una vez graduado de Medicina, el ejército lo llamó a filas. Por oposición consiguió la plaza de “médico segundo” en el servicio de Sanidad Militar, condición que otorgaba el grado de teniente de manera automática.

En esa época España estaba en guerra. Desde 1868 los independentistas cubanos habían tomado las armas y nada indicaba que el conflicto fuera a terminar pronto. El ejército español necesita cada vez más soldados y el destino de aquellos jóvenes recién reclutados muchas veces se definía por sorteo. Así ocurrió al joven Santiago.

Como capitán y primer ayudante médico llegó Cajal a La Habana el 17 de junio de 1874. Permaneció un mes en esta ciudad. Su padre, el cirujano rural Justo Ramón Casasús (1822-1903), había escrito una carta de recomendación al Capitán General de entonces (José Gutiérrez de la Concha Irigoyen) para pedirle que asignara un destino seguro a su hijo.

El joven quijote nunca entregó la misiva y terminó ubicado en una enfermería de campaña en la trocha camagüeyana, espacio que años después describiría como “estaciones aisladas, de difícil aprovisionamiento y extraordinariamente insalubres”.

Allí le tocó compartir suerte con los miembros de la 1ª Brigada de la 2ª División del Ejército español, emplazada en la trocha del Este, en el distrito de Puerto Príncipe, al suroeste de la actual ciudad de Camagüey. En esa zona batían fuerte las tropas del Generalísimo Máximo Gómez, por entonces jefe del Tercer Cuerpo de Ejército Libertador y del Departamento del Camagüey y Las Villas.

La construcción de trochas fue una táctica militar empleada por el mando español. Consistía en levantar una línea fortificada que enlazaba dos puntos relativamente cercanos. Durante la Guerra de los Diez Años se construyeron dos grandes trochas, la de Júcaro a Morón y la del Este o Bagá, proyectada para cubrir 94 kilómetros, de los que sólo se finalizaron unos 52 kilómetros.

El Capitán General José Gutiérrez de la Concha Irigoyen (1809-1895) diseñó una estrategia defensiva que buscaba impedir que la guerra se extendiera al centro y occidente de la isla. Con ese fin ordenó la construcción de trochas donde, a la postre, las tropas españolas permanecieron hacinadas, mal alimentadas y en condiciones de poca salubridad.

A lo largo de esas franjas se alzaban fuertes y fortines habilitados con armamento moderno, incluidas piezas de artillería que en algunos casos podían desplazarme a lo largo de la trocha mediante un ferrocarril interno. Contaban además con una guarnición que oscilaba entre los 3 mil y 5 mil hombres, así como hospitales y enfermerías de campaña.

En la trocha del Este se encontraban las enfermerías de Vista Hermosa y San Isidro, los dos destinos que ocuparía Cajal durante su estancia en Cuba.

La enfermería de Vista Hermosa estaba dentro de un fortín, disponía de un barracón de madera con techo de palma. Su capacidad esa de 200 enfermos. Cajal dormía en una habitación adyacente a la sala de enfermos, donde instaló un improvisado laboratorio fotográfico, otra de sus pasiones. La mayoría de sus pacientes, mal alimentados y con parasitosis, padecía paludismo, disentería o tuberculosis.

 

El Ejército español construyó numerosas enfermerías de campaña. En la imagen una de las que instaló en Oriente, cerca de Bayamo, similar a las que habitó Santiago Ramón y Cajal en Vista Hermosa y San Isidro. La fotografía es de un autor desconocido, tomada en 1890.

Apenas tres meses después de estar allí, Cajal contrajo paludismo. Su salud empeoró paulatinamente hacia una anemia palúdica, complicada después con disentería, por lo que obtuvo licencia para ser asistido en un hospital militar de Puerto Príncipe, donde permaneció durante un mes y medio, etapa que recordaría como la más satisfactoria de su estancia en la isla de Cuba.

Sin estar totalmente recuperado, y a modo de castigo por diferencias con un superior, el joven médico es reubicado en San Isidro, otra de las enfermerías de campaña de la trocha, pero con peores condiciones. Los informes de entonces aseguran que dos tercios de aquella tropa permanecía enferma y que los capitanes médicos que antecedieron a Cajal habían muerto de paludismo.

Durante casi 6 meses atendió allí a unos 300 enfermos que solo eran alimentados con pan, galletas, arroz y café: “Casi toda la carne, huevos, jerez y cerveza consumidos por los oficiales y practicantes salía del presupuesto del hospital”, recordaría Cajal en su libro Recuerdos de mi vida.

El joven científico pronto comprendió que la exuberante vegetación y la plaga de mosquitos comprometían la mejoría de sus pacientes: “Cuán terrible es la ignorancia! Si por aquella época hubiéramos sabido que el vehículo exclusivo de la malaria es el mosquito, España habría salvado miles de infelices soldados, arrebatados por la caquexia palúdica en Cuba o en la Península”.

En San Isidro la salud de Cajal empeoró notablemente: “El hígado y el bazo mostraban tumefacción alarmante, y la temible hidropesía se iniciaba”, escribió. El mando le negó licencia temporal y en vista de su precario estado decidió renunciar a la carrera militar y pedir licencia absoluta por enfermedad.

Santiago Ramón y Cajal, retrato al óleo realizado en 1952 por Mariano Yzquierdo y Vivas (1893-1985) a propósito del centenario del nacimiento de Cajal. La obra ubica al sabio español en Cuba en 1874, como capitán médico durante la Guerra de los Diez Años.

 

El certificado médico expedido el 21 de abril de 1875 por los colegas de Puerto Príncipe precisó que “presenta debilidad, palidez y decoloración de las mucosas, pulso frecuente, lengua algo saburrosa en el centro y encendida en los bordes, inapetencia, digestiones laboriosas y ligero dolor en el hipocondrio izquierdo… Padece de fiebres intermitentes rebeldes a los febrífugos…”.

En mayo de 1875, tras 1 año y 9 meses de servicio, le permitieron regresar a España. Arribó a la península el 16 de junio. El rey, a propuesta del Consejo Supremo de la Guerra, le concedió “licencia absoluta” y baja del Cuerpo de Sanidad Militar el 17 de agosto.

En Zaragoza, bajo los cuidados de la familia, Cajal recuperó su cuerpo pero nunca volvió a ser el mismo: “Aunque no recobré la antigua pujanza ni logré sacudir enteramente la anemia palúdica, repusiéronme mucho el aire de la tierra, alimentación suculenta y los irremplazables cuidados maternales. De tarde en tarde, recidivaba la fiebre; pero ahora la quinina mostrábase más eficaz”.

En 20 mil cifró las víctimas directas de la estrategia de trochas aplicada por España durante la Guerra en Cuba. Para el fin de la etapa colonial (1898), el dato había crecido hasta 58 mil soldados y oficiales muertos por enfermedades. Otros 16 mil fueron “devueltos a la península por inutilidad total”. Estas bajas no incluían a los caídos en combate ni a los prisioneros.

“¡Asombra e indigna reconocer la ofuscación y terquedad de nuestros generales y gobernantes, y la increíble insensibilidad con que en todas épocas se ha derrochado la sangre del pueblo!”, exclamaría posteriormente.

A la insalubridad y torpeza del mando militar, Cajal sumaba el mal gobierno que imperaba en la isla, contaminado por la corrupción y el fraude que, entre otros males, malversaba los salarios de soldados y oficiales, algo de lo que también fue víctima durante su estancia en Cuba.

El eminente científico no regresó, pero nunca dejó mirar al archipiélago con simpatía e imparcialidad: “La “independencia [de Cuba], deseada por América entera, era inevitable… Caímos porque no supimos ser generosos ni justos”.

Su legado es parte de los nexos que enlazan a Cuba con España y con la comunidad científica universal, tal como muestra la exposición de la Casa Museo Alejandro de Humboldt: “Cajal en Cuba 150 aniversario”.

 

 

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