El pánico se apoderó del vecindario al grito de: “Un tejón, hay un tejón en mi cocina”. De súbito se avivó el ambiente parlero de la comunidad y se suscitaron la mar de versiones; que si tal vez fuera un hurón, quizás una rata.
No se hicieron esperar las expresiones de asco y asombro, a la par de los criterios de “entendidos” para aniquilar al susodicho animal. Solo la nonagenaria de la cuadra puso el dedo en la llaga: “Mientras echen basura en plena calle tendremos todo tipo de bichos”.
Miradas, silencios, culpas introspectivas… fueron notables en los primeros momentos, pero después, pasado el susto, la novedad y el tiempo, todo volvió a la (a)normalidad.
De entonces acá el basurero no ha dejado de crecer, y restringe el paso de peatones y vehículos, que ahora lo bordean para avanzar.
Ciudades que otrora fueron muestrario de lo limpio, lo higiénico y embellecido, como Santiago de Cuba, no logran escapar al alud de mugre que se viene encima de la gente, peor cuanto menos céntrica sea la vecindad.
¿Culpa de quién? De muchos, y con impacto para todos.
Servicios Comunales, cuyo encargo estatal, entre otras cuestiones, incluye la recogida de desechos sólidos, es apenas la punta del iceberg.
Claro está, no podemos desconocer que dicha entidad, subordinada a los gobiernos locales —con su respectiva cuota de responsabilidades estos últimos también— está profundamente impactada por las carencias de la economía cubana, en particular de equipos especializados.
Ello implica que a los hombres y mujeres de escobillón, recogedor y carrito colector en mano —junto a otros de Servicios Comunales, que ahora festejan su día del sector— les corresponde una cuota multiplicada de labores, a pesar de las ausencias de medios de protección y salarios tan bajos como los de tantos otros en la rama presupuestada.
En la zona no visible del iceberg están la desidia, la indisciplina, el dejar hacer, el no me importa, y la ausencia de una cultura de higiene medioambiental que debe fomentarse en el hogar y consolidarse en la escuela pero, a juzgar por los hechos, o no se hace, o se está haciendo mal, a medias, sin coherencia ni articulaciones.
El tema de estas líneas es tan añejo y recurrente como los micro y macrovertederos, los papeles y otros desechos tirados en plena calle, la ausencia de cestos en la vía pública, o la necesidad de deshacernos de la basura doméstica cuando el transporte para recogerla brille por su ausencia durante días.