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Tati Valdés, el box todavía llora

Hay peloteros que no son fáciles para entrevistar. A veces por el lógico temor a las preguntas, a las cámaras de televisión o simplemente porque sus mejores respuestas las dan con sus actuaciones y no con palabras. Jorge Luis Valdés Berriel fue así como jugador y una vez retirado se metió profundo en esa concha, cuando más tenía para contar, aconsejar, recordar y sonreír.

 

 

Solo eso último lo compartía con más frecuencia. Sonreía cada vez que lo encontraba y le insinuaba una entrevista. El zurdo de Oro de la pelota cubana fue un súper dotado desde el box, desde su debut con el equipo Citricultores hasta sus pasos legendarios con Henequeneros y las selecciones nacionales. Sin embargo, no son precisamente los números y las estadísticas lo que hizo que este 28 de enero todos sintiéramos un puñal a la historia al conocer su muerte. A solo 15 días de llegar a los 64 años.

Tati Valdés era el pítcher al seguro de los equipos yumurinos y de Cuba, el de los ponches más electrizantes con curvas, rectas y una knuckleball que dominó a su antojo como ningún otro de su época. Es uno de los dos lanzadores cubanos que ha logrado dar cero hit-cero carreras en nuestras campañas (31 de enero de 1984 ante Villa Clara) y en un evento internacional (frente a Canadá en los Juegos Panamericanos de 1991). Como si no bastaran ya esos hechos, en las 234 victorias alcanzadas jamás se le vio altanero, prepotente o endiosado. Solo dejaba ver su sonrisa cuando llegaba el out 27.

Y ese es el recuerdo mayor que debiéramos conservar. Aunque muchos sufrimos con su vicio al alcohol después del retiro, su delgadez extrema y hasta sus tratamientos médicos no felices para devolverlo a un terreno al menos como entrenador de pitcheo. No obstante, es demasiado el sol que dejó que ni siquiera estas manchas pueden bajarlo del pedestal al cual llegó por talento, inteligencia y con extrema sencillez. ¡Y es el mejor pítcher zurdo de nuestras Series Nacionales!

Por eso cuando recibí la noticia hubiera preferido estar en Matanzas, llegarme al estadio Victoria de Girón, su estadio preferido, y sentarme donde pudiera mirar al box. Seguro lloraba como lo hace la pelota cubana. La entrevista con Tati Valdés quedó pendiente, pero su sonrisa, en medio de tanta tristeza, la guardo y comparto en estas líneas. Así debemos recordarlo.

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