El camino de la ciencia no es solo un laboratorio, tampoco hay que ser un súper dotado para innovar, crear, hacer ciencia. Eso sí, un denominador común de los científicos es la consagración sin mirar el reloj, el empeño total aunque incluya riesgos personales, la sencillez del alma una vez concretado un sueño y la sonrisa agradecida cuando alguien lo reconoce no para una foto o autógrafo, sino para decirle una palabra mágica: Gracias.
Pocos en el mundo pueden entender que en Cuba tengamos tantos científicos, que seamos un país subdesarrollado con productos biotecnológicos y vacunas únicos en el mundo, con tanta calidad académica y superación constante en las ciencias técnicas, sociales, agropecuarias, médicas y pedagógicas, por solo citar cinco de las que menos se hablan, pero son ciencias igual.
Desde hace unos años, por cuestiones de trabajo, he estado mucho más cerca de cuatro científicos. Marta Ayala, Yuris Valdés, Belinda Sánchez y Dagmar García.
Hoy les agradezco haberme enseñado que tanta inteligencia acumulada en sus respectivas especialidades no significa vanidad sino bondad; que las horas robadas a sus familias son horas ganadas para el pueblo; que la ciencia del futuro que hablaba Fidel es presente con luces; que se puede llorar de felicidad cuando un niño se salva con una vacuna o cuando un aplauso a las 9 de la noche en tiempos de Covid-19 era el impulso más importante a seguir investigando.
De Marta también he aprendido que dirigir no quita superación constante. De Yuris, el valor de una amistad y la claridad de las ideas para analizar fenómenos complejos.
De Belinda, la ternura para convencer y persuadir, y el valor incalculable de una familia como ella cuida la suya. De Dagmar, la alegría y genialidad con que se puede asumir una investigación por difícil que sea.
Por supuesto, son apenas cuatro ejemplos de los miles que hoy celebran un Día de la Ciencia que no es relleno en un almanaque. Estas 24 horas son para compartir con todos los científicos cuánto los admiramos, cuánto les abrazamos, cuánto los necesitamos.
En este juego no hay bolas ni strikes, pero sí hay victorias y fracasos. Y su jonrón mayor es conectarlo en Cuba, entre cubanos, por encima de cualquier vanidad y sin más aspiraciones que otro aplauso, una sonrisa de amor. ¡Felicidades!