6 de enero de 1959: Regalo de verde olivo

6 de enero de 1959: Regalo de verde olivo

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Multitudinaria acogida a Fidel en el parque Vidal de Santa Clara. Foto: Tomada del libro Caravana de la Libertad

Dos de la madrugada. En desafío al frío y la llovizna el pueblo es­pirituano se lanza a recibir a los reyes magos rejuvenecidos, como los llamó el poeta, cuya magia había sido pelear con valor por la emancipación de su tierra, sin reparar en sacrificios, hasta conquistar la victoria. Al frente de la Caravana de la Libertad, que había partido de Santiago de Cuba cinco días antes, se alza­ba un líder cuyo nombre de cin­co letras estallaba en todas las gargantas: ¡Fidel!

¡Qué equivocados estaban en Washington cuando el 31 de di­ciembre de 1958, ante el derrumbe de la dictadura, el Departamento de Estado y la CIA habían cali­ficado al Movimiento 26 de Julio como una organización carente de responsabilidad y habilidad nece­sarias para gobernar a Cuba!

Como bien aclaró Fidel, aque­lla no era una marcha triunfal sino la oportunidad de dialogar con las masas para llevarlas a la reflexión sobre el pasado reciente y las perspectivas inmediatas.

Y entre esas ideas está la carac­terización de los conductores del proceso revolucionario, la negación de los corruptos y serviles perso­najes impuestos por el Norte para proteger sus intereses en la Mayor de las Antillas. Al responder a los espirituanos dónde se encontraban Raúl, Camilo, Che, Almeida… recal­có: “Lo importante es que esos hom­bres están hoy y estarán siempre al servicio incondicional del pueblo; que en esos hombres se puede tener la confianza que se tiene en un hijo, en un padre o en un hermano, por­que yo, que los conozco bien, sé que son hombres incorruptibles y sé que jamás traicionarán a su pueblo”.

Continúa el recorrido y en Santa Clara se aloja en casa de la suegra del combatiente Enrique Oltuski para descansar, pero el in­terés por el curso de los aconteci­mientos no le permite dormir. De repente un escolta le avisa:

—Hay alguien afuera llamado Bosch que insiste en entrar.

—¿Quién? —dijo Fidel—. ¿Bosch?

—Sí —le responde Oltuski—, Orlando Bosch es un médico, dice que fue amigo tuyo en la Univer­sidad y que ha colaborado con el Movimiento.

—Eso no es verdad, no es mi amigo, sino un gánster y un poli­tiquero cuando era dirigente estu­diantil en la Universidad. Deshá­ganse de él.

Es el mismo individuo que años después, confabulado con Luis Posada Carriles, haría esta­llar en pleno vuelo una nave de Cubana de Aviación con su tripu­lación y pasajeros a bordo.

¿Qué habrían dicho los hal­cones de la Casa Blanca de las palabras dichas por Fidel en el Parque Vidal sobre la manera de gobernar?

“Desde que el pueblo manda hay que introducir un nuevo esti­lo: ya no venimos nosotros a ha­blarle al pueblo, sino venimos a que el pueblo nos hable a nosotros. El que tiene que hablar de ahora en adelante, el que tiene que man­dar de ahora en adelante, el que tiene que legislar de ahora en ade­lante, es el pueblo (…).

“Yo decía que si el pueblo supo ganar la guerra, que era difícil, ¿por qué no va a saber gobernar ahora? El gobierno es difícil. ¿Por qué? Porque no se ha gobernado. Es inexplicable que se haya gobernado durante tan­to tiempo no para el pueblo, sino por encima del pueblo y contra el pueblo; que uno no se explica cómo ha sido posible gobernar durante tanto tiempo fuera del pueblo”.

Se reclama la presencia de Fidel en Cienfuegos, adonde él desea ir para rendir tributo a los protagonistas del heroico levan­tamiento del 5 de septiembre de 1957. Le advierten que allí esta­ba el cuartel general de William Morgan, comandante del Segun­do Frente del Escambray, sobre el cual existía una gran descon­fianza y era como meterse en una ratonera. (Pronto se descu­briría su condición de agente de la CIA). Pero Fidel no dudó y el encuentro terminó con aclama­ciones de los marinos, quienes lo levantaron en hombros y lo pa­searon por la plaza donde se ha­bían reunido.

Al final del recorrido del 6 de enero Fidel advirtió a los vi­llareños no excederse en el opti­mismo y que si bien los proble­mas eran de mucho peso, si todo el pueblo participaba, todo se iría resolviendo.

Fuente: Caravana de la Libertad. Báez, Luis y de la Hoz, Pedro-Casa Edi­tora Abril, 2009.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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