Maestras: Omara y Miriam

Maestras: Omara y Miriam

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Omara

Foto: Eduardo Rodríguez

La cultura cubana tiene en Omara Portuondo uno de sus pilares más sólidos y universales. Conocida como la Diva del Buena Vista So­cial Club y la Novia del Feeling, ha marcado a generaciones con su inigualable voz y su capacidad interpretativa. Ha sido, de hecho, una de las más significativas em­bajadoras del patrimonio sonoro de la nación.

Su carrera, que abarca más de siete décadas, es testimo­nio vivo de la evolución de la música popular y de la ca­pacidad de reinvención de sus intérpretes más des­tacados.

Nacida en La Habana en 1930, comenzó su tra­yectoria como bailarina del prestigioso cabaré Tro­picana. Sin embargo, su destino estaba marcado: sería cantante. Su ingreso en el Cuarteto D’Aida en 1952 fue el primer paso. Pronto fue una voz re­conocida y respetada.

En esta emblemá­tica agrupación, relacionada con otras inolvidables figuras, Oma­ra consolidó su estilo, fusionan­do géneros y destacándose por su exquisita interpretación del fee­ling, un movimiento que revolu­cionó la canción cubana con una carga emocional y poética. Ella sabía hacer confluir lirismo con picardía.

Como solista, demostró ser una intérprete versátil y profun­damente emotiva. Su repertorio abarca boleros, sones, guarachas y habaneras, géneros que aborda con una sensibilidad que tras­ciende barreras idiomáticas y culturales. Clásicos como Veinte años y Silencio, por ejemplo, se convierten en experiencias úni­cas por el carisma de la cantante, y su compromiso con una tradi­ción.

La conexión de Omara con el público ha sido siempre inmedia­ta y genuina. Esa, sumada a sus innegables credenciales artísti­cas, es la razón por la que se ha mantenido vigente y muy activa en un universo musical en cons­tante cambio. Nunca ha sido una artista de modas.

Uno de los momentos cum­bre de su carrera llegó con el fe­nómeno del Buena Vista Social Club en los años noventa, cuando junto a otros grandes de la mú­sica cubana, conquistó los más importantes escenarios interna­cionales con una propuesta que reivindicaba las raíces del acervo de su país. La participación en el documental dirigido por Wim Wenders y los conciertos que si­guieron la proyectaron como una figura de magnitud global. Y las largas ovaciones la siguieron pre­miando años después del natural declive de ese popular proyecto.

Y es que el legado de Omara no solo radica en su inigualable capacidad interpretativa, sino también en su papel como puen­te entre generaciones de músicos. Ha colaborado con artistas de diversas edades y estilos, desde Pablo Milanés y Silvio Rodrí­guez hasta jóvenes exponentes que la ven como un ejemplo de dedicación y maestría. Omara es una fuente de inspiración para quienes buscan preservar y al mismo tiempo renovar la más contundente creación musical cubana. Siempre ha aportado au­tenticidad y elegancia.

Durante su extensa carrera, ha recibido múltiples reconoci­mientos. Su patria la ha honrado, con toda justicia, con el Premio Nacional de Música y con sus más altas condecoraciones para los artistas. Es también Heroína del Trabajo de la República de Cuba.

Omara no tiene que reclamar un lugar de privilegio en la me­moria cultural. Ella es su histo­ria. Sin embargo, como ha dicho más de una vez, el premio mayor ha sido siempre el amor del pú­blico, que la ha acompañado en cada etapa de su vida artística: generaciones completas se han identificado con su duende, la han escogido para recrear sueños y aspiraciones.

Esa admiración inmarcesible es muestra de cómo su arte tras­ciende tendencias, para devenir símbolo de la identidad de la na­ción.

 

Miriam

Foto: Cubarte

Miriam Ramos habita un espacio muy significativo de la música cuba­na: entramado de sugerencias, colo­raciones y delicada factura, que re­visten un tesoro cultural inagotable.

Con una trayectoria que abar­ca más de cinco decenios, ha dejado una huella profunda por su dedicación al resca­te y revalorización de las más sólidas raíces musicales.

Su voz, ele­gante y pletórica de matices, ha sido conexión entre ge­neraciones de com­positores y estilos interpretativos. Sin embargo, ha sabido distinguirse en un panorama particu­larmente rico y de­mandante, sin al­haracas ni golpes de efecto. El suyo ha sido un itinera­rio bien pensado. Maridaje perfecto de razón y emo­ción.

Nacida en La Habana en 1947, inició su carrera en un momento de marcada efervescencia cultu­ral en Cuba. Desde sus primeras presentaciones dejó claro su com­promiso con la canción como una expresión esencial del sentimiento humano y de la identidad nacional. Su incorporación al movimiento de la nueva canción la conectó con una tradición de músicos que per­sonalizaban sus interpretaciones, en una búsqueda muchas veces íntima y evocadora. No se trataba de repetir fórmulas acríticamente. Era cuestión de encontrarse.

Ella ha tenido la capacidad de equilibrar el respeto por el patri­monio con una visión absoluta­mente contemporánea de la músi­ca. Su repertorio incluye desde los clásicos de Ernesto Lecuona o Sin­do Garay, hasta los muchas veces complejos temas de Marta Valdés o José María Vitier.

Cada proyecto es un desafío. Miriam estudia, investiga a fondo, pule detalles… Por eso logra dotar a las canciones de una sensibili­dad que las universaliza, más allá del contexto cubano. Sin borrar la huella de los compositores, recrea y muestra novedosas aristas.

Su compromiso con la música va más allá de la interpretación. Ha sido una ferviente defensora de la riqueza cultural, ha contribuido al rescate de vertientes que en oca­siones parecían relegadas. Su tra­bajo en empeños discográficos y en espectáculos temáticos ha servido para revalorizar joyas del patrimo­nio musical, que las conecta con las nuevas generaciones.

Miriam posee una calidad vocal excepcional. Su timbre cálido y su control técnico le permiten abordar con maestría un espectro amplísi­mo. Siempre se ha ubicado, con tran­quila tenacidad, más allá de modas y los cambios frívolos en el panora­ma musical.

Miriam Ramos también ha de­mostrado un espíritu colaborativo que enriquece su obra. Ha trabajado con destacados músicos y composi­tores cubanos, para establecer diá­logos artísticos que han potenciado su capacidad expresiva.

En reconocimiento a sus apor­tes ha recibido numerosos premios y distinciones, como, recientemente, el Premio Nacional de Música. Enorme es la influencia que ha ejercido en más de una generación de creadores. Hace tiempo que es un referente.

Además, ha consagrado muchas de sus energías a la promoción y socialización del mejor legado uni­versal de la música. Ahí está su la­bor por décadas como presentadora de uno de los mejores programas de CMBF Radio Musical Nacional: La hora del jazz.

Mujer de extraordinaria cultu­ra, ajena a veleidades y caprichos co­merciales, su dedicación y amor por el arte la han convertido en un sím­bolo de excelencia y autenticidad.

Miriam Ramos es una de las notables intérpretes del momento. Sin necesidad de algarabías pro­mocionales (aunque a la industria le convendría volver una y otra vez a sus valores). Como otros gran­des, no tiene simples admiradores: cuenta con verdaderos adeptos. Su obra refuerza la idea de que la música es una expresión viva y en constante evolución.

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