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Un reencuentro, una frase y la Gran Muralla China

A la vuelta de 68 años sería un error resumir lo acontecido en Cinco Palmas, el 18 de diciembre de 1956, solo como el reencuentro de dos hermanos de sangre e ideales.

Foto: Rafael Martínez Arias

Ese día tiene un inmenso significado para la historia nacional por la profecía lanzada por Fidel, cuando apenas se juntaron ocho hombres y siete fusiles. La frase de “¡Ahora sí ganamos la guerra!” acompañó al naciente Ejército Rebelde hasta consumar la victoria del Primero de Enero de 1959.

Si no miramos los antecedes de aquel abrazo, no estaríamos valorando la dimensión de los hechos. Valdría recordar que luego de la derrota de Alegría de Pío, el 5 de diciembre, los 82 expedicionarios del Granma se dispersaron en 28 grupos.

Incluso, hubo combatientes, como Juan Manuel Márquez, el segundo de la expedición, que anduvieron solos por los montes, hasta que fueron capturados y asesinados.

En total, en los días posteriores  al mencionado fracaso 18 hombres fueron asesinados, 22 terminaron apresados y otros tomaron un rumbo distinto a las montañas; de manera que lo que lograron el grupo de Fidel, compuesto por tres hombres, y el de Raúl, integrado por cinco expedicionarios resultó más que una proeza.

Jamás debería olvidarse que el  ejército batistiano desató una feroz persecución, convertida en cacería, que incluyó el tiroteo desde aviones, un extenso cerco militar y presiones sobre los campesinos para que dieran cualquier información, entre otras tácticas con el fin de liquidar hasta el último expedicionario.

«La persecución a los sobrevivientes se convirtió en alevosa cacería (…). Fueron días angustiosos en los que solo la firmeza de Fidel y la convicción de resistir nos permitía salir adelante», diría 60 años después el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, miembro de una tercera agrupación de siete hombres que llegó a Cinco Palmas, aunque sin los fusiles, algo que originó una gran reprimenda del líder de la expedición.

Aun sedientos, sin conocer el terreno, cansados al extremo, con los aviones sobre sus cabezas, golpeados por un gran revés, supieron caminar decenas de kilómetros hacia la Sierra Maestra y luego del reencuentro organizar una guerra contra un contrincante incomparablemente superior.

Raúl, cuatro décadas después de los sucesos, ilustró con una frase magistral lo que vivieron los revolucionarios en aquellas jornadas complejísimas: “Era la Muralla China que nos encontramos en el camino, pero no los equis metros que tiene de altura, sino desde una punta hasta la otra».

Sin la ayuda de los campesinos, a los que la tiranía batistiana había intentado infundirles terror, difícilmente  Fidel, su hermano y los demás reagrupados hubieron podido salvarse de la intensa persecución.

«El campesino serrano estaba naturalmente predispuesto como clase a luchar contra un régimen que lo oprimía y explotaba de manera especialmente brutal», reflexionó al respecto el fallecido historiador Pedro Álvarez Tabío.

Si ahora mismo repasamos los hechos, probablemente se nos agranden los ojos, porque apenas dos años y 14 días después de aquel reencuentro se cumpliría la profecía de Fidel, que inicialmente parecía una locura.

Treinta años después de la sentencia, en el mismísimo Cinco Palmas, el líder de la Revolución confesó que sus palabras surgieron en  un verdadero “arranque de entusiasmo”, en un momento excepcional:  “Éramos pocos, cuatro gatos por allá con unos pocos fusiles y en la cabeza la idea de derrotar la tiranía y el régimen opresor».

Pero también aseguró que esa frase tan optimista resumía la confianza en el pueblo, en los campesinos, en los obreros y en los ideales que defendía la Generación del Centenario.  (La Demajagua)

 

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