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Trovadora de la lengua castellana

Este martes diez de diciembre los cubanos recordaremos el natalicio de María Mercedes Loynaz y Muñoz, hermana del poeta Enrique Loynaz Muñoz e hija del mayor general del Ejército Libertador de Cuba, Enrique Loynaz del Castillo y de María de las Mercedes Muñoz Sañudo.

Foto: Internet

Dulce María, como todos la conocen, nació en La Habana, el diez de diciembre de 1902, se doctoró en Derecho en la Universidad de La Habana, en 1927, carrera que llegó a ejercer durante un cierto tiempo con mediano éxito -según reconoció ella misma- porque la providencia no me había llamado para ser abogada.

Colaboradora de prestigiosas publicaciones del país, con un vasto poemario: Versos 1920-1938, Juegos de agua, Poemas sin nombre, Obra lírica, Últimos días de una casa, Poesías escogidas y Bestiarium y una novela lírica, Jardín, publicada en 1951 y considerada por algunos entre los primeros antecedentes del realismo mágico latinoamericano.

Dos años más tarde publicó Carta de amor a Tutankamon. Su libro Un verano en Tenerife, editado en 1958, es un libro de viaje que le valió que una calle de esa isla fuera bautizada con su nombre, y es una de las obras más importantes de cuantas se hayan publicado sobre las Islas Canarias.

Realizó sus estudios con profesores particulares, en su propio hogar. Publicó sus primeros poemas en La Nación, en 1920, año en el que también visita los Estados Unidos. A partir de esa fecha realiza numerosos viajes por
Norteamérica y Europa.

Mucho pudiera hablarse de esta ilustre escritora, invitada por la Universidad de Salamanca, a la celebración del V centenario del nacimiento de los Reyes Católicos (1953), electa miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras
en 1951, de la Academia Cubana de la Lengua en 1959 y de la Real Academia Española de la Lengua en 1968.

 

Foto: Internet

Su libro Poemas sin nombre fue traducido al italiano, realizó traducciones de Walt Whitman. Sus poemas han sido antologados numerosas veces.

Ofreció conferencias y lecturas, tanto en Cuba como en España. En 1961 dejó de ejercer la abogacía. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura, 1987 y Premio Mig.

Considerada una de las voces más altas del idioma castellano, como poetisa ganó, sin proponérselo, los lauros más difíciles como el Premio de Periodismo que en 1991 obtuvo en España con su ensayo El último rosario de la Reina sobre Isabel la Católica.

Casi hasta el final de sus días, Dulce María se mantuvo lúcida y ágil de mente, aunque frágil de salud y casi ciega, como decía, es terrible y demasiado duro tener que renunciar a la lectura y a las emociones. Es como vivir en un pozo sin fondo .Y añadía: ¡Cómo comprendo al escritor argentino Jorge Luis Borges!

Foto: Internet

No poder ver es una maldición para todos, pero mucho más para un escritor y amante de la lectura. Representó, con su imagen, ceremoniosa y auténticamente cubana, el último miembro de una familia fundadora: la del general Enrique Loynaz del Castillo, héroe de Cuba, que nació con el siglo. Los hermanos Loynaz eran cuatro: Flor, Enrique, Carlos Manuel y Dulce María.

La crítica la ha considerado como una de las poetisas fundamentales de la lengua castellana del siglo XX. Mantuvo una entrañable amistad con Federico García Lorca y otros españoles, a quienes conoció en las visitas realizadas a esa nación, a la cual dedicó gran parte de su mejor literatura.

En Cuba recibió el Premio Nacional de Literatura, la Orden Félix Varela y el doctorado Honoris Causa en Letras por la Universidad de La Habana. Desde 1959 fue la Directora de la Academia Cubana de la Lengua, y también miembro de la Real Academia Española, cumplió su hora de gloria más destacada con el Premio de Literatura Miguel de Cervantes por su obra literaria cargada de maestría en el manejo del castellano, decantación del lenguaje, poder de síntesis, claridad, sencillez y sobriedad en la expresión lírica.

Este premio que la instaló nuevamente, ya en el ocaso de su vida, en los planos más estelares del mundo literario iberoamericano, se sumó a otros reconocimientos.

La personalidad poética de Dulce María Loynaz, siempre presente en España y ampliamente conocida en el mundo de nuestra lengua, se apoya en su creación lírica, su poesía es fuerte, aunque delicada, intensa y nada retórica, desnuda de palabras y de alma, escrita con la sensibilidad en carne viva.

Al amanecer del día 27 de abril de 1997, a los 94 años y afectada por el cáncer, falleció en su antigua mansión de la barriada de El Vedado, rodeada de obras de arte, recuerdos de viaje y una decena de perros, gozando del reconocimiento generalizado y universal dentro de las letras en lengua española.

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