A fuerza de apagones —que son regla, ya no excepción— languidece la vida nocturna, tanto en las más céntricas arterias como en las comunidades.
En las primeras, a lo sumo los fines de semana, principalmente los sábados, alguna que otra propuesta cultural se torna válvula de escape que se cierra a más tardar las nueve de la noche.
Después de esa hora destila del pavimento una soledad lacerante. La bohemia de antaño, con su toque de cubanía callejera que tanto gusta a los de aquí, y atrae a los de allá, parece haberse ido a bolina.
En cuanto comienza a caer la tarde los barrios tampoco son los de ayer, cuando los vecinos armaban el dominó en plena acera y los jóvenes se adueñaban de la esquina para sus más sanas complicidades: conversar, escuchar música, enamorarse…
La noche, a veces también el día, se ha vuelto peligrosa: malhechores canjean, sin miramientos de edad o condición física, una moto, un celular, incluso un par de tenis, por la vida de cualquier persona. Lo material gana terreno como el marabú.
Por estos tiempos un número nada despreciable de cubanos prefiere cerrar las rejas de sus hogares, poner candados —no pocas veces violentados para robar— y si hay algo que celebrar, porque siempre existen asideros para la esperanza, se hace puertas adentro.
Lo mucho que se oye y se lee —con poco enfrentamiento o muy baja eficacia y rigor al desatino imperante— alerta de la necesidad de ponernos a buen resguardo.
Hay puñaladas que se hunden en la carne y otras en el bolsillo de buena parte de los trabajadores que no podemos permitirnos ni una salida al mes en familia porque, tan solo para una persona, el precio del transporte de ida y regreso, una pizza y un refresco, supera la mitad del salario.
Los días finales de cada año siempre han sido de calles iluminadas, de gente que viene y va, confraterniza, se abraza, se desea lo mejor para el tiempo por venir… Con eso sueño, soñamos. Esa ha de ser la apuesta a pesar de rigores económicos, decadencia social y falta de civismo. Entre las cosas que tampoco podemos dejarnos arrebatar están la alegría, la tranquilidad, la seguridad. Cuba nunca fue de soledades, que no lo sea ahora.