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¡Miserables!

Miserables. Ese es el epíteto más ecuáni­me que se me ocurre te­clear. Son tan desorde­nadas y dolientes las palabras que guardo en el Word, que de­cido entre furia y de­cepción no volver a visitarlas hasta que la calma se apodere de mí. ¿Lo hará?

Miserables, sí y vuelvo a la carga, pues no puedo contener­me, porque cuando les nace actuar así es por­que carecen de los más elementales valores, esos que encumbran al ser huma­no y se esculpen desde la infan­cia. Los que por difícil que sean de creer, necesitan prosperar en tiempos duramente humanos.

Necesito sacarme esto de adentro. Continúa gestándose en esta Cuba y no sé qué nombre ponerle. Debe haber cientos de ejemplos y oprimen las entrañas.

Disculpe. Preciso aterrizar y anudar este estado cruel si aspi­ro a ser leído. Esos avaros, mejor, los miserables, que prefieren se les pudran los productos agríco­las, antes que rebajarles el precio merecen más que letras filosas y adjetivos de plomo…

Trazo párrafos que luego bo­rro. Busco otras ideas, mejorarlas, incluso pulirlas en medio de tanto malestar. No las encuentro. Clau­dica mi mente. Quisiera aprobar eso que esgrimen algunos a viva voz de que hechos así son casos aislados.

Sin embargo, el hiriente pro­ceso se repite y aumenta. En mer­cados y tarimas ambulantes se amplía la frecuencia y mantiene la triste compulsión de esos ¿mer­caderes?

Cada vez que pienso que ya está, que he escrito todo lo que que­ría decir, que no me brotan más pa­labras dentro, exploto otra vez.

Sí, ya la sé, no lo niego, pues lo siento, digo, lo sufro. Vivimos en una sociedad hasta cierto pun­to descreída. Y hechos como esos son capaces de disparar al más profundo espíritu de la dignidad, dado el montón de carencias que nos encadenan.

¿En qué parcela quedan an­cianos, desvalidos, jubilados, ni­ños, personas de bajos recursos y otros cuyas economías se desan­gran?

A veces determinados temas y sus verdades no son bien tolera­dos por algunos, pues chocan con ciertos intereses y formas de pen­sar alejadas de la realidad.

Por favor, este asunto está por encima de ideologías y coyuntu­ras. Flagela nuestra humanidad y ahoga a un importante segmento de cubanos.

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