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Las dignas actitudes en defensa de los estudiantes de Medicina de 1871

El 27 de noviembre de 1871 ocho estudiantes de Medicina fueron fusilados y otros 35 condenados a diferentes años de prisión, acusados de haber profanado la tumba del periodista español Gonzalo Castañón y Escarano. Este suceso fue un zarpazo de la metrópoli española en decadencia y marcó un hito en el devenir histórico del pueblo cubano. A pesar de las tensiones imperantes por la situación política de la época un grupo de hombres y mujeres honestos mantuvieron dignas actitudes en defensa de los estudiantes.

 

Óleo sobre lienzo obra del pintor cubano Manuel Mesa Cubillo que representa a los estudiantes de Medicina fusilados. Foto Tomada de la Academia de Ciencias de Cuba

 

Por orden de aparición en el escenario histórico, vale recordar al capellán del cementerio, presbítero Mariano Rodríguez Armenteros, quien no se prestó a secundar, en la farsa oficial, la imputación calumniosa del gobernador político Dionisio López Roberts. Esta postura lo llevó a la separación de su cargo; demoró tres meses en lograr su reposición. Otros decorosos fueron el profesor de anatomía segundo curso, para los alumnos de segundo año, doctor Juan Manuel Sánchez de Bustamante y García del Barrio, y el doctor Domigo Fernández Cubas, profesor que enseñaba disección a los alumnos de primer año.

 

 

El capitán español graduado, Federico Capdevila y Miñano, fue también un ejemplo, devenido defensor nombrado de oficio en el primer juicio de los cuarenta y cinco estudiantes acusados. De Capdevila, es válido señalar algunas de las muestras de gratitud ofrecidas por los sobrevivientes del luctuoso suceso. Según Antonio Reyes Zamora, uno de los estudiantes condenados a seis años de prisión, cuando Capdevila estuvo en el Morro y a media paga se le facilitó cerca de tres mil pesos que aliviaron su situación, luego se le obsequió con una espada de Toledana con puño de oro; exquisitamente cincelada.

 

Capitán español Federico Capdevila y Miñano . Foto: Tomada del libro Iconografía de la Guerra de los Diez Años de Zoida Lapique Lescaille, Manuel Moreno Fraginals y Betariz Moreno Masó

 

Se inscriben también en esta lista honorable los oficiales españoles mariscal de campo Antonio Venenc y Andrada Wandervilde y el brigadier Rafael Clavijo y Pló, opuestos al crimen, pero obligados por los voluntarios a permanecer en el juicio. Merece destacarse al capitán Víctor Miravalles y Santa Olalla, vocal del primer consejo de guerra y negado a firmar la sentencia.

Otro de los honestos fue el capitán del ejército español, habitual visitante de la Acera del Louvre, Nicolás Estévanez y Murphy. Este oficial, la tarde del fusilamiento, se encontraba a la puerta del café del Louvre, en Prado y San Rafael, cuando sonaron las descargas de fusilería. Al conocer que se trataba del fusilamiento de los estudiantes, protagonizó una escena de escandalosa protesta, que obligó a dos mozos a encerrarlo en un pequeño patio interior para evitar que fuera despedazado cuando las turbas regresaban aullando del fusilamiento. José Martí lo recordaría como «magnánimo español, huésped querido de todos nuestros hogares».

 

Capitán español Nicolás Estévanez y Murphy. Foto: Tomada del Libro A cien años del 71. El fusilamiento de los estudiantes de Medicina de Luis Felipe Le Roy y Gálvez

 

Con derecho propio se inscribe también en este selecto grupo el doctor Antonio José Romay y Raimundi, uno de los dos médicos que asistió a los estudiantes en el penal. Este cirujano romancista era sobrino del ilustre médico doctor Tomás Romay y Chacón. Los jóvenes condenados recordarían siempre a este galeno que los atendió humanitariamente, brindándoles consuelo moral, además de curarlos de sus males físicos; gracias a él, los estudiantes que más sufrían las dolencias físicas pudieron descansar algún que otro día.

En este noble conjunto de personas honestas, no pueden dejar de mencionarse los senadores españoles Francisco Díaz Quintero y Eduardo Benot, juntos con el diputado Nicolás Salmerón. Las palabras de Díaz Quintero, Eduardo Benot y Nicolás Salmerón, aunque pronunciadas en las cámaras de Madrid después de indultados los estudiantes y puestos en libertad, dan para estos tres españoles un puesto merecido entre los hombres dignos. La labor de Díaz Quintero, desde las páginas de su periódico en Madrid, para que los estudiantes condenados fueran indultados, fue realmente meritoria.

De las mujeres se conoce que la matancera Emilia Casanova de Villaverde, quien residía en Nueva York, pidió a varias cubanas en ese lugar que la acompañaran a visitar al presidente de los Estados Unidos, Ulises Grant, para abogar por los estudiantes encarcelados. La patriota Ana Betancourt recordaría, años después, que en diciembre de 1871 fue invitada por la señora de Villaverde para que la acompañara con doce señoras más a Washington. El objeto de esta comisión era pedirle al Presidente Grant, en nombre de las madres de los estudiantes que se habían escapado de la muerte y se hallaban arrastrando una cadena en el presidio de La Habana, que interpusiese todo su influjo sobre el gobierno de Madrid, para ver si conseguía se les conmutase la pena del presidio por la del destierro.

Otras dos mujeres estuvieron muy cerca de las familias de los condenados a prisión en la lucha por el indulto, fueron ellas Concepción Capdevila Pina, hija del capitán español Federico Capdevila, y Dolores Sirvén Borrás, esposa del catedrático doctor Juan Manuel Sánchez de Bustamante. Después de los sucesos, Dolores y su esposo tuvieron que exiliarse debido a la presión ejercida por los voluntarios españoles.

 

Doctor Fermín Valdés Domínguez. Foto: Tomada del Libro La inocencia de los patriotas. Fermín Valdés Domínguez y los estudiantes de Medicina de Ricardo Hodelín Tablada

 

En la cima de estas dignas actitudes se inscribe el doctor Fermín Valdés Domínguez, condenado a seis años de prisión, él dedicó toda su vida a demostrar la verdad sobre sus compañeros fusilados. Fermín fue, sin dudas, el verdadero reivindicador de los estudiantes de Medicina.

 

Dr.C. Ricardo Hodelín Tablada: Médico e Investigador histórico. Doctor en Ciencias Médicas. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Neurocirujano del Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente “Saturnino Lora”. Santiago de Cuba. Miembro de la Uneac, de la Unhic y de la Scjm

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