Ni el más profeta lo hubiera podido predecir, pero ahí está uno de esos misterios indescriptibles del béisbol. El campeón del Premier 12 es otro equipo asiático, que para más sorpresa lo hizo en una de las Catedrales de este deporte en el mundo. Desde este 24 de noviembre, Taipei de China, escribió con letras doradas lo que muchos medios de comunicación llaman ya: TOKIONAZO.
La pizarra final 4-0 en el mismísimo Tokyo Dome no sólo significó el título de la tercera edición del certamen para los taipeianos, sino que rompió una racha de triunfos a la selección japonesa que se extendía desde 2019 a casi 30 partidos internacionales en línea. Como si fuera poco, silenció a la afición nipona, que aplaudió adolorida no solo a los nuevos titulares, sino al jugador más valioso de la justa, el jardinero central Chieh-Hsien Chen.
Para quienes vimos de cerca la preparación, organización y disfrute del torneo en Taipei de China, este triunfo recompensa también a una afición admirable, que vive el béisbol como pocas y conoce a la perfección a los principales jugadores internacionales. De su liga profesional salió este equipo, recibido en las primeras horas de este lunes con los honores más grandes que ha vivido el deporte nacional taipeiano.
Es cierto que Japón solo perdió un encuentro de los nueve celebrados; que sus estadísticas impresionaron en los tres aspectos de juego por encima de todos los rivales; que armaron el torneo para festejarlo con cake y bombones; y que el juego más cerrado de todos los que tuvieron fue precisamente con Cuba. Pero la realidad es que perdieron la final y difícilmente olvidarán este fracaso en su propia casa.
Lo ponderable de los nuevos campeones trasciende a la dirección y entrega de los jugadores. Fabricaron carreras con las armas más disímiles, incluido los batazos de largo metraje (ausentes en otros tiempos en el béisbol asiático). Su pitcheo enseñó un dominio y seguridad impresionante, al punto de desfilar hasta 7 lanzadores por el box y mantener inalterable de ceros el marcador. La defensa cumplió lo más importante: que ningún error cueste carreras.
Esta tercera edición concluyó además con el bronce de Estados Unidos tras vencer a Venezuela 6-1. Los premios metálicos más abultados, un incremento de la audiencia televisiva, así como mayor asistencia a los estadios en las tres sedes, complació a la Confederación Mundial de Béisbol y Sóftbol, que ya anunció la próxima edición con 16 equipos y un torneo clasificatorio para esas cuatro incorporaciones.
Cuba finalmente terminó última (onceno lugar compartido con Puerto Rico) y lejos de ser el más desastroso de los lugares en estas lides abre otro compás de análisis a fondo de nuestro béisbol. De momento, hay silencio en nuestros estadios hasta el mes de marzo. Y ojalá la lección sea aprendida de una vez y por todas: «el central no muele esfuerzo, el central muele caña, caña y caña».