La ciudad de Camagüey ha demostrado una vez más la utilidad del arte en tiempos demandantes. En su edición 19, el Festival Nacional de Teatro se celebró pese a la compleja situación energética que enfrenta el país, apostando por la perseverancia, la resiliencia y la esperanza.
Cancelar habría sido la opción más sencilla (y hay quien piensa, incluso, que era lo que se imponía), pero se optó por garantizar la continuidad de una cita que ha devenido símbolo de resistencia.
La implementación de un corredor cultural, con garantía de servicio eléctrico para salas teatrales, otros centros culturales y una red gastronómica, ha permitido mantener una programación artística muy necesaria en momentos de crisis.
Es una idea que otras ciudades, atendiendo a sus posibilidades, pudieran concretar en estas arduas circunstancias.
El entusiasmo y la calidez del público han sido extraordinarios. Todas las salas estuvieron llenas, en un respaldo que resalta la capacidad del teatro para movilizar y unir a las personas.
Para los artistas, contar con este apoyo es un aliciente invaluable, que confirma la relevancia del arte como vehículo de expresión y encuentro. Ya por eso valía la pena concretar la convocatoria.
Pero hay más: partiendo de su austeridad, el Festival logró mantener un excelente nivel artístico, con una selección cuidadosamente curada que incluyó algunos de los espectáculos más destacados de la escena teatral reciente en Cuba.
Como en ediciones anteriores, el evento se consolidó como una plataforma de intercambio para artistas, críticos y público, cumpliendo con su misión de fomentar el diálogo y permitir el acceso a propuestas valiosas. El Festival de Camagüey es vital para la continuidad y renovación del arte escénico en el país, evidenciando que incluso con recursos limitados, se pueden alcanzar altos estándares de realización.
Esta contingencia exige una revisión de las prioridades culturales a nivel institucional. Es fundamental proteger citas que aporten, en todos los sentidos, como este Festival Nacional de Teatro.
Garantizar su sostenibilidad no solo implica salvaguardar una tradición, sino también apostar por el arte como un pilar esencial de la identidad y la esperanza colectiva. Ensayar alternativas que no comprometan las credenciales estéticas y conceptuales es un imperativo.
Es momento de priorizar lo mejor, porque en el arte residen algunas de las respuestas que la sociedad necesita en momentos de incertidumbre. Camagüey ha ofrecido una muestra fehaciente de esa potencialidad.