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¡Devolvernos nuestra Artemisa, hasta con imposibles!

Artemisa, la tierra de coraje y de sonrisa, la próspera y combativa, la de los muchachos del Moncada, la del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, quien ha estado junto a los artemiseños durante estos días —entre previsiones, rachas de viento, daños profundos y ahora recuperación—, esa Artemisa que no es la misma de días atrás, anda laboriosa e inquieta. ¡Aquí detrás de la tormenta no llegó la calma!

 

 

¡No llegará la calma!, pues para quienes la desandamos sabemos que no hay parque ni centro cultural, barrio, o institución estatal, vivienda de familiar, vecino o amigo, tampoco árbol milenario ni palma real que no tenga la huella de las rachas de viento —superiores a los 200 kilómetros por hora, pero sabemos también, que estamos todos los que somos.

Ningún fallecido por el evento hidrometereológico por estos llanos y montañas, es aliciente entre tanto. A pesar de la furia del huracán Rafael, solo siete lesionados, a salvo desde el minuto cero por quienes visten batas blancas.

Allí estaban, pienso que el miedo les abatía, pero estaban donde su profesión los llevó en esa tarde más larga que un día entero. Atendían a más de 100 embarazadas a término, evacuadas en los centros de Salud, o a los necesitados de atención médica hospitalaria, incluso a pacientes, que mientras no cesaban los remolinos de aires fuertes, se les transfundía sangre, incluso, aliento.

La tierra más fértil de Cuba, la líder en la producción de cultivos varios, tiene poco de verde en sus más de más 240000 hectáreas cultivables.

Perdimos en solo unas cinco horas más de 9 000 hectáreas de plátano, el 90 por ciento con el cual contábamos, también yuca, frijol, soya, maíz…; incluso, las 1 041 hectáreas de hortalizas recién sembradas no llegarán a mesas artemiseñas ni habaneras, tampoco las 1 800 latas de café imprescindible para evitar importaciones.

Un huracán llamado Rafael, echó por tierra tanto sudor, máquinas de riego dañadas, casas de cultivo, techos de carfrisas…
Como en cámara lenta el estadio 26 de Julio perdió dos de sus torres, lo más visto entre los videos publicados en Facebook, eso afectó la pizarra, y ya ninguna de las gradas está techada-, y otros sitios de bolas y strike de la provincia también sufren daños.

El emblemático Cine-Teatro Juárez, una obra que nos ha costado millones de pesos y de horas de trabajo, anda mustia sin parte de su climatización central, su techo, su estructura, y en otros espacios vitrales, cubiertas, puertas, ventanas, solo existen en la memoria de los artistas y escritores, del pueblo artemiseño.

¿Qué decir del fondo habitacional, de localidades como Cabañas, en Mariel, por donde decidió salir, de Guanajay o Alquízar, de Silvio Caro, en Bahía Honda, o de la propia ciudad cabecera?

Se suman estadísticas con números de seis cifras afectados total y parcialmente; sin embargo, no vale la pena alarmar a Cuba entera, más que viviendas son hogares, son familias, muchas bien longevas, que pudieran hasta confiar en que nadie quedará desamparado, pero al mismo tiempo, habrá que esperar, que trabajar durísimo.

¿Comienza el curso escolar en breve? No es incierto que ese es el empeño del Consejo de Defensa de Provincial y de sus homólogos en las 68 zonas de defensa, pero la verdad es que una cuarentena de instituciones escolares se afectaron, y el doble de ese número habrá que lograr en alternativas para que no sea utopía devolver la alegría del saber a los pioneros y estudiantes artemiseños.

Ante los estragos, reconforta apreciar tanta gente joven, sobre todo de verde olivo de las Fuerzas Armadas o de los tonos de Ministerio del Interior, con motosierras, que a pesar de las horas de trabajo, reconocen que hay mucho más por hacer, y que se suman otras manos, sin importar ni la afiliación ni la profesión, algunos artemiseños, pero un grupo inmenso de disímiles partes de la isla grande que ayudan a esta joven provincia.

Artemisa y sus calles, sus parques, sus instituciones, sus campos, sus viviendas… no son los mismos antes y después del huracán que con categoría 3 nos mantiene aún el corazón apretado, pero su gente sí es la misma, una generación que deviene ejemplo de aquella del Centenario, la del moncadista Ramiro, quien en esta contienda nos inspira a trabajar, trabajar y trabajar, para, devolvernos nuestra Artemisa, así sea con imposibles.

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