Ya era desafiante la perspectiva de realizar el Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso en un contexto económico adverso. Y la apuesta por su celebración tiene que ver con la decisión de preservar los principales encuentros de la cultura cubana, asumiendo la austeridad que el momento precisa.
A los obstáculos de la crisis se sumó el impacto del huracán Rafael en el occidente del país, que impuso una pausa de tres días en la cita. Solo el empeño de los artistas y los organizadores, que contaron con el apoyo del sistema institucional de la cultura, impidieron una cancelación. Se readecuó el programa, de manera que las compañías y solistas invitados pudieran presentar su arte al público.
Este domingo, finalmente, la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba acogió la gala de clausura, que contó con la presencia de grandes estrellas de la danza en el mundo, y con el aporte de dos agrupaciones que han demostrado un extraordinario espíritu de resiliencia: el Ballet Nacional de Cuba y la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
No ha sido el más vistoso de los festivales de ballet en Cuba. Ni podía serlo. Ni tendría que serlo. Ha sido el mejor festival que se pudo haber hecho en las actuales circunstancias. Y pese a que casi a última hora no se pudo contar con algunos invitados de renombre, muchos de los que vinieron a La Habana se ubican entre los más encumbrados bailarines del planeta.
Una vez más los aficionados cubanos tuvieron la oportunidad de tomarle el pulso a lo que se hace ahora mismo en las capitales y los grandes teatros de la danza universal. Esa es una de las virtudes del encuentro: es la principal vitrina para el arte coreográfico (nacional e internacional) en Cuba.
Y a eso habría que añadir que en esta edición se honró particularmente la vocación integradora de la cita: desde el ballet más académico, pasando por recreaciones del folclor, hasta las expresiones más contemporáneas de la danza. Las más importantes compañías del país se presentaron en los escenarios.
Mantener el Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso y otras emblemáticas convocatorias del arte en Cuba, aunque puntualmente sea preciso reajustar su alcance, debería ser una prioridad, en espera de tiempos mejores para el sistema de encuentros culturales en el país. Ahora se pudo. Hay que partir, más que nunca, de sólidas jerarquías. En tiempos demandantes para la nación se debe blindar lo mejor.