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Camilo: el héroe hecho historia

Fidel Castro dijo una vez: “en el pueblo hay muchos Camilo», y es verdad. Lo puedes ver en los niños que todos los días aprenden a ser hombres de bien; en el obrero, que pese a los contratiempos lucha por ser mejor cada día, y en la madre soltera, esa que no se rinde ante nadie y es capaz de saltar montañas por los suyos. Camilo Cienfuegos es más que historia, es pueblo.

 

Grandes son las anécdotas que recuerdan al gigante, no por gusto el Che dijo: “Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa, Camilo era Camilo, señor de la vanguardia, guerrillero completo que se imponía por esa guerra con colorido que sabía hacer.»

Quienes lo conocieron recuerdan con cariño al modelo simpático de gran humildad y rebeldía. Su tiempo de vida fue corto, pero sus hazañas, esas fueron muchas. Nacido el 6 de febrero de 1932 en el barrio de Lawton, en La Habana, y fue el hijo más pequeño de un matrimonio español de inmigrantes. Su padre Ramón Cienfuegos confiesa que “Camilo fue un niño alegre, jaranero, sociable. Pero cuando te digo esto, también quiero que sepas que cuando el momento lo requería, era muy serio”.

Todo un valiente, desde muy joven estuvo vinculado en las luchas contra la dictadura y la opresión. Así comienza su etapa revolucionaria, llena de protestas populares, por ejemplo en 1948 se une a unas por el aumento del precio del ómnibus. El primero de abril de 1950 comienza a laborar en la tienda sastrería El Arte, situada en la calle Reina entre Ángeles y Amistad, en La Habana. Un hecho curioso, cuenta que no le gustaba tener deudas, así en una carta enviada a los dueños queda registrado su alto sentido de la responsabilidad y la honestidad: “Adjunto a estas líneas, les envío el importe de $153.56 en esa casa, “Sastrería El Arte”, realicé en el tiempo que de ella fui empleado.Ya realizada esta operación, podré sentirme verdaderamente tranquilo, sabiendo que es mancha sobre mi apellido pesaba, materialmente está borrada”.

La dictadura de Fulgencio Batista fue el escenario que más lo vio destacar lo que provocó que en 1954 es fichado por los órganos represivos, esto lo obliga a abandonar el país, y viajar a Estados Unidos. Su espíritu no muere. Deportado a Cuba en 1955 se incorpora a las luchas estudiantiles y tras ser herido en una manifestación decide volver a Norteamérica y en New York se une a la oposición revolucionaria en el exilio. Allí conoce a Fidel, e inicia lo que más adelante sería una gran amistad.

Entre los expedicionarios del yate Granma estaría Camilo. Ya en la Sierra Maestra, tras el desembarco, integraría junto al Comandante en jefe la columna No. 1 José Martí. Sus excelentes habilidades lo hicieron sobresalir como uno de los más relevantes combatientes de la tropa rebelde, por lo que en 1957 es ascendido a teniente, y tiempo después a Comandante del Ejército Rebelde. Al frente de la columna No. 2 inicia, junto al Che, quien dirigía la No. 8, la invasión a Occidente con el fin  de dar el estacazo final a la dictadura. Por su actitud y el éxito ante la toma de la localidad de Yaguajay, el pueblo lo identifica como el Héroe de Yaguajay. A La Habana llega Camilo, junto al Che, el 2 de enero de 1959 tras el triunfo revolucionario.

Un compañero que peleó junto a él y formó parte de su columna, una vez el jefe guerrillero le preguntó: ¿Qué te han dicho que son los comunistas?, y el responde: Que son malos, a lo que Camilo replica: ¿Y si tú ves a un comunista peleando junto a nosotros, para qué piensas que pelea?, Se tarda, piensa y responde: para el bien del pueblo;  ¡Ah,. entonces no son tan malos como te dicen!, afirma Camilo.

La defensa de la patria era su meta, su ideal, su principio, y no se detuvo hasta conseguir la victoria al lado de sus compañeros. En una ocasión, cunado junto al líder acudió al estadio del Cerro para participar en un desafío, surgió la idea de que en las dos novenas jugarán los guerrilleros en una división que daría mucha viveza, a lo que respondió como un rayo: “¿Qué integre una novena contra Fidel? ¡Qué va! ¡Contra Fidel yo no estoy ni en juego!”.

Meses después del triunfo revolucionario su aporte decisivo permitió que el proceso revolucionario cubano se consolidara. Desempeño a cabalidad cada una de las responsabilidades y misiones encomendadas, participó como dirigente de la Revolución en varios actos y con su palabra vibrante fue capaz de contribuir a la educación política del pueblo. Su hazaña aquel 28 de octubre de 1959, en Camagüey cuando retornaba en un avioneta a la capital en lo que se convirtió en su último combate y dónde se produjo su lamentable desaparición física es recordada por siempre.

La vida y obra del hombre de las mil anécdotas ha quedado guardada en el libro de la historia de un país que cada 28 lo recuerda y le rinde homenaje de forma permanente y que se siente fiel perpetuador de su obra. Aquellos versos de Bonifacio Byrne dedicados a la bandera cubana dichos en su último discurso son el testimonio vivo de lo mucho que amaba a su país y a su gente, en él precisó que “tan alta y firme como la Sierra Maestra era en ese momento la vergüenza, la dignidad y el valor del pueblo de Cuba”. El líder no ha muerto, vive en el corazón de su pueblo.

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