Por casi 12 años consecutivos todos los febreros visitaba Guantánamo, y en especial recorría por carretera Baracoa-Imías- San Antonio del Sur, como parte de la primera etapa de la Vuelta Ciclística a Cuba. Después de leer muchas noticias y ver impactantes imágenes de esos lugares tras el paso del huracán Óscar me viene a la mente aquella familia entusiasta en San Antonio del Sur, que nos regaló unas naranjas y unas ruedas de piña para auxiliar a un colega diabético.
Ojalá esa familia no haya sido una de las que resultó sorprendida esa fatídica noche de domingo hacia lunes, cuando la corriente no se asomaba a las casas, por la caída del sistema electroenergético, y muchos no se enteraron de que en apenas minutos u horas pasaba por encima de ese territorio, de sus techos de guano y tejas (en su mayoría) uno de esos fenómenos climatológicos que siempre hace temblar las piernas y el alma al más valiente de los valientes, por el destrozo que va dejando a su paso.
El sonido del viento con rachas de 100 km/h o más en esos momentos se mete en los oídos con furia incontrolable; las aguas comienzan a correr e inundar lo que nunca antes había recibido tanta lluvia (siempre me explicaban que esta es considerada la única zona casi desértica de Cuba), y cuando los ojos se abren en la noche con una inundación ya en las narices, que se lo lleva todo (cama, televisor, comida, ropa y un larguísimo etcétera) solo queda pensar en vivir, en aferrarse a la vida, tal y como hicieron esos guantanameros.
Y por supuesto, lo más lamentable son las muertes ocurridas (incluida una niña de 5 años), y el desastre de escombros y casas caídas o desaparecidas, lo que significa reconstruir muchas cosas desde cero en medio de una situación económica en la que el país y el gobierno dan su mayor respaldo y solidaridad, pero bien sabemos lo que demora recuperar lo que tantos años costó reunir en familia y con mucho sacrificio.
Las almas se agrietan y la solidaridad se empina en días como estos. La tierra más oriental de Cuba no solo es la de aquella familia auxiliadora que recuerdo, sino también la de grandes deportistas (Driulis González, Dayron Robles, Yumileidis Cumbá, Arlen López, María Caridad Colón, Ángel Herrera, por solo mencionar algunos campeones olímpicos); de grandes músicos y artistas (Israel Rojas, Yoel Martínez, Waldo Mendoza, Mario Limonta, Adela Legrá, por solo citar también unos cuantos) y de héroes anónimos que sin medallas u obras artísticas aman y defienden el territorio que, por si fuera poco, es el único con una base naval ilegal de los Estados Unidos en Cuba.
Son horas muy duras en las que siempre se pide sensibilidad, comprensión, solidaridad y brazos para emprender nuevos empeños. Por cierto, esto último también lo intenta poner el béisbol, envuelto en tres eventos por estos días: la Copa Caribe en Bahamas, el Panamericano sub 12 en Panamá y la gira preparatoria por Korea para el equipo que nos representará en el Premier 12.
Hasta que escribo estas líneas, los más pequeñitos siguen batallando con su lógica alegría y ya compilan tres éxitos en cuatro salidas; el conjunto de Alexander Urquiola celebra su primera presentación en el estadio Andre Rodgers; mientras los más aventajados en cuanto a calidad cayeron este miércoles por nocao 13-1 frente al NC Dinos, de la Liga de Otoño Ulsan-KBO 2024.
Finalmente confieso que hoy no es un día bueno para soltar amarras de inspiración. Me estremece lo que he visto en imágenes de San Antonio del Sur; me preparo para nuevas coberturas y siento que mi corazón extraña muchas cosas, incluida una paz enorme para seguir queriendo a las personas más importantes de mi vida y contar con su amor en medio de tantas tempestades.