El viernes 18 de octubre, a las 11 de la mañana, se apagó el sistema eléctrico de Cuba y todo un país quedó a merced de la luz natural y de algunos grupos electrógenos. La esperanza de todos recayó en nuestros trabajadores eléctricos, quienes, por tercera o cuarta ocasión en los últimos años, resolverían en el más corto plazo posible ese problemón, que paralizaba la economía de golpe y provocaba no pocos colapsos de preocupación, dudas, malestar e incomprensión entre quienes veníamos de apagones asfixiantes, que llegaron a ser del 40 % de los clientes un día antes de la fatídica desconexión.
A la sabiduría popular de la pelota y la economía (en las que casi todos nos consideramos expertos) se suma desde hace tiempo la energía. O mejor la electricidad. Y hablamos en las colas y con los amigos de megawatt, de la Felton y la Guiteras, de las patanas turcas y de la generación distribuida, y de la demanda en horarios picos, como si alguna vez hubiésemos estudiado eso o amado tanto la física, esa asignatura que tantos dolores de cabeza nos dio en la secundaria y el pre.
Y la confianza inicial en los que verdaderamente saben “poner la corriente” se concretó el viernes en la noche en algunos circuitos, luego hubo recaída apenas amaneció el sábado. En esa misma jornada se levantó de nuevo el sistema y fue cuesta abajo antes de las 11 de la noche. El domingo volvió a asomarse la luz para algunos y otro batacazo puso a pensar una nueva estrategia. Hoy lunes, a la hora que escribo, parece que todo se estabiliza con más precisión, pero certeza-certeza no tendremos hasta que pasen las horas, los días, las semanas.
Los días oscuros han apuntado también a la reflexión. ¿Cuánto todavía nos falta en la comunicación política desde el más alto nivel hasta el delegado de base para escuchar, entender y dar una respuesta persuasiva y convincente, aunque no sea la solución al problema real, en situaciones de crisis como esta?
¿Por qué reaccionamos en las redes sociales con réplicas que debieron ser primicias nuestras si sabemos que hoy buena parte de la población (especialmente los jóvenes) se informan por esa vía, con contenidos bien contaminados de odio y mentiras por quienes no quieren el bien de Cuba, sino solo likes, más audiencia e incitan a un desastre social que ocasionará más oscuridad social que la vivida por estos días?
¿Si es una verdad constante y sonante que se nos dificulta adquirir el combustible y las piezas de repuesto para las termoeléctricas por el bloqueo económico estadounidense, cómo es posible que aún queden algunos “pensadores eléctricos” dentro de nuestra gente, que todavía achacan estos días oscuros a la incompetencia interna de un sistema electro energético, cuando este ha dado más de lo que podía y menos que lo deseado a partir de sus más de 35 años de explotación solo con ligeros maquillajes?
¿La invulnerabilidad de nuestro sistema electro energético se logrará solo con la instalación de los parques fotovoltaicos en que estamos enfrascados y rendirán frutos desde el 2025, posibles aumentos de tarifas para quienes más consumen y restricciones de cargas a las empresas o harán falta nuevas ideas y más inversión extranjera en un sector que es la columna vertebral de un país?
Son apenas algunas ideas mal o bien pensadas desde la soledad de 48 y 72 horas sin ese pestañazo de luz que activa neuronas y provoca más de una emoción. Tampoco este periodista es mago, especialista y quiere caer en el saco de considerarse experto. Con el béisbol y las incomprensiones que me gano a diario por parte de algunos funcionarios cuando trato de aportar ideas, tengo suficiente.
Pero soy un cubano preocupado y ocupado con su realidad, en la que cohabitan un número importante de preocupaciones y problemas, que si no los hablamos con respeto, decencia, transparencia, fuerza y valentía, a la par que nos involucramos en sus soluciones con creatividad, ideas y luces desde la posición social que nos toca, acabaremos sin esa sonrisa que, en medio de estos días oscuros de apagón, la mayoría de los cubanos no perdió porque hubiera significado perder una nación. Y eso último es más fuerte que nosotros mismos y que todas las luces que se volverán a prender gracias a nuestros trabajadores eléctricos.
Posdata: Pueden compartirlo y comentar con el mismo respeto que exijo siempre para mis trabajos, aunque usted no comparta parte o todas mis ideas. Gracias a todos por leer.