Llega el 16 de octubre y se recuerda la efeméride, la proclamación del Día Internacional de la Alimentación, con el propósito de despertar en el público la conciencia del problema que afecta al mundo, en relación con la alimentación y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la malnutrición y la pobreza.
Como se conoce, en 1980, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas subrayó, en su Resolución 35/70, la importancia de este día en atención al hecho de que la alimentación es un requisito para la supervivencia y el bienestar de la humanidad y una necesidad humana fundamental.
Las políticas económicas actuales impiden el desarrollo de la agricultura campesina y favorecen a la agroindustria con la expansión del agronegocio en el mundo provoca la especulación y conlleva al aumento del precio de los alimentos, acabando con la soberanía alimentaria y la cultura alimenticia de los pueblos.
La única forma de salir de esa crisis es acabar con el modelo del agronegocio, el cual expulsa a las y los campesinos de sus territorios, además de acaparar la tierra, controlar las semillas, destruyendo la biodiversidad y el medio ambiente, generando así hambre y miseria en el mundo.
Desde hace años se ha venido planteando la necesidad de alcanzar soberanía alimentaria, como una forma que permite un mejor diseño de sus propias políticas agroalimentarias, que favorezcan la producción y distribución a nivel local y que supla las demandas de la población.
En este momento más de mil millones de personas en el Orbe sufren hambre y desnutrición, mientras que las transnacionales especulan, pues la agricultura, el agua, la alimentación y los bienes comunes naturales son hoy objetivo central para lucrar.
Se impone entonces concretar el derecho humano más elemental: alimentarse y su bienestar nutricional, contenido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a producir y a comer alimentos sanos, el tema de la alimentación no puede reducirse a una mercancía de las corporaciones transnacionales, es vital este 16 de octubre ratificar la urgencia de la Reforma Agraria Integral, como una transformación radical hacia un sistema alimentario socialmente justo y digno para los pueblos del mundo, además de materializar producciones agroecológicas, en aras de mitigar los efectos del cambio climático y enfriar el planeta.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 1.000 millones de personas en el mundo padecen hambre crónica; más de 1.000 millones son obesos, lo que no significa estar bien alimentadas, o sea, cerca de las dos terceras partes de la población mundial está mal nutrida.
Mientras este panorama pulula, cada el 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación, proclamado en 1979 por la FAO –fecha que coincide con su fundación en 1945.
A pesar de ello, en 2009 se alcanzó el récord de 1.000 millones de hambrientos en el mundo, lo cual habla de que evidentemente, las propuestas de la FAO para resolver el problema del hambre y la malnutrición no van por buen camino; y los obesos y famélicos son síntomas de un mismo problema.
En la actualidad, las corporaciones agrícolas transnacionales controlan más del 40 por ciento del comercio mundial de alimentos, lo que implica un peligro para la soberanía de los pueblos.
Algunos aseguran que los hambrientos escuchan sólo a quienes tienen un pedazo de pan en la mano y que la comida es un arma en el arsenal de negociación de Estados Unidos.
Por ello, este Día Mundial de la Alimentación de la FAO, los Movimientos Sociales del mundo reclaman soberanía alimentaria, lo cual debe ir desde la producción hasta la comercialización y el consumo, reto que obliga a repensar mejor, pues no solo de pan vive el hombre.