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Michel, un lobo de mar dispuesto a todo

Ser un práctico es estar dispuesto a todo, incluso a morir si el océano se pone bravucón y a uno le falla la rapidez para arreglárselas. Esa es una verdad que se repite cada vez que conversas con algunos de estos lobos de mar, como el que hoy nos ocupa.

Michel Hernández Hernández hace 15 años ejerce esta profesión muy vieja e importante. Primero tuvo el llamado de los genes para inclinarse por ella: su padre era marino y también práctico; luego los cursos de superación que recibió lo condujeron a consolidar su vocación por ese oficio.

 

 

“Soy de Cojimar, que es como decir soy parte del mar. Aunque me gradué primeramente como ingeniero Radioelectrónico, comencé en los prácticos como electromecánico naval. Al desaparecer esa plaza ocupé la de marinero. Me seguí superando hasta hacerme práctico, no sin antes calificarme como oficial de puente. Fui, también, patrón”.

Este hombre de 53 años y conversar campechano, nos cuenta que de niño pescaba y siempre soñaba con verse montado en un barco y salir a capturar peces. Ahora sigue practicando la pesca y de vez en cuando, si alguien lo saca en un bote, se da ese gran gusto de regresar a casa con algunos de los manjares que dadivosamente ofrece la mar (como los que adoran a ese ecosistema llaman al mar).

En el momento en que conversamos con él, acababa de pasar por una de las tribulaciones que enfrentan los marinos. Uno de los cabos para atracar se partió. “No salieron las cosas como teníamos previsto. Esto es como en la pelota. Piensas que vas a batear bien y te ponchas, pero por suerte al final todo salió bien”.

Este día trasladaban hidrocarburo; y, como nos explica, cualquier incidente hubiera podido provocar un derrame con consecuencias fatales para el entorno marítimo comprometido, al tiempo en que las pérdidas económicas hubieran sido también considerables, máxime en estos momentos que atraviesa el país.

Tuvieron que accionar en fracciones de segundo, como él mismo describe, y para eso hay que contar con lo que indica el práctico, cuya misión es asesorar a toda la dotación.

“La profesión nuestra contempla encauzar a los capitanes en las maniobras, entre estas las entradas en los puertos. La mayor dificultad está a la hora del atraque porque estamos muy próximos al muelle y los buques son por lo general viejos. En ese momento puede que ocurra lo que nos sucedió, que se parta un cabo, y entonces hay que actuar muy, pero que muy rápido, en cuestión de segundos”.

No obstante, todo tiene su encanto. Para este hombre estar cara a cara con la bravura del mar y del viento, tener que reaccionar ante un cabo desbaratado… ha sido un ejercicio placentero y que disfruta porque, como tácitamente expresó, le saca la adrenalina y pone sus nervios a prueba.

“Como decía un viejo maestro que tuve: «tienes que salir de este riesgo, aunque caigas en otro, pero tienes que buscar una solución de inmediato»”.

 

 

Nos comenta sobre el trabajo mancomunado entre todos lo que integran la tripulación y la importancia de tener práctica para poder capear cada uno de los problemas que se presentan. “Aquí si no hay experiencia de los marineros en lo que es el amarre estamos embarcados. Lo mismo sucede con la experticia que debe tener el patrón y el motorista. Sin la suma de los conocimientos de todos no somos nadie”.

Estima que el trabajo es fuerte porque en una hora o dos tienen que hacer lo que otros, en otras profesiones, logran en ocho o más horas. “La lancha no puede parar. El patrón no puede dejar a bordo un barco, ni tampoco titubear ni crear pánico, porque el mar está bravo o el barco venga cabeceando o dando bandazos. Por eso la vida nuestra depende en gran medida de los patrones”.

Como uno de los actos más peligrosos para los prácticos, considera la subida y bajada de la escalera del barco. Sobre todo la bajada, porque no la ves. Cuenta que algunos en esa operación, se han caído y fracturado costillas.

Esta es una profesión de corajudo y de hombres con una agilidad distinguida para maniobrar. De hecho casi todos pasan los 40 años, porque como entre ellos dicen, es una segunda profesión: primero tienes que ser marino para después ser práctico.

 

 

“Si no conoces el mar, tanto en la teoría como en lo concreto, no serás jamás un buen práctico”, dice con sencillez, y sabemos que tiene toda la razón.

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