Manjúa no cree en amenazas
Uno de los tripulantes del barco bonitero Tres Hermanos narra lo sucedido el cinco de octubre de 1964, cuando Rafael Cabrera Mustelier recibió graves heridas al impedir el secuestro de su embarcación y su desvío hacia Estados Unidos por contrarrevolucionarios alentados por el “sueño americano”.
El cinco de octubre de 1964 los tripulantes del bonitero Tres Hermanos, de 52 pies de eslora, salimos como era habitual en nuestra embarcación a las ocho de la mañana.
Al llegar a Cayo Melones estábamos almorzando y de pronto Miguel Conde Green sacó un revolver y apuntó al patrón, Rafael Cabrera Mustelier, a quien llamábamos Maceo.
Rememora el pescador jubilado José Jiménez Hernández, conocido como Manjúa entre los trabajadores de la Empresa Pesquera Industrial Pesca- Isla, al referirse a lo sucedido aquel día en que Rafael Cabrera recibió graves heridas al impedir el secuestro de su embarcación y su desvío hacia Estados Unidos por contrarrevolucionarios alentados por el “sueño americano”.
‘Qué nadie se mueva, nos llevamos el barco hacia EE. UU.’, nos gritaba sin soltar la pistola. No esperábamos eso de él ni sabíamos que había dos hombres escondidos debajo del dormitorio.
Su relato retrata cada minuto. Contaba entonces con 14 años cuando sus ojos presenciaron la ira de Miguelito, ahijado y hombre de confianza de Maceo, que los traicionó impulsado por los cantos de sirena venidos del principal centro de atracción migratoria en el mundo, en especial para los países de América Latina y el Caribe.
Con ese lenguaje propio de los hombres de mar, recrea la conversación con el vaivén de sus manos, surcadas por el trabajo duro, con las cuales dibuja mejor lo acaecido por la burda manipulación del imperio de estimular la emigración ilegal para desestabilizar a la Revolución cubana.
Tan es así que entre 1962 y 1965 alrededor de 30 000 personas utilizaron esta ruta al ofrecerles un trato preferencial por arriesgar su vida en medios de transportes insostenibles en busca de establecerse temporal o de forma permanente en el Norte, donde se calcula vive más de un millón 242 000 procedentes de Cuba en su mayoría estimulados por las campañas difamatorias.
Imagínese…en ese momento no sabíamos qué hacer; el traidor insistía, pero Maceo no le hizo caso a sus amenazas y me dijo: ‘Manjúa, acelera y rompe el cloche que a mí nadie me lleva mi barco’.
Miguelito le disparó, pero él no se dejó intimidar, del otro extremo salió Lolo, marinero nuestro también confabulado con la fechoría en complot con su hermano Kilo. Lolo cogió la escopeta nuestra del barco y le disparó a Maceo, le dio en el ojo y cayó donde estaba la máquina.
En ese momento Tony y Eduardito, que venían escondidos en la proa, sacaron un revolver y volvieron a dispararle; aprovechó y cortó la manguera de aceite del motor con su cuchillo; le tiraron de nuevo, salió de ahí y forcejeó con Miguelito, sangraba bastante; al no poder cumplir su objetivo cogieron el bote del barco y los cinco huyeron hacia la costa a esconderse.
Al irse Maceo me orientó: ‘métete en la proa y saca una vela para movernos más rápido y cógeme mi colchón que quiero acomodarme, tengo mucho frío, sé que voy a morir, pero necesito aguantar un poco para ver a mi hija.’
Se quitó la camisa y le veo la herida, le había traspasado el cuerpo, sangraba mucho y estaba fea. Me pidió hielo para ponerse y a la vez se apretaba ese lado evitando perder más sangre.
Al rato nos ven desde otra embarcación y al pegarse a nosotros le explico lo sucedido. Rápido lo trasladan al hospital de Nueva Gerona donde está 21 días luchando entre la vida y la muerte, muere el 26 de octubre.
Su cadáver lo velaron en el local de la sede del Partido de la entonces Isla de Pinos, adonde llegó todo el pueblo a llorar a este querido pescador que cuando los sucesos de Playa Girón en 1961 se ofrecieron y puso su barco a disposición para capturar a los mercenarios dispersos por los cayos.
Por suerte sus asesinos fueron capturados y puestos a disposición de la justicia. Perdimos al amigo y al patrón de Tres hermanos, descendiente de una familia de pescadores del pequeño poblado de Casilda, en Trinidad, provincia de Sancti Spíritus.
Siempre nos contaba de sus 12 hermanos, que solo pudo alcanzar el tercer grado y a los diez años dejó su hogar para salir al mar en busca del sustento de los suyos. Nunca le temió a nada, razón por la que recibió el sobrenombre de Maceo.
Recuerda Manjúa, quien ahora disfruta de la jubilación, tiene 77 años y aún ese olor a mar y el ajetreo propio de una plataforma pesquera, lo sacan de su hogar cada mañana para cumplir con la encomienda de llevarle la prensa a los compañeros de la Pesca suscritos para recibir estos medios de comunicación impreso.
Joaquina y su dolor de hija
Sí, he tenido que andar de luto desde muy pequeña. ¿Quién iba a decir que morirías tan joven? Aún te recuerdo alegre, con esa habitual ropa de pesquería, los pantalones cortos desflecados; llegabas a la casa y luego de mimos y besos jugábamos a lo escondido, te escondías detrás del escaparate o del sofá, siempre daba contigo y ahí venían las risas y las cosquillas.
Confiesa Joaquina Cabrera Peláez. Con apenas siete años perdió a su papá, Rafael Cabreras Mustelier, quien resultó herido de muerte mientras hacía resistencia a cinco individuos que intentaron secuestrar el barco Tres hermanos, en el cual laboraba desde 1959 al inaugurarse la cooperativa de pescadores Mártires del Baire, hoy conocida como Industria Pesquera Pesca-Isla.
Fue difícil crecer sin ti, no tenerte en los momentos más significativos de mi vida: cuando me pusieron las pañoletas roja y azul, al entrar en la secundaria, en la celebración de mis quince, al tener a mis tres hijos, es cierto, mami estaba ahí, pero extrañaba ese besote tuyo, que me pasaras la mano por la cabeza o ver esa sonrisa de orgullo de tener a tu única hija.
El cinco de octubre de 1964, cerca de Punta del Este, los sujetos encañonaron a Maceo, como lo conocían, y lo obligaron a dejar la embarcación para desviarla hacia el Norte. “Primero tendrán que matarme antes de dejarme quitar mi barco, este no navegará jamás en aguas extranjeras”, les dijo el hombre de mar.
Los ojos de Joaquina se humedecen una y otra vez; los seca con una toallita que remolinea entre las manos sin cesar, toma aire…
¿Por qué tuvo que ser así; aún recuerdo la tarde que hiciste la cazuela con crudo para saciar mi deseo, nunca pude volver a comerlo de la repugnancia; de ti aprendí a comer pescado, ¿esas minutas empanizadas que preparabas son inolvidables? Mami las hacía, pero no eran iguales, esa especialidad solo es vista en la gente de Casilda, tu pueblo, una zona de pescadores.
Ay…ese 26 de octubre, ¡qué día! Todavía recuerdo a las personas de aquí para allá en el hospital Héroes del Baire, hasta el Comandante en Jefe mandó a su médico personal para sacarte de la gravedad y resultó inútil. Yo era una niña, pero recuerdo bien que a partir de ahí hubo un cambio en mi persona, era como si en mi corazón quedara una herida abierta para siempre.
Algo así, como una llaga que era lastimada continuamente cuando en la escuela escuchaba: ‘Pobrecita, es huérfana de padre’, comentarios que me dolían, pero tenía conciencia de que moriste por la Patria.
¡Ese es el abuelo que tus nietos recordarán ¡y hablando de ellos, Reiniercito, el segundo de mis hijos se hizo militar, sacó tu mismo carácter fuerte, no le gusta la traición ni las mentiras.
Yannier se hizo Técnico Medio e Ilianita, la más chiquita se hizo abogada; a todos les enseño a ser honrados, responsables, a amar a la Revolución y les digo que deben estudiar mucho, el mismo consejo que me dabas cuando me sentabas en tus piernas.
La voz se entrecorta, aparece ese nudo que sella la garganta cuando se nos toca las fibras más sensibles. Joaquina es una mujer fuerte, alta, de ojos pardos, aparenta ser feliz, pero en lo profundo de su corazón la tristeza se asoma por momentos
Y es que eras mi ángel de la guarda, por eso cada vez que tengo un problema te llamo, sé que me oyes porque un frío se apodera de mi cuerpo y por graves que sean los problemas salgo adelante. Cada vez que paso cerca del Monte de las Banderas siento ese escalofrío, ahí se honra a otros que, como tú, fueron víctimas de acciones terroristas.
Quiero que sepas que hay una foto tuya en el vestíbulo del Ministerio de la Pesca, cuando voy allá es como remover tus recuerdos. Pipo sabes, en tu honor nombraron al aeropuerto del territorio y a la fábrica de conservas cítricas, Rafael Cabreras Mustelier.
Rafael era un cubano comprometido con el proceso revolucionario emprendido el primero de Enero de 1959, por eso no dudó en brindarse para salir en Tres Hermanos en busca de los mercenarios que cuando la invasión a Girón se dieron a la fuga, a quienes puso a disposición del departamento de Seguridad del Estado.
Papi… tu como siempre tan leal a Patria, a tus amistades, y saber que Miguelito, a quien tenías como ahijado y que además era parte de la tripulación de Tres Hermanos, fue uno de los que te asaltó; tremenda traición, pero no importa, buenos compañeros, como Farrá, dejaste en la pesca.
¡No saben esos asesinos del dolor que llevo dentro!, qué van a saber si a ellos poco les importan los sentimientos, como tampoco a los lacayos del Norte que continúan incitando a los cubanos a abandonar nuestro país, motivo por el cual miles de pequeños han perdido a sus padres.
Bien lo sabías, tenía adoración contigo y tú conmigo, imagínate, yo quedé como tu única creación, por eso nunca me pegaste y mira que te hacía maldades y travesuras.
Sé que yo era tu vida, tú lo continúas siendo. Quiero que sepas que, a pesar de esa dolorosa ausencia, tu imagen de pescador alegre, sencillo y comprometido la guardo en mi memoria con la misma nitidez de aquellos años.
A 60 años de aquel suceso, Joaquina, hoy con 68 de edad no olvida a su padre.