Bien temprano al surco. Y los brazos ya están listos para empezar. Molestará el fango, el insecto que pica, la yerba crecida, el sol bravo y caliente. Y así, día tras día, el campesino, el agropecuario, el azucarero, el trabajador del campo se gana la vida. De la tierra sale la comida de su familia y de un país, aunque todavía es insuficiente y la mesa de la casa lo dice sin temores.
Es la agricultura un trabajo que no se resume a entregar hectáreas o caballerías para sembrar. Tampoco en la utilización a ciegas de regadíos, tractores y fertilizantes por doquier. Hay que saber del rocío de cada madrugada, de cómo intercalar y rotar los cultivos, de la fuerza de los vientos y de dar machete y guataca cuando lo pide la tierra, que mientras más colorada parece más dispuesta a darnos de comer.
Cuba puede y debe encontrar en los campos su verdadera soberanía alimentaria. Sin tantos informes y teorías, con más productos y más brazos trabajando. Puede y debe recuperar una industria azucarera a los niveles que nos permita al menos autoabastecernos; los cítricos que llegaron a ser muy cotizados por los europeos; la estabilidad del plátano, la yuca, el boniato y otros cultivos de estación; la producción de carne, leche y huevos para que no sea dolor de cabeza comprarlos hoy a precios inflacionarios.
Para eso también hay que resolver cadenas de impagos a los productores y diversificar más todo lo que puede aportar un central más allá de la azúcar. Empresas estatales como La Cuba, en Ciego de Ávila, nos muestran que son posibles buenos rendimientos y ganancias sin abusos en el mercadito o en la carretilla del vendedor ambulante.
Bien temprano al surco. Hay mucho que madurar lo verde. Lo saben los agropecuarios que este 3 de octubre andarán de celebraciones. Y lo sabe una nación que le va su supervivencia en producir, producir y producir alimentos.