Hacemos un alto en las publicaciones de CURVAS EN CRÓNICA y en temas deportivos para compartir una crónica que hace exactamente 23 años escribí tras mi regreso de Guinea Ecuatorial, cuando no existían redes sociales e Internet era incipiente.
Pude leerla en el Congreso Latinoamericano y Caribeño de Periodistas celebrado en La Habana y hoy fue que la encontré por Google cuando pensaba: cuán poco ha cambiado el mundo en casi un cuarto de siglo, cuánto nos falta a los seres humanos para ser mejores. Aquella vez y ahora se la dedico a los médicos y a mis colegas de grupo que vivieron en otras naciones historias muy similares a esta. La referencia a Gabriel García Márquez no es casual.
El amor entre tantos demonios
Aquel niño de 7 años me saludó tocándome los pelos de los brazos como si no fuera posible que existiera alguien distinto a su piel negra en la faz de la tierra. Nunca ha visto una torre ni tiene idea de poderla construir con palos o barro. Aquel niño que conocí en África comparte diariamente las camas de madera y la poca comida cazada en la selva ecuatorial con sus ocho hermanos. Ninguno de ellos gemelo.
El pasado 11 de septiembre no lo vi en su andar cotidiano por caminos robados a la naturaleza a fuerza de años. Para ganarse el buñuelo del desayuno ofrece sus bracitos y su disminuida fuerza para el trabajo más rudo, para el que se presente. Es muy fácil adivinar qué hizo y cómo reaccionó ese día ante los ya históricos y lamentables atentados terroristas en los Estados Unidos. Nada. No hizo nada.
Él no solo desconocía las difuntas Torres Gemelas, para muchos orgullo y prepotencia del desarrollo, del Primer Mundo y del capitalismo, sino también le eran ajenos y raros los significados de la palabra terrorismo o nombres como Afganistán u Osama Bin Laden.
No exagero. Mientras el AMOR LLEGABA A LOS TIEMPOS DEL CÓLERA, en Nsork, distrito más apartado de la región continental de Guinea Ecuatorial donde conocí a esa personita triste y enferma hace solo tres meses y medio, los habitantes vieron por vez primera un automóvil hace menos de una década, los aviones siguen siendo para ellos pájaros divinos del gran Dios todopoderoso y todavía UN CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA.
Solo desde hace casi dos años cuentan con doctores de verdad, esos que curan y salvan sin magias, engaños o robos. El Plan Integral de Salud que Cuba ofrece a más de 11 naciones de América, África y Asia propicia bienestar y salud para millones de personas a cambio de gratitud y vidas salvadas.
Hasta cada uno de los rincones del universo en que nuestros galenos arrancan de la muerte a niños, madres y pueblos enteros, llegamos 20 estudiantes de 5to año de Comunicación Social para reportar sus vivencias y la extraordinaria proeza de sembrar felicidad y esperanza en seres humanos que ven desfilar como una resignación CIENTOS DE AÑOS DE SOLEDAD.
Semanas enteras de incomunicación total con Cuba, días espantosos caminando por la verdadera e impresionante selva africana, sustos y hasta casi accidentes en los coches que nos transportaron, fueron algunos de los avatares padecidos para buscar y cumplir con los objetivos de nuestra labor periodística.
Sin embargo, triunfó EL AMOR ENTRE TANTOS DEMONIOS, pues la cotidianidad del personal médico cubano merecía los más altos escalones del ejercicio de nuestra profesión y cualquier sacrificio por duro que resultase. Únicamente con semejante clase práctica puede aspirarse a dominar EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO.
Ahora que estamos graduados y prestos a asaltar con humildad y convicción EL OTOÑO DE UN PATRIARCA nombrado globalización, concentración de poderes, hegemonismo cultural y cuantos calificativos totalitarios quieran sumarle, figuran una vez más LAS NOTICIAS DE UN SECUESTRO en los Medios de Comunicación, o mejor, tres aviones nos secuestraron las noticias desde el pasado 11 de septiembre.
Ya no hay GENERALES EN SUS LABERINTOS, sino fanáticos fundamentalistas y alocados presidentes frente a tableros mundiales de una guerra impredecible. Venganza para hacer justicia; terrorismo que justifican con venganza; justicia para acabar el terrorismo son trabalenguas de modas por las grandes cadenas transnacionales de comunicación y solo sale ilesa de una repetición forzosa la prensa soberana y con moral, que acusa y levanta su verbo por la paz y contra el terrorismo.
La impotencia estadounidense para reconocer la verdad sobre los ataques terroristas desencadenó la primera —que no la última—, guerra del siglo XXI y del tercer milenio. Lo más triste de tanta porquería histórica que vive hoy la humanidad será continuar viendo imágenes de inocentes, no solo en Afganistán, que mueren por enfermedades y por privárseles del pan de cada día. Contra ese terrorismo nadie lanza con urgencia misiles alimenticios, manda bombarderos Vitamina-B1, y mucho menos portaviones Multivitamínicos o submarinos repletos de vacunas.
No son los grafitis de mayo de 1968 lo que ven hoy nuestros ojos y nuestros reportes, crónicas o comentarios. No hace falta más Hiroshima, Kosovo, Viet Nam, Iraq, Granada o Panamá, para acabar de entender que no es la fuerza, sino la perseverancia de los altos sentimientos humanos lo que hace superiores a los hombres.
No ha sido esto UNA CRÓNICA ANUNCIADA y menos de ninguna muerte. Tendremos más tiempo en lo adelante para proseguir argumentándole al continente americano y al mundo cuántas verdades de corazón y cuánto amor trasmiten nuestros más de dos mil médicos en las naciones donde se encuentran trabajando como parte del Plan Integral de Salud, donde los agradecimientos van desde sus nombres y el de Fidel a los niños recién nacidos, hasta la sencillez de regalar dos mangos a una de nuestras enfermeras por haber pagado ella el parto a una nativa sin recursos económicos.
Y volvamos al inicio. Mañana, dentro de dos años, una década, 20 años, seguramente se volverán a levantar las Torres Gemelas de Nueva York. Sin embargo, aquel niño de 7 años que conocí en África quizás siga sin saber qué es una torre ni la podrá construir con palos o barro. Por supuesto, ya no compartirá diariamente las camas de madera y la poca comida cazada en la selva ecuatorial con sus ocho hermanos. Para entonces tal vez vivan tres. Y quizás sean demasiados. Y ojalá nosotros no muy pocos.