Angelita, apasionada por el aula

Angelita, apasionada por el aula

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Hemos estado -y seguiremos- publicando audiovisuales con historias de estudiantes egresados del diplomado de Gestión Integral del Transporte y la Logística, buque insignia de los cursos que realiza PREGER, la escuela ramal del ministerio del Transporte. Por ello, decidimos girar la mirada, en esta ocasión, hacia los docentes, piezas fundamentales para la creación y difusión del conocimiento, de la mano de Camilo Polanco, del equipo de comunicación de Desafío.

Si de profes hablamos, en el Mitrans resalta el nombre de Ángela Demestre Castañeda, la única fundadora de PREGER que sigue compartiendo sus saberes, 30 años después.

 

 

Licenciada en Educación, en la especialidad de Economía en el Instituto Superior Pedagógico para la Enseñanza Técnica y Profesional, se graduó en 1982 y, desde entonces, empezó a dar clases. Años después obtuvo el máster en Contabilidad.

“Siempre he sido profesora, he tenido nada más que tres centros de trabajo: donde me ubicaron a hacer mi práctica profesional, en el Instituto Politécnico de Economía, Ramón Paz Borroto, que es el técnico medio de Boyeros. Después estuve 15 años en la Escuela Ramal del Azúcar, el CENCA, y el resto de mi vida laboral lo he hecho en PREGER. Comencé en 1994, soy una de sus fundadoras, la única que queda”, relata Angelita, quien actualmente imparte el curso de técnica para analizar los estados financieros, el cual posee una bibliografía específica de la que es coautora.

“He tenido alumnos muy valiosos. Muchos de los ministros del transporte han sido mis alumnos. Todos los presidentes de OSDE han sido mis alumnos. Doy clases también en la Escuela Nacional de Cuadros y me convocan a impartir docencia en los diplomados, así que también he sido profe de viceministros de otros organismos”, explica.

Recuerda Angelita que PREGER comenzó en las instalaciones que hoy ocupa la Escuela Superior de Cuadros: “Tenía las ideas más innovadoras, con lo último que hubiese en el mundo en materia de conocimiento, de bibliografía, de condiciones, de todo. Me contraté ahí, primero 12 semanas a ver cómo me iba, y como ves, llevo 30 años”.

PREGER no está ajeno a la realidad del país, así asegura Angelita. “Nacimos en pleno Período Especial, con un empuje y una idea que soñó Senén Casas, entonces ministro del Transporte. Se logró una escuela donde no había profesores fijos, todos eran contratados porque él (Senén), quería lo mejor. Lo que no gustaba, salía, a partir de las encuestas que hacía a los alumnos”.

“Hoy nos golpea ser una unidad presupuestada, tenemos limitaciones materiales. Los salarios de los profesores, a pesar de haber aumentado ahora con la política de reconocimiento a la antigüedad, no están acordes con las condiciones económicas actuales”, lamenta Angelita, protagonista del esfuerzo que realiza el colectivo de PREGER para, a pesar de las dificultades, continuar esparciendo conocimientos en nuestro sistema.

Como afirma Angelita, “una escuela como esta funciona bien cuando hay un apoyo de la alta dirección, como lo hemos tenido en muchas oportunidades de los ministros que han pasado por acá. Con el diplomado de Gestión Integral del Transporte estamos haciendo algo que  contribuye al sistema de transporte, pues hace falta rejuvenecer, preparar».

Su vida profesional se resume a PREGER, asegura Angelita, porque “aun mi carrera cuando no haya pasado toda mi vida allí,  profesional se la debo a este lugar. Hice libros aquí, he viajado a impartir y recibir cursos fuera de Cuba. He hecho lo que he querido, me muevo en la pirámide de capacitación de esta escuela, desde dar clases a un ministro, a un contador o a un especialista”.

“Me ha enseñado mucho ir a dar clases en Venezuela, a un puerto, sin saber lo que te ibas a encontrar, sola. Ha sido interesante, también, ir a China. Es maravilloso. Aquí no he tenido límites y siempre he sido reconocida. Eso a mí me da salud”, afirma.

Hay algo en los profesores que nos hace sentir admiración y respeto desde el primer momento. Quizás por aquello que dijera Nelson Mandela de que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Angelita es de esas personas a las que le apasiona el aula, pues cuando entra ahí se le olvida todo: “(…) yo amo la docencia, me siento cómoda. Me retiré con una pensión bien baja, pero me volví a incorporar en mi mismo puesto, porque me gusta, porque lo disfruto”.

“Yo no puedo decir que el dinero no es importante”, dice, pero por sobre todo, Ángela Demestre Castañeda, la Angelita de esta historia, cree en la realización profesional, en la educación y en sus alumnos.

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