Durante los años de la República burguesa (1902-1958), el tema de las elecciones en Estados Unidos fue asunto relevante para los grupos de poder, lo que se reflejaba en la prensa y otros medios de comunicación. En circunstancias conflictivas ese tema cobraba mayor presencia, por cuanto la posibilidad de intervención avalada por la Enmienda Platt resultaba un peligro constante, al menos hasta 1934, cuando se firmó el nuevo Tratado Permanente de Relaciones que eliminó el derecho a la intervención de manera oficial, aunque eso no hizo desaparecer la presencia norteña en las tomas de decisiones desde los grupos de poder y, por tanto, el asunto de las elecciones siguió teniendo presencia en la isla caribeña.
En los comicios estadounidenses, también Cuba ocupaba un lugar en el discurso norteño en contextos específicos. Ejemplo de ello fueron los años de la segunda intervención (1906-1909), y también los del proceso revolucionario de los años treinta o los muy complejos de la década de los cincuenta.
La proclamación de la República el 20 de mayo de 1902 y, por tanto, el cierre oficial de la ocupación militar estadounidense, se produjo bajo la presidencia de Teodoro Roosevelt -en su condición de vicepresidente tras el asesinato de McKinley en 1901- quien fue electo como presidente en 1904, de manera que durante su gobierno se firmaron los acuerdos que estructuraban de manera oficial mecanismos de dominio neocolonial; sin embargo se proyectó su imagen de gran amigo de la independencia cubana por su condición de miembro del ejército que había intervenido en Cuba en 1898, y porque en su presidencia se produjo la retirada oficial de la ocupación. No obstante, aquella imagen podía cuestionarse cuando se produjo la segunda intervención en 1906.
Ante la situación creada por la imposición estradista de su reelección y el alzamiento liberal, Roosevelt implementó maneras de mostrar ante la opinión internacional que los cubanos eran responsables de esa situación, además de poner de relieve que era una intervención transitoria, provisional, pues esa era la imagen necesaria dadas las complejas relaciones que el imperio construía a nivel continental. En su discurso inaugural de 1905, después de su elección, se refirió a que Cuba había hecho muchos progresos con su gobierno independiente y que había muchas razones para la política a seguir con ella, como forma de mostrar lo bueno de la relación norteña con la Isla.
Según Jesús Castellanos, el 13 de noviembre de 1904 en Cuba y América, el triunfo “del héroe de Santiago ha regocijado extraordinariamente a todos los cubanos. La palabra rough-rider ha salido en letras de molde a razón de siete veces por cada artículo de fondo, y se ha dado un nuevo golpecito a la loma de San Juan, sin desdorar al Caney y Boniato.” Dijo que los cubanos veían en Roosevelt al “luchador de Santiago, el que más tarde nos puso la bandera en el Morro y el más ardiente defensor de aquel tratado de reciprocidad que si todavía no ha dejado ver la punta, fué (sic) pedido en otros tiempos por el pueblo con un embullo digno de las lidias de gallos.” Terminaba diciendo que ya Roosevelt no tenía deudas con Cuba, pero “seguro de que en su programa de coger goteras y desconchados a la propia casa, algo debe de traer para la accesoria del lado……”
El mensaje presidencial de Roosevelt de 1907, previo al año electoral y cuando estaba la segunda intervención en Cuba, incluyó una explicación sobre ese asunto: había un “caos” en la isla, pero ya había retornado “la prosperidad y la calma” gracias al “gobierno provisional”, y se estaban preparando las elecciones para el próximo año, después de haberla “rescatado”, y añadió que la actitud de los Estados Unidos hacia la isla era suficiente garantía de lealtad. No puede obviarse que el candidato de su partido era William Taft, su secretario de la Guerra, quien había llegado a Cuba en 1906 ante la crisis política en la Isla y fue el interventor, aunque por pocos días.
En 1908 serían las elecciones en los Estados Unidos y también en Cuba. En el país norteño fue electo Taft y en la isla José Miguel Gómez. Esta coincidencia de procesos electorales hacía que el tema Cuba estuviera presente en el país vecino, así como el del posible presidente futuro de los Estados Unidos también era de interés isleño por la actitud que asumiría ante el posible fin del gobierno interventor.
Justo, cuando se preparaban los comicios en los Estados Unidos este convocó a elecciones parciales en Cuba para el 1º de agosto y para noviembre las generales, de manera que se llegaba a las de los Estados Unidos con la situación cubana en camino de solución. El final de esa intervención “temporal” fue el 28 de enero de 1909, es decir que no se esperó al 20 de mayo pues quedaría fuera del mandato roosveltiano, por lo que el presidente del Norte dispuso la simbólica fecha de enero para quedar con ese mérito.
En Cuba, Cosme de la Torriente, en un artículo de 1907, planteó que confiaba tanto en la palabra de Roosevelt que creía que “el mayor peligro para Cuba está en que la República no se restablezca con todos sus organismos constitucionales antes de que en marzo de 1909 termine el período” de su mandato.
El presidente Calvin Coolidge (1923-1929) desempeñó su presidencia en coincidencia con la elección de Gerardo Machado en Cuba y las primeras expresiones de enfrentamiento en la Isla al machadato, además de la antesala de la gran crisis económica mundial y, en sus mensajes, dedicó espacios a Cuba; pero aún no había estallado con toda su fuerza el proceso revolucionario. La presidencia de Herbert Hoover (1929-1933) fue la que coincidió en lo fundamental con ese proceso, mientras fue Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) quien asumió cerrar el ciclo revolucionario en Cuba y en América Latina, donde había una gran efervescencia entonces con movimientos como el de Sandino en Nicaragua entre otros en ese momento, además de ser electo en el año más profundo de la crisis económica. Eso determinó que en su discurso inaugural del 4 de marzo de 1933 ya anunciara la política de “buena vecindad”, del vecino que se respeta y respeta el derecho de los otros, como explicó. En 1936, dijo que esa política para las Américas había prevalecido, no era una esperanza, y la comparaba con la de los gobiernos anteriores para demostrar su novedad. Entonces sería su primera reelección.
Sin duda, la situación tan crítica en el área, obligaba a poner atención a la política continental para preservar la hegemonía que ya se había construido; de ahí que cobrara espacio la política exterior encaminada al área, aunque para las campañas electorales el énfasis mayor debía estar en las cuestiones de interés de su propia ciudadanía para captar votos.
Esa situación tan compleja, en el caso de Cuba, llevaba a mirar hacia el Norte, sus candidatos, el posible triunfador y la posible política con la Isla, de ahí que la prensa siguiera todo ese proceso con mucho detalle y grandes titulares. Así lo reflejaban opiniones como la de la revista Carteles en noviembre de 1936: “Tiene tanta importancia para Cuba el resultado de las elecciones presidenciales que se efectuarán en los Estados Unidos el martes 3 de noviembre, que no hemos vacilado en hacer toda clase de esfuerzo para mantener a nuestros lectores al corriente de las previsiones o profecías electorales hechas en los Estados Unidos”, y se ofrecía el resultado de las consultas realizadas a los directores de periódicos en aquel país. Mientras, en “La campaña electoral en los E.U.” la revista graficaba con fotos las acciones de Roosevelt y algunos de sus partidarios en esa batalla.
La prensa en Cuba, en general, mostraba simpatía por el hombre de “la buena vecindad”, en especial cuando se presentó a las varias reelecciones. Cuando se enfrentó al republicano Wendell L. Wilkie hubo gran preocupación, de ahí que el nuevo triunfo de Roosevelt fue saludado con regocijo. El editorial de Carteles “Cuatro años más de respiro”, de noviembre de 1940, exaltó ese triunfo como expresión de la solidaridad con la política del buen vecino, a la que el “gran demócrata” había sido fiel durante ocho años. Frente a la incógnita de Wilkie, Roosevelt tenía ese respaldo. Para Cuba ese triunfo “tiene que ser tranquilizador” y, con la nueva Constitución y el nuevo Gobierno, más la continuidad de Roosevelt, “estará en aptitud de consolidar una vida institucional fuerte, digna y próspera.” En 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, Herminio Portell Vilá publicó en Bohemia “Las elecciones en los Estados Unidos” donde dice “que siempre son de importancia para el resto de la América y para el mundo”, más en la guerra en que ese país tiene “papel preponderante” y por la influencia que tendrá en la posguerra.
Esa relevancia de los comicios estadounidenses se mantuvo en los años siguientes, desde la nominación de candidatos, las campañas electorales y los resultados, lo que cobró nuevo tono con la política de guerra fría anunciada por Harry Truman. Las campañas electorales en Estados Unidos y sus resultados, por tanto, se mantuvieron como temas de interés para la parte cubana y también para la estadounidense en esos años de República burguesa.