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Bayamo ¿en coche?

En Bayamo, don­de el coche forma parte de la tradi­ción, se da una paradoja: a la po­blación le resul­ta atractivo este medio de trans­porte, cuyo auge estuvo desde fi­nales de la déca­da de los ochenta y principios de los noventa, pero en la actualidad prefiere des­plazarse en triciclos porque son más económicos.

Un tramo en coche puede costar 25 pesos, mientras un triciclo, por el mismo recorri­do, cuesta 10 pesos. Además, los cocheros después de las 3:00 p. m. cobran más, por el servicio, lo que crea una pre­sión a quienes recurren a este medio para trasladarse ya que los incita a salir del centro an­tes de concluir el horario labo­ral.

Por supuesto que este pre­cio vespertino haría poco pro­bable que se cumpliera el deseo expresado en la conocida can­ción de Adalberto Álvarez: Yo quiero volver una de esas no­ches/ a pasear Bayamo y sus parques montado en un coche. Podrán hacerlo tal vez los tu­ristas o alguna quinceañera que cuente con recursos para darse ese lujo.

Algunos cocheros inescru­pulosos se fijan en el vestua­rio de los potenciales pasajeros para sacar en conclusión su alto poder adquisitivo y cobrarles un precio elevado.

Cierto es que este vehículo de tracción animal requiere de vez en cuando de reparación y mantenimiento y los caballos necesitan también alimentación y cuidados. pero ello no justifi­ca los altos precios.

Para quienes ejercen el ofi­cio de cocheros, que son tra­bajadores por cuenta propia agrupados en una asociación, esta labor no debía verse como un modo de enriquecimiento, sino como un empleo digno. Deben tener en cuenta el res­peto al trabajador o al estu­diante que necesita acudir a tiempo a sus colectivos laboral o estudiantil.

Es importante que a quie­nes corresponda velen porque el acceso a un coche sea más asequible para que no se pier­da el valor de este símbolo so­ciocultural y en el paisaje de Bayamo se sigan viendo, como también dice la canción: “co­ches por aquí, coches por allá” y a los que los monten les sea tan grato el paseo que les su­ceda, como expresa la melodía: “ahora que subí no quiero ba­jar” claro, sin que esa decisión les desfonde el bolsillo.

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