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¿Pantallas en la escuela o la escuela en la pantalla?

Recién comenzó el curso escolar y junto con él, los conflictos en torno a los teléfonos celulares.

Ocurre que a solo escasas semanas, ya suman muchas las veces que maestros y profesores han repetido esta misma frase: «apaga el celular». Y no es porque el estudiante estuviera buscando alguna información acerca del contenido que se impartía en el aula, sino porque respondía algún mensaje o, simplemente, revisaba las redes sociales.

 

Foto: Tomada de unicef.es

 

Es un fenómeno que se repite en diversas latitudes de este mundo y que ha llevado a más de una prohibición explícita de entrar los móviles a la escuela. Países como Francia, Italia, Bélgica y Países Bajos ya prohibieron el uso de estos dispositivos en las aulas; mientras que en España, Reino Unido y Alemania la decisión queda a cargo de las instituciones educativas o de las regiones autónomas.

Se trata de una decisión compleja y también polémica, que requiere de equilibrio en el uso controlado de celulares en actividades escolares específicas y de normas claras así como programas educativos que tributen al uso responsable de la tecnología.

Foto: alfabetizaciondigital.redem.org

Pero lo cierto es que el celular es un fuerte distractor, sobre todo para los adolescentes, y conspira contra la atención a la clase y el proceso de enseñanza-apredizaje en general.

Papelitos hablan e investigaciones también

Los móviles pueden atentar muy seriamente contra la actividad docente, contra la atención en general, y las investigaciones así lo confirman.

Es el caso del estudio Capacidad de atención: una forma innovadora de restablecer el equilibrio, la felicidad y la productividad , cuya autora, la profesora de informática en la Universidad de California, Gloria Mark, revela que  durante las dos décadas que lleva midiendo la capacidad de atención de las personas, la misma es cada vez menor a medida que las pantallas se adueñan del entorno.

Cuando la investigadora empezó a medir dicha capacidad, hace 20 años, los participantes en la indagación podían  de mantener la atención por dos minutos y medio; en el presente, apenas pueden permanecer atentos durante 47 segundos.

 

Foto: Tomada de agenciauces wordpress.com

Varios son los factores que pueden conspirar contra la capacidad de atención –que usualmente viene acompañada de hiperactividad-, pero en el caso de las tecnologías que nos ocupan, los investigadores ratifican que se trata de una especie de epidemia que atenta con la concentración, y, por ende, también contra el aprendizaje, el rendimiento docente e incluso las relaciones interpersonales para devenir en un problema social.

Así lo considera, por ejemplo, el psicólogo clínico y catedrático español José R. Ubieto, quien asegura que «El secuestro de nuestra atención afecta a todos. Estamos leyendo menos, perdiendo habilidades de comunicación directa y despreciando el pensamiento creativo que surge del aburrimiento».

El déficit atencional, entendido en ese caso como trastorno, afecta a casi el 10% de los niños en Estados Unidos y entre el 5 y el 7% de los niños y adolescentes españoles, refiere una publicación de National Geographic, «resulta incuestionable el creciente respaldo científico que vincula los trastornos del aprendizaje, específicamente el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, con el uso excesivo de tecnologías».

 

Foto: Tomada de infobae.com

¿Qué dicen los cubanos?

El artículo La integración de los dispositivos móviles en el ámbito educativo, publicado a mediados del pasado año en la revista digital Pedagogía Profesional, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona asegura que:

«Es una realidad y desafío para los  docentes que los dispositivos móviles han llegado a las aulas para quedarse.  Unos docentes lo consideran  como  una  oportunidad,  con  un  potencial  educativo que debe aprovecharse y otros lo consideran distractores».

 

Foto: Tomada de pagina12.com.ar

A propósito de tal disyuntiva, la doctora Georgina Díaz Fernández y el máster Yoan Picasso Boucourt, ambos de la universidad pedagógica capitalina y autores del citado texto, refieren que este nuevo escenario «implica que el rol de profesores e instituciones educativas tenga que adaptarse a este nuevo entorno».

Reconocen que existen dificultades que atentan contra ese replanteo y entre ellas mencionan la no utilización eficiente de los dispositivos móviles como medios del proceso de enseñanza-aprendizaje, así como el desconocimiento de los efectos colaterales que su empleo genera.

Entre las ventajas de la utilización de dispositivos móviles en el aula señalan la posibilidad de acceder desde cualquier lugar y momento a la información, expandiendo el aula más allá de la institución educativa; emplear Apps educativas como medios de enseñanza-aprendizaje, además de permitir la producción de contenidos; favorece el aprendizaje personalizado contribuyendo a la autonomía de los estudiantes y, a la vez, aumenta la motivación de los estudiantes por formar estas tecnologías parte de su realidad cotidiana.

Foto: Tomada de ofdpinternaciona.com

En el artículo mencionan algunas de las bondades que han constatado del uso de esa tecnología al integrarla al proceso docente, y entre ellas mencionan que permite a los alumnos compartir información de las clases y acceder a la web docente; facilita revisar y enviar mensajes a través de las redes sociales y el correo electrónico para dar respuesta a tareas de los profesores y también hacer fotos y videos de las clases o de los trabajos investigativos.

En la otra cara de la moneda mencionan algunos de los usos inadecuados que se les da a los dispositivos móviles en clase: escuchar música o ver videos, revisar o actualizar su perfil de redes sociales, hacerse selfies, jugar, intercambiar información y navegar por Inernet sin propósitos vinculados a la clase.

Estas «ocupaciones» mientras el docente intenta dar lo mejor de sí frente a la pizarra, no son un secreto; pero sí resulta menos conocida, y sobre todo menos interiorizada, la necesidad de que los estudiantes se hagan cada vez más responsables al desarrollar un aprendizaje autónomo y autorregulado, para lo cual los educadores tiene mucho que aportar.

Sin embargo, el propio artículo refiere algunas de las razones por las que los docentes no se apoyan en los dispositivos móviles de los estudiantes en sus clases: carecen de habilidades tecnológicas para ello, desconocen la manera de emplear estos dispositivos como medios de enseñanza-aprendizaje en la clase, consideran que dichos

En el artículo mencionan algunas de las bondades que han constatado del uso de esa tecnología al integrarla al proceso docente, y entre ellas mencionan que permite a los alumnos compartir información de las clases y acceder a la web docente; facilita revisar y enviar mensajes a través de las redes sociales y el correo electrónico para dar respuesta a tareas de los profesores y también hacer fotos y videos de las clases o de los trabajos investigativos.

En la otra cara de la moneda mencionan algunos de los usos inadecuados que se les da a los dispositivos móviles en clase: escuchar música o ver videos, revisar o actualizar su perfil de redes sociales, hacerse selfies, jugar, intercambiar información y navegar por Inernet sin propósitos vinculados a la clase.

Estas «ocupaciones» mientras el docente intenta dar lo mejor de sí frente a la pizarra, no son un secreto; pero sí resulta menos conocida, y sobre todo menos interiorizada, la necesidad de que los estudiantes se hagan cada vez más responsables al desarrollar un aprendizaje autónomo y autorregulado, para lo cual los educadores tiene mucho que aportar.

Sin embargo, el propio artículo refiere algunas de las razones por las que los docentes no se apoyan en los dispositivos móviles de los estudiantes en sus clases: carecen de habilidades tecnológicas para ello, desconocen la manera de emplear estos dispositivos como medios de enseñanza-aprendizaje en la clase, consideran que dichos móviles son una fuente de distracción, no cuentan con un dispositivo móvil o sufren de tecnofobia (miedo al empleo de nuevas tecnologías o dispositivos por el desconocimiento de su utilización).

Foto: José Lázaro P. / Escambray

A pesar de las innegables ventajas del uso de estos móviles para la educación, los autores insisten en que todavía subsiste la duda de si prohibirlos o no en el aula y ante la misma mencionan la necesidad de implementar regulaciones y parámetros para la utilización de los mismos en clase, la cual debe contemplar, entre otros, también lo referido a la seguridad informática, la salud y el medio ambiente, para evitar los efectos colaterales entre los que se incluye el posible acceso, accidental o voluntario, a contenidos nocivos o inadecuados, y también el riesgo que trae consigo la publicación de información personal no autorizada que compromete la integridad de otros.

A modo de conclusión proponen que “el empleo de los dispositivos móviles en educación es una realidad que se debe concretar en su correcta utilización dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, con el objetivo de elevar la calidad y contribuir a la actualización del sistema educativo.

«Una alternativa para que esto se materialice es la superación y preparación metodológica de los docentes respecto al empleo de los dispositivos móviles en el ámbito educativo y el desarrollo de las competencias necesarias para su correcto uso».

El propio Ministerio de Educación asegura en su sitio web que «Sin nuevas tecnologías no hay escuela» y que la informatización de sus instituciones educativas es prioridad para una formación integral y de calidad. Sin embargo, todavía falta mucho por recorrer en ese camino, indican sustentados en un sondeo con alumnos y maestros realizado por Juventud Rebelde.

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