La atracción y fama que tiene el puente de la calle 100 y Boyeros en La Habana, Cuba, se debe por la solución vial y su innovador diseño sobresaliente para la época en que fue construido a finales de los años ochenta, y terminado en los primeros años de los noventa, del pasado siglo XX.
Hoy también tiene fama por la gran cantidad de personas que transitan por esa zona, fundamentalmente para realizar compras y adquirir productos deficitarios que existen en el país en los puntos de venta, muchos de ellos timbiriches, que exhiben mercancías a altos precios.
Otros transeúntes que utilizan ese itinerario y vienen de la calle 100 en busca de la avenida Boyeros se encuentran una escalera mal hecha, demasiado estrecha con una pendiente muy inclinada con 16 escalones.
Recordemos que nuestra población tiene índices altos referentes al envejecimiento poblacional y se estima que a partir del año 2030 Cuba registrará más de un 30 % de la población mayor de 60 años.
En 1987 al comenzar la construcción del puente de 100 y Boyeros se concibió el paso peatonal soterrado con sus 57 escalones que atraviesa la avenida Boyeros, sin embargo, en la inauguración del puente no se usó, y los transeúntes atravesaban la calle que no tenía muro o separador de ambas sendas.
Al abrirse oficialmente el túnel, hace unos nueve años, que cruza la avenida Boyeros empiezan los tropiezos para aquellas personas con discapacidad, dependientes, fundamentalmente, de sillas de ruedas y muletas y también las
madres que llevan sus hijos en coche.
Conversando con Israel Díaz Valdivia, trabajador fundador del puente, nos expresa que lamentablemente en la construcción de este no se concibió una rampa en el túnel para las personas con discapacidad, y que ellos al ver a un
anciano, a una madre con su bebé en el coche y a los imposibilitados de andar por sus pies, o sea, los que tienen que andar en sillas de ruedas, los ayudan y cargan en sus brazos, o de lo contrario, estas personas no pasan por ahí y se
tienen que trasladar a más de cien metros del puente hasta la fábrica de cigarros para atravesar la arteria vial, expuestos a ser atropellados por un vehículo.
Es una gran odisea para estas personas utilizar este recorrido y enfrentarse a esa gran barrera arquitectónica de los 73 escalones.