Como cada inicio de septiembre este día es de risas y llantos, de abrazos a los conocidos, de reconocimiento a los que se ven por primera vez.
Otra vez los de preescolar se aferran a la pierna de mamá o papá para que no los suelten, mientras la maestra repite a la familia el mismo bocadillo: “vayan tranquilos, eso se le pasa enseguida”.
La alegría de los que inician la secundaria se desborda sobre el uniforme escolar: “al fin grandes”; en tanto los de preuniversitario y técnica-profesional tienen la expectativa a flor de piel: “vamos llegando a la meta”.
Cada uno de los que hoy inician el curso 2024-2025 en el sistema de educación general, bien sean alumnos, profesores, personal de apoyo a la docencia, tienen su propia historia, su propio sueño, sus propios anhelos.
Con ellos a cuesta entraron a las escuelas para dejarse conquistar por las letras y los números, dispuestos a atrapar el universo a sabiendas de la añeja frase, el mundo es de los que saben.
Es tiempo de aula, de tiza y pizarrón, de lápiz y cuaderno, y como tal se recibe gustoso en todo el país y en especial en Santiago de Cuba donde 16 mil 709 estudiantes viven ya la vuelta a lo que fue, a lo que siempre ha sido.