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Elecciones en Estados Unidos y la presencia de Cuba ¿algo nuevo? (I parte)

Hace más de 130 años José Martí expuso sus criterios sobre las elecciones en los Estados Unidos, a partir de lo que allí vio y analizó. En 1886 dijo: Las elecciones cuestan mucho.

Los capitalistas y empresas ayudan en los gastos de ellas a los candidatos necesitados;

y estos, una vez vencedores, pagan con su voto servil el anticipo de los capitalistas.[1]

También, en 1885 calificó de recia y nauseabunda, una campaña electoral en los Estados Unidos” y agregó:

Desde Mayo, antes de que cada partido elija sus candidatos,

la contienda empieza. Los políticos de oficio, puestos a echar los

sucesos por donde más les aprovechen, no buscan para candidatos a

la Presidencia aquel hombre ilustre cuya virtud sea de premiar, o de

cuyos talentos pueda haber bien el país, sino el que por su maña o fortuna o condiciones

especiales pueda, aunque esté maculado, asegurar votos al partido, y más influjo en la

administración a los que contribuyen a nombrarlo y sacarle victorioso.

Y decía más el Apóstol:

Una vez nombrados en las Convenciones los candidatos, el cieno

sube hasta los arzones de las sillas. Las barbas blancas de los diarios

olvidan el pudor de la vejez. Se vuelcan cubas de lodo sobre las cabezas.

Se miente y exagera a sabiendas. Se dan tajos en el vientre y por

la espalda. Se creen legítimas todas las infamias. Todo golpe es bueno,

con tal que aturda al enemigo. [2]

Cabría preguntarse si han cambiado mucho esos eventos casi siglo y medio después. También podemos preguntarnos cómo se han visto esas elecciones desde Cuba y su esta  Isla ha tenido algún lugar en esas disputas a través del tiempo, en épocas muy distintas, por supuesto, que marcan diferencias claras.

Desde los años de las guerras independentistas ya el tema de las elecciones en Estados Unidos resultó de interés para los cubanos, aunque movidos por diferentes objetivos. Para quienes propugnaban la posible anexión al vecino norteño, se trataba de ver si la nueva administración sería partidaria de la incorporación de la Isla a la Unión; pero los independentistas tenían otra mirada: ¿sería menos enemiga de la independencia de Cuba? ¿sería menos hostil a los esfuerzos cubanos por su separación de España? La cercanía geográfica y las posibilidades de ayuda procedente de allá, a partir de la numerosa presencia de emigrados cubanos independentistas en aquel país, lo hacían factor presente en aquellas luchas.

En 1896, en las elecciones presidenciales, el demócrata Grover Clevelend no logró reelegirse frente al republicano William McKinley, quien tomaría el poder en marzo de 1897. Una carta del mayor general Antonio Maceo al coronel Federico Pérez Carbó, de 19 de noviembre de 1896, es decir, durante la última guerra y siendo lugarteniente general del Ejército Libertador, se refería al resultado de esas elecciones en aquel país con una expectativa positiva:

[…] Comprendo la impaciencia de usted y su inquina hacia las

autoridades federales de esa República, que sumisa á la política de

Mr. Cleveland, se han puesto por entero al servicio de España con

visible menosprecio de su propia historia […]. Cleveland, con su

política falaz, ha causado sin duda mucho daño á la causa de Cuba;

pero paréceme que ha empezado á alcanzarle el castigo á que se ha

hecho acreedor por su incalificable conducta contra la opinión general

del pueblo americano. La elección del nuevo presidente es de

feliz augurio para nosotros, si hemos de colegirlo por los informes

todos de la prensa y otras noticias de origen fidedigno antes de que

Mac-Kinley ocupe la silla presidencial (…).[3]

Se trata de una apreciación de Maceo desde la lejanía de Cuba y en la manigua mambisa, a partir de la información que recibía. Hay que tener en cuenta que el principal propósito de los independentistas era que Estados Unidos reconociera la beligerancia de los cubanos para eliminar los obstáculos que ponía a los esfuerzos por enviar ayuda al campo mambí. En ese sentido, la administración que concluía dejaba una imagen negativa, como dijo Enrique José Varona en el periódico Patria: “Ha hecho daño a los patriotas” y acotaba que “Lega a su sucesor un problema candente.”

Como es conocido, el nuevo presidente tuvo a su cargo el asunto de la intervención en la guerra cubano-española en 1898 y el inicio de la ocupación militar en la Isla, de manera que cuando aspiraba a la reelección en 1900 tenía ante sí el reto de la situación cubana y su posible solución.

El gobierno de ocupación había trabajado para crear condiciones a una dependencia cubana de los Estados Unidos. Como había señalado McKinley en su Mensaje al Congreso de diciembre de 1899, la idea era que Cuba debía quedar ligada a aquel país, “por lazos de singular intimidad y fuerza”, pero la forma era la que debía definirse, en lo cual había muchas presiones en la medida en que el tiempo pasaba. Por tanto, Cuba era tema para la disputa electoral de noviembre de 1900. En ese contexto, Salvador Cisneros Betancourt fue con una comisión a los Estados Unidos y apreció la pugna entre republicanos y demócratas en torno a Cuba, de ahí que concluyera que las intenciones eran iguales por ambas partes: “Si suben los demócratas al poder, no nos darán la República, y si los republicanos triunfan, tampoco”.[4]

La resistencia del pueblo cubano a medidas que implicaran obviar el derecho a la independencia, en un contexto en el cual la potencia emergente enfrentaba una guerra de resistencia en Filipinas, obligó a buscar mecanismos más sutiles de dominación, pero que pasaban por reconocer un estado nacional en Cuba. Esta situación era objeto de debates fuertes en los Estados Unidos cuando se desarrollaba la pugna electoral, de ahí la importancia de ofrecer a su electorado una situación resuelta en este aspecto.

El gobierno de ocupación convocó a elecciones para delegados a una Asamblea Constituyente en Cuba, que debía elaborar la Constitución a partir de la cual se convocaría a elecciones generales, aunque con el deber de que como parte de esa labor, se determinaran las relaciones que debían existir entre ambos gobiernos. No fue casual la fecha de inicio de la Asamblea Constituyente cubana: el 5 de noviembre, al día siguiente eran las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

El Mensaje anual del presidente al Congreso en 1900, no por gusto, incluyó el tema Cuba para decir que estaba en camino de solución, pues se había convocado a elecciones para una asamblea constituyente y se habían celebrado las elecciones. Mc Kinley había logrado su propósito: se reeligió, pero no pudo culminar esa función, ni siquiera llegar a la inauguración de la República de Cuba el 20 de mayo de 1902, pues fue asesinado en 1901.

Así, vemos que el tema de Cuba ha estado en las campañas electorales estadounidenses desde mucho tempo atrás y, de igual forma, para las fuerzas cubanas también ha sido asunto de interés. Esto se mantendría en los años siguientes con nuevos contextos y expectativas.

[1] José Martí: Obras Completas, Centro de Estudios Martianos, 2002, T 11, p. 16.

[2], Ibid. T 10, p. 185.

[3] José Miró Argenter: Crónicas de la guerra. T 1, Instituto del Libro, La Habana, 1970, p. 376.

[4] Rafael Martínez Ortiz: Ciba, los primeros años de independencia. T 1, Editorial Le Livre Libre, París, 1929, p. 171.

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