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Vacaciones con abuelos

¿Quiénes son los que menos descansan en vacaciones? Los abuelos. Porque las parejas jó­venes a las que no les coinciden las vacaciones escolares con las del trabajo o deciden que es el tiempo de revivir el cuchicuchi de la luna de miel les “regalan” sus retoños a sus mayores, al menos temporalmente.

Así les pasó a Pancho y a Gertrudis que en estas vaca­ciones vieron aparecer en su apacible existencia a dos ciclo­nes categoría cinco: sus nietos Yudisleydis y Yosvaneroys de 6 y 7 años. Y la madre, profesora titular de la Universidad, siem­pre tan docta, se los entregó con un argumento aplastante: “Pa­sar las vacaciones con los abue­losaumenta el bienestar de los niños y su inteligencia emocio­nal. ¡Lo dice la ciencia!”.

Pancho y Gertrudis hicie­ron un plan para evitar que se desbordaran las energías volcá­nicas de Yudi y Yos, como único podían llamarlos, y empezaron por un parque de diversiones: el de la Isla del Coco. A los chi­cos les resultaron aburridos el trencito y los caballitos y opta­ron por montar con sus abuelos los carros locos tantas veces que casi enloquecen con los encon­tronazos… a los viejos. Después Pancho y Gertrudis tuvieron que montarse con ellos en una especie de nave futurista que giraba a la vez que subía y baja­ba con una palanca y los chicos repitieron el sube y baja hasta que salieron mareados… otra vez los abuelos, porque ellos se bajaron campantes. Antes de desfallecer los veteranos tuvie­ron una idea salvadora: cerca quedaba una playita y allí po­dían refrescarles los ímpetus a Yudi y a Yos. No contaron con el desfile de vendedores de ros­quitas, empanadas, pellys, chi­charrones de viento, rositas de maíz, tamales… Y cada pregón era inmediatamente seguido de la misma frase “¡Cómpralo abue!”.

Cuando los papás vinieron a recoger a sus nenes los abue­los, exhautos, disimularon una lagrimita, porque sin duda esas personitas les agregaban a sus vidas el azúcar que demora en llegar a la bodega.

La mamá con su habitual aire doctoral les habló de lo beneficioso que era para los viejos una experiencia como esta: “Las personas que tie­nen la suerte de pasar todo el verano con sus nietos y si­guen cerca de ellos durante todo el año tienen una ma­yor esperanza de vida. Esos abuelos —recalcó— presen­tan un riesgo de mortalidad 37 % menor que los que no lo hacen. ¡Lo dice la ciencia!”.

Y así fue como Gertrudis y Pancho después de vencer la fase recuperativa, se de­clararon preparados y aler­tas para recibir de nuevo a sus queridos cicloncitos. Alez

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